Opinión /

Las experiencias escolares de Masferrer

El pensamiento educativo de Masferrer se inspiró en buena medida en sus experiencias con las escuelas de su tiempo. En este artículo Karen Racine nos ayuda a comprender las experiencias que llevaron a Masferrer a criticar “el sistema educativo del que huyó cuando era niño”. La Dra. Racine es profesora de historia en la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá. Ella es autora de numerosos artículos académicos y varios libros incluyendo Francisco de Miranda: A Transatlantic Life in the Age of Revolution 1750-1816 (Wilmington DE: Scholarly Resources, 2002). Actualmente está escribiendo una biografía de Alberto Masferrer.



Lunes, 8 de marzo de 2010
Karen Racine

Coordinación de sección y traducciones por Héctor Lindo-Fuentes

Alberto Masferrer nació el 24 de julio de 1868 en el pueblecito de Tecapa (hoy Alegría) en el departamento de Usulután. Era hijo ilegítimo de Leonor Mónico, una mestiza pobre, y de un hombre educado, don Enrique Masferrer, español de Toledo. El joven Alberto vivió con su madre en un pequeño rancho pajizo hasta que tuvo nueve años, cuando su padre se casó con otra mujer, doña Teresa Crespo, y reunió bajo un solo techo a los hijos que tenía dispersos.  Este cambio dramático en su situación doméstica representó una nueva dirección en el sentido vocacional de Masferrer, pues le proporcionó un apellido legítimo y varios hermanos y hermanas. Además le abrió oportunidades educativas que antes no tenía disponibles.

La rigidez de la autoridad paternal de don Enrique y su personalidad taciturna pesaban sobre el joven Alberto. Sus nuevas condiciones de vida representaban una gran diferencia con la vida sin preocupaciones que había llevado en casa de su indulgente madre, Leonor Mónico. Aunque hay quienes afirman que la disparidad entre estos estilos de vida a edad temprana torturaron el alma del niño, Masferrer mantuvo el respeto por su estricto padre a quien describió de manera afectuosa como “puntual y activo como un inglés, amanerado como un parisiense, la voz sonora y penetrante, la mirada como un rayo, celoso de su autoridad hasta yo no sé más, y con todo, un corazón de niño.”

La actitud ambivalente de Masferrer hacia la autoridad no se limitaba solamente a su relación con su progenitor, se extendió además a su vida de estudiante. Aunque en su niñez con frecuencia los libros le servían de refugio para escapar de la rigurosa disciplina de don Enrique, la educación formal de Masferrer parece haber sido más bien irregular.

Comenzó su educación primaria en la escuela rural de una francesa, Agustina Charvin, donde el tímido y romántico joven pasaba más tiempo soñando despierto que dedicándose al estudio. Charvin se cansó pronto de su falta de atención y convenció a Don Enrique de que trasladara al desinteresado estudiante a una escuela administrada por un cubano, Hildebrando Martí.

Desafortunadamente ahí continuó creciendo el desencanto de Masferrer. El muchacho criticaba abiertamente los castigos corporales de su maestro y el programa de estudios eurocéntrico que Masferrer consideraba alejado de la vida de El Salvador. En lugar de memorizar datos y cifras, como requerían las lecciones típicas, Masