Opinión /

El monólogo teatral del FMLN


Domingo, 7 de febrero de 2010
Ricardo Ribera

Hay espectáculos teatrales en los que la capacidad actoral puede resultar impresionante. En especial, aquellos monólogos donde el actor – o la actriz – interpreta múltiples papeles. Puede ser un pequeño implemento agregado al vestuario o sencillamente un cambio de postura y de lenguaje corporal, la impostación de la voz y el cambio en el gesto y se nos olvida que el artista está solo en el escenario. Éste logra la magia de hacernos creer en las diferentes personalidades y roles que marca el libreto. Nos parece “ver” esos distintos seres en escena, pese al carácter de monólogo de la obra.

La política tiene, desde el tiempo de los griegos, adherencias del teatro. En una democracia representativa como la nuestra, la política se “representa”, se escenifica ante nosotros, que hacemos de público. Unos actores políticos representan ante nosotros: a veces un drama, a veces comedia, demasiado a menudo farsa. Tal vez por eso, el lenguaje asume términos de las artes escénicas para aplicarlas al mundo de la política. Es ésta también una esfera de la representación, de lo simbólico, de construcción del imaginario.

El escenario político actual tiene cada vez más el aspecto de un monólogo. Rodeado de otros actores reducidos al papel de simples comparsas, unos por su pequeñez, otros en plena fragmentación, otros más en el trance del nacimiento, el FMLN va camino de convertirse en aquel actor que asume él solo los diferentes roles. Es, desde el 1° de junio del año pasado, el principal partido de gobierno o, si se prefiere, “en” el gobierno. Poco a poco, se va convirtiendo en el principal partido de oposición. Ambas cosas. Simultáneamente. Ésa es la magia. Ahí reside la teatralidad.

No necesariamente se trata de ficción, o de algo orquestado, según la metáfora del policía bueno y el policía malo que alguno ha señalado con superficialidad. Es reflejo de un escenario al que se llegó fruto de diversas dinámicas en el sistema político y no como consecuencia de un plan o de un guión previamente establecido. Tampoco se trata necesariamente de un problema.

A mi modo de ver esta peculiar situación tiene sus potencialidades y virtudes. Como atinadamente recordaba en su columna el colega historiador Carlos Gregorio López Bernal “la historia es un constante diálogo, a veces choque, entre cambio y permanencia, entre ruptura y continuidad”. Si eso puede decirse de la historia, lo mismo puede afirmarse de la política. ¿Cómo se relacionan una y otra cara de la moneda? ¿Cómo es la dialéctica entre continuidad y discontinuidad, entre permanencia y cambio?

Se instaló el gobierno del cambio, pero indudablemente éste tenía que acompañarse de elementos de continuismo. Los temores de un salto al vacío, las exigencias de certidumbre, el pragmatismo de no cortar con lo que de bueno se hubiera hecho en el pasado, exigían del nuevo gobierno mantener la continuidad en diversas políticas. El acento ha de estar puesto en el cambio, si no se quiere abocar al desencanto y las protestas de la población que votó por tal opción, pero éste debe acompañarse de ingredientes de continuidad, dando así verosimilitud a la apuesta por la unidad nacional y al método de diálogo y consenso. Es el eje que viene presidiendo la conducta del Presidente Mauricio Funes. Es correcto.

Pero, por más poder que tenga la Presidencia de la República, algo no debe olvidarse: tiene fecha de caducidad. En cambio el partido, como organización de carácter permanente, como está establecido hasta por el texto constitucional, debe mirar más allá del 2014. Ha de tener los ojos puestos en el horizonte, para avanzar hacia él.

Al FMLN indudablemente le conviene llegar a esa fecha con una gestión exitosa del actual gobierno. Sería su mejor caudal electoral presentarse como la garantía de la continuidad de lo ya realizado y avanzado. Pero deberá asimismo incluir el ingrediente del cambio. Todo lo que no se haya podido hacer, o se haya hecho mal, todo lo que esté pendiente como nuevas tareas en la proyección a décadas sucesivas de desarrollo humano, social y económico, se presentará con el rostro del cambio. No ha de prometer sólo seguir. Tras el impulso inicial, tendrá que agregar un ir más allá. Un cambio para superar, trascender, culminar el viraje dado al rumbo del país.

Por eso veo adecuado que el principal partido de gobierno no se limite a ser el defensor del mismo, sino que asuma el rol de crítico y, a veces, de opositor. Refleja la contradicción entre el corto y el mediano o largo plazo. Es la tensión entre el electorado que valora positivamente la actual gestión gubernamental y las bases sociales organizadas y los militantes del partido, que exigen un ritmo más rápido, acciones de más contundencia, mayor compromiso. Es el eterno contraste entre la moderación y la radicalidad. Requiere de sutiles equilibrios, para marcar un más allá sin desgastar el más acá del actual gobierno, para reforzar la propia identidad sin minar la del Presidente. Por ahora el FMLN lo está logrando.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.