El Ágora /

'Algunos políticos tienen miedo de que los metan presos'

Tras su salida de la Fiscalía, Ástor Escalante regresó a dar vida a su bufete, 'una pequeña firma familiar', dice. Pero en esta plática habla como si siguiera siendo funcionario, como si todos esos años frente a la cámara lo hubieran hecho un experto ante los periodistas. Así desliza su visión de la seguridad pública y manda un telegrama al presidente Mauricio Funes: 'Tiene la oportunidad de oro para contribuir con la seguridad del país'. Si la aprovecha, dice, pasará a la historia.


Lunes, 22 de febrero de 2010
Rodrigo Baires Quezada y Diego Murcia

Ástor Escalante. Foto: Frederick Meza
Ástor Escalante. Foto: Frederick Meza

Tercero de siete hermanos, cinco de ellos vinculados al derecho, Escalante ha regresado a la práctica privada tras más de seis años de vida pública. Si se le ve más relajado que en los últimos días como Fiscal General en funciones, tal vez sea porque todavía habla con el lenguaje 'políticamente correcto' de un funcionario, como quien quiere evitar quemarse. Evita responder si se consideraba 'saquista' y rehúye evaluar el resultado de las políticas 'Mano dura' y 'Súper mano dura'. También se va por las ramas al analizar a fondo los yerros que pudo cometer en sus diferentes facetas como funcionario público en dos ministerios y en la Fiscalía. De lo que sí habla con generosidad es de la coyuntura política y social que benefician al presidente Mauricio Funes y su gabinete de seguridad. En ese punto este abogado de 43 años se detiene a lanzar recomendaciones y propuestas para combatir el crimen organizado y la delincuencia común; asegura que existe una “alineación de planetas” a favor de este gobierno para que haga historia resolviendo los problemas de seguridad pública. Habla, y no se cansa, como si estuviera en campaña propia. “No”, asegura él, quien se describe como “un soldado de la patria”. Eso sí, no vacila en decir que si lo llamaran para seguir en la función pública, daría el sí.

Lo vemos relajado, ¿qué hace usted luego de dejar la práctica pública?
Estamos en un bufete, en un despacho jurídico. Es una corporación jurídica y una consultora empresarial. Estamos, diría, refundándola porque en algún momento tuvimos una pequeña firma, una firma familiar. Tengo cinco hermanos que se decidieron por el mundo de las leyes. Entonces, al principio teníamos una pequeña firma familiar pero cuando empezamos con las funciones públicas, tuve que cerrar la oficina. Así que en este momento estamos reorientando esta firma, ahora ya combinándola con otros profesionales.

¿Seis abogados en la familia?
Vamos a ser, porque dos todavía están en proceso de, en formación. Y de siete hermanos que somos pues también hay un médico. Es el único que optó por una carrera diferente. Los otros empezaron con carreras distintas pero cuando vieron que era abogado, les gustó la carrera.

¿El médico es el bicho raro de la familia?
Sí, y ginecólogo, por cierto.

¿Su papá es abogado?
No, mi papá estuvo en la milicia.

¿Soldado?
No, guardia nacional.

¿Dónde estuvo destacado?
En diferentes puestos. Él se retiró hace una cantidad de años ya. A los guardias nacionales, a los policías nacionales, a la gente de armas, les toca estar en diferentes lugares. Así que mi historia tiene como ese nomadismo de vivir en diferentes lugares del país, principalmente en la Zona Occidental.

¿Nació allá?
Soy originario de Sonsonate. Pero solo nací ahí y luego me fui a vivir a Ataco, Apaneca, Chalchuapa, Atiquizaya, Turín…

Le tocó andar de pueblo en pueblo.
Esto tiene sus pros y sus contras, porque no tenés amigos o compañeros de toda la vida. En cada lugar en donde estás, dejás algunas amistades. Y, de repente, la memoria lo traiciona, te encontrás con algún ex compañero o ex compañera de escuela y no lo recordás. Pero es bonito porque también conocés diferentes lugares.

