José Alberto Alfaro descansa sobre sacos con café después de una jornada de 12 horas en los cafetales de la finca El Espino, en San Salvador. La finca en camino gradual de desaparición aún brinda trabajo a sus habitantes, aunque la paga es muy baja: la arroba recolectada se paga a un dólar, con lo que Alfaro obtuvo al final del día 5 dólares.