Opinión /

¿Dónde está el cambio?


Lunes, 1 de marzo de 2010
El Faro

Las promesas de campaña que llevaron a Mauricio Funes a la presidencia de la república se han convertido en un eslogan de propaganda que aún no encuentra paralelos en las políticas públicas.

Ciertamente hubo un cambio de partido de gobierno y un cambio de funcionarios en todas las dependencias del estado (menos en CEL, pero eso no le gusta a Funes abordarlo).  Esto ha terminado siendo una suplantación del aparato burocrático, en el que el Estado ha perdido a buenos servidores públicos sin explicaciones convincentes por parte del Ejecutivo.

Pero a pesar de las promesas del presidente, no se han visto cambios sustanciales en casi ninguna área. Ni siquiera en la transparencia y el combate a la corrupción. A pesar de las denuncias de campaña, una vez que llegó al poder el actual gobierno ha evitado denunciar los grandes casos de corrupción, contra sus propias promesas incluso en su discurso inaugural. Funes ha demostrado que no tiene voluntad para aprobar una ley de transparencia y acceso a la información, o siquiera para rendir cuentas de sus propios gastos de publicidad.

La reforma fiscal, necesaria y que prometía convertirse en un cambio real que permitiera una mejor distribución del ingreso y por tanto un avance en la construcción de una sociedad más equitativa, se quedó en un remedo de reforma que no podrá cambiar sustantivamente la debilidad fiscal en uno de los países con menor carga en el continente.

En 2010, el estado salvadoreño destinará, en promedio, 34 dólares en materia de salud para cada habitante. Estados Unidos, en ese mismo periodo, ha presupuestado más de 2,500 dólares por cada uno de sus ciudadanos. Es decir: 73 veces más.

El presupuesto de Estados Unidos asciende a 3.8 billones (millones de millones); es decir, mil veces más que el nuestro,  y aún así están pidiendo una reforma tributaria urgente para que el estado obtenga nuevos ingresos.

Por lo pronto, el presidente Barack Obama ha eliminado ya los privilegios de las compañías más grandes y les ha exigido que aumenten el porcentaje de carga tributaria. Aquí ni siquiera eso.

Ciertamente hay un esfuerzo por apoyar a las clases media y media baja con fondos destinados originalmente a grandes empresas, y la producción y distribución de uniformes escolares en manos de pequeños empresarios es una acción novedosa y digna de reconocimiento.

Pero un verdadero cambio no puede llegar solo por esa vía. Es necesario que el presidente demuestre que está dispuesto a cambiar estructuralmente un país enfermo.

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