¿Eso fue durante toda su infancia y adolescencia?

Digamos que solo la infancia. La adolescencia la viví y estudié en Atiquizaya y Chalchuapa. Saqué mi bachillerato en el Instituto Nacional Cornelio Azenón Sierra, de Atiquizaya. Y luego, dejé un par de años de estudiar. Me fui a Guatemala con la aspiración de trabajar y estudiar. Sólo pude hacer lo primero. Y luego, me vine a trabajar de Sonsonate a San Salvador, y con eso logré recursos para iniciar la carrera de derecho en la Universidad Nacional de El Salvador. Ingresé en 1989, egresé en 1994 y me gradué un año después.

En  los últimos años de la guerra, años todavía convulsos.
Sí, en 1989 fue la ofensiva. Cerraron la UES. Muchos estudiantes, compañeros y compañeras buscaron otras universidades. Y, a los que nos quedamos, nos tocó estudiar en el exilio. Recuerdo que nos fuimos al edificio Frida, que está en el centro de San Salvador. Ahí nos tocaba sentarnos en bancas de madera, y los que eran un poco más pesaditos rompían las bancas… Pero logramos superar todo y cuando se normalizó la situación, volvimos al campus universitario.

¿Cuánto tiempo pasó fuera de la UES?

Recuerdo que fue poco. Un ciclo o dos ciclos… Más creo que fue un ciclo.

¿Nunca intentaron reclutarlo dentro de la UES para algún movimiento estudiantil?
En buena parte de la carrera me nombraron representante hora clase. Íbamos a las reuniones de la Asociación de Estudiantes de Derecho (AED)… Y la verdad que me da la impresión de que lo intentaron o quisieron que me incorporara a algunos movimientos. Yo aborrezco la violencia, venga de donde venga, y en aquel momento preferí fundar un movimiento.

¿Un movimiento propio?
Sí, pero no tuvo mucha evidencia. Era un movimiento estrictamente académico. Le llamé: “Integración Democrática Estudiantil Académica”, IDEA. El objetivo era hacer trabajo estrictamente académico. Estaba por un quinto o sexto ciclo de la carrera y la idea era que diéramos charlas y conferencias de derecho, sobre la función del defensor público en los procesos penales, la función de los acusadores… ese tipo de cosas.

¿La idea era que los estudiantes universitarios, revoltosos e inquietos por naturaleza, se unieran a un movimiento estrictamente académico en esos años?
Bueno, la idea era encauzar a los estudiantes y mandar un mensaje para que el estudiante realmente fuera estudiante, para que se superara dentro de la universidad, para que llegara al campus a hacer lo que tenía que hacer: estudiar y no a guerrear. Recuerdo que a algunos ex compañeros no les gustó mucho el movimiento… Yo era el tercero de siete hermanos y vengo de una cuna tremendamente humilde. Mi madre necesitaba que hubiera alguien que se superara y que le ayudara económicamente a los hermanos, y ese era mi propósito. Entonces, observaba a los movimientos universitarios pero -y creo que es importante mandarle el mensaje a algunos blogueros de izquierda- no participé en quemas de buses o de tonteras, como se ha dicho. Me dediqué a estudiar. Tanto fue así que nunca reprobé una materia y terminé la carrera en el tiempo establecido.

¿A quiénes más reclutó para IDEA? ¿Alguien conocido?
Personas conocidas por ser funcionarios púbicos, no recuerdo. Pero a la UES llegó a estudiar Kirio Waldo Salgado hijo. Lo vi en una reunión de representantes de clase hora, hizo un planteamiento muy acertado y lo invité a IDEA. Le dije: “Mirá, estoy haciendo este movimiento estudiantil”. Y él me contestó: “Esto que me estás diciendo me cae como anillo al dedo, quería trabajar en un movimiento así”. Lo involucré. Pero como en aquel momento estábamos en una situación de guerra, su incorporación significó niveles de presión por otros sectores de los estudiantes. Algunos sectores, fundamentalmente de izquierda, decían que IDEA era un grupúsculo del doctor Francisco Peccorini, a quien mató el FMLN; y otro sector, el de la Democracia Cristiana, decían que yo era el secretario de la juventud del partido comunista porque andaba con la barba en forma de candado. Era bien complicado el momento.

¿Entonces IDEA era de derecha, de centro y de izquierda al mismo tiempo?
Yo hacía un trabajo estrictamente académico y los sectores radicales de ambas extremas me imputaban que era de uno o de otro. Tuvimos que terminar el movimiento porque no prosperó la “idea” y porque empecé a trabajar y no me quedó mucho tiempo. Empecé a trabajar en la Fiscalía General de la República.

La Resistencia Nacional tenía mucha relación con la escuela de derecho...
… Muchos movimientos... de hecho, creo de las facultades donde más absorbieron estudiantes los grupos del FMLN fueron en derecho, economía… Todo lo que representaba a las áreas sociales y arquitectura. Recuerdo que, en algunos casos, muy buenos estudiantes se involucraron y de repente aparecían muertos. Esos son los sinsabores de ese conflicto. Algunas mentes perversas “entontaron” o confundieron a la juventud y muchos de ellos se involucraron en la guerra. Se trataba de mentes brillantes que en estos momentos estarían dando enormes luces a la solución de los problemas del país.

¿Cómo hacía para dedicarle tiempo a las novias?
Ah, bueno, tuve algunas aventuras...

¿Aventuras?
… y algunos buenos recuerdos...

¿En las gradas del auditorio 4 o en la concha acústica?
Ja, ja, ja. Eh... Máxime si recuerdan que en la universidad, luego del terremoto de 1986, varios edificios quedaron a la deriva. Entonces, el romanticismo dentro del campus universitario se extendió a… ja, ja, ja.

Ja, ja, ja. ¿El  edificio de la ex biblioteca?
No, lo que pasa es que yo me dediqué a estudiar. Hubo un tiempo también en el que trabajé en el Consejo Central de Elecciones (CCE) y me tocó un turno de 11 de la noche a 7 de la mañana y, como en ese tiempo llegaba solo a dormir a mi apartamento, en la colonia Zacamil. Tenía mis clases a las 3 y en clases me estaba, literalmente, durmiendo por el desvelo. Ahora sí, me quedó tiempo para dedicarme a la universidad y a mi trabajo. Era fiscal adscrito en ese tiempo. Estamos hablando de 1994.

¿Un fiscal adscrito es como un adjunto?
No, no. La figura del fiscal adscrito ya no existe. Luego pasó a ser fiscal específico. El adscrito era un fiscal que estaba en cada uno de los juzgados, antes llamados “de lo penal”. Este era parte de todos los procesos penales. Con el cambio del proceso penal, en 1998, desapareció.

Usted tenía acceso a todo tipo de casos, entonces. ¿Alguno que recuerde?
Recuerdo uno que me impactó bastante. Se trata de un triple homicidio en el que había seis involucrados. El fiscal específico hizo una presentación y me dieron oportunidad de hacer una segunda intervención. Al final terminamos condenando a los acusados. El tema es que habían llegado varios estudiantes de la UES a ver el desarrollo de la vista pública. Al final de mi intervención se me acercó una ex compañera y me felicitó por mi exposición, que en esos años se hacían por escrito. Ella tenía los ojos un poco llorosos y me dice: “Ese al que acusaste es mi hermano”. ¡Uy!, pensé. Me impactó, pero por suerte no me lo dijo previo a mi intervención. No sé si me hubiera prejuiciado. Sin embargo, el tipo había sido encontrado con las manos en la masa y, si no mal recuerdo, se le condenó a 30 años de prisión.

¿En qué año se graduó?
En 1995. Ingreso a la Fiscalía dos o tres años antes.

Pero ya aparece involucrado en el nuevo Código Penal y Procesal Penal que se echó a andar después de la firma de los acuerdos de paz.
Las reformas a los códigos se dan  en 1998. Tuve la suerte de que me propusieron, de parte de la Fiscalía, para que asistiera como alumno, capacitándome en los cursos del nuevo código. Hice todos los cursos y, en un momento determinado, la dirección de la Escuela de Capacitación Judicial me propuso que participara como docente para capacitar a otros en el uso de estos nuevos instrumentos. Estaba bien imbuido en el proceso, tanto que publiqué algunos artículos.

Hay un libro donde aparecen esos textos...
… ¡Ahí aparezco! En aquel momento me encomendó el entonces fiscal general, el doctor Manuel Córdova Castellanos, que participara en un proyecto de reforma judicial con una compañía internacional. Solicitaban un representante por Fiscalía y uno por Procuraduría. Con ellos elaboramos un documento que se llama “Nociones generales del fiscal en el proceso penal”.

Suena aburrido...
… Eh... sí, pero creo que le sirvió o fue de mucha utilidad para que muchos de los fiscales implementaran el código de 1998, porque el cambio fue radical. Antes de que entrara en vigencia ese código no teníamos oralidad en el proceso. Escribimos un manual y desarrollamos artículo por artículo. Entonces, es bien difícil, cuando desarrollas algo que es nuevo y que nunca lo has tenido en el país, hacer un manual para que lo utilicen los demás fiscales. Sin embargo, tengo la impresión de que a los fiscales y a los defensores les habrá servido.

¿Supongo que el gran sueño de un abogado que ha escalado por todas estas ramas de su oficio es llegar a ser fiscal general?
No te equivocas. Alguien que ha tenido más o menos este recorrido, sus aspiraciones son llegar a ser fiscal general. Justamente por eso, cuando se dio esta coyuntura en el país, solicité a la Asamblea Legislativa que se me tomara en consideración. Son decisiones políticas y solamente pude realizar esas funciones durante cinco meses. Pero sí es un tema que creo que a cualquier persona que haya sido fiscal y que haya tenido un recorrido, no sólo práctico sino también teórico, tiene como aspiración ser fiscal general para contribuir con la ciudadanía.

¿Por qué fiscal general y no juez?
Fijate que a mí, ser juez no siempre me ha atraído. Creo que es importante el trabajo que hace la Corte Suprema de Justicia, pero desde que empecé a estudiar derecho, me imaginaba yo o me hacía la idea de ser un abogado penalista.

¿Así como Perry Mason, este de la serie televisiva?
¿Siguen dando esa serie?

No, pero la vimos.
Pues yo me imaginaba como un abogado penalista. No se me ocurrió ser juez, quien hace un papel importante en el proceso pero que su rol es bastante pasivo. El papel de juez no se me venía ni se me viene todavía.

¿Y ser uno de estos litigantes que no les importa si es bueno o es malo su cliente, de esto que sacan hasta Perrones?
No me gustaría. Hubo un tiempo en que salí de la Fiscalía y trabajé con la empresa privada como abogado querellante contra estructuras y bandas de secuestradores. Fue un momento bien complicado en el país.

Eso no lo entiendo, está en la Fiscalía, está haciendo carrera ahí y de repente aparece como querellante de la ANEP.
Bueno, en aquel momento empezaba el tema del secuestro y ya estaba golpeando bastante fuerte. Estaba como fiscal interviniendo en algunos casos de secuestro y Juan Gerónimo Castillo, un abogado que ya murió, me dijo: “Quisiera que usted trabajara con ANEP”. La Asociación estaba buscando un abogado y le había pedido tres currículos. “Yo quisiera que me diera su hoja de vida”, me dijo. Se la entregué, él me anduvo proponiendo el trabajo por bastante tiempo y yo me negaba. A mí me gustaba la Fiscalía pero, al final, como al mes y medio de tantas peticiones, le dije que sí. Así fue como pasé de la Fiscalía a la ANEP. Y ahí, los casos que estaba llevando como fiscal los continué llevando como acusador particular. Justamente el caso de Fernando Palacios Luna, alias “El negociador”, y otros casos los llevé yo.

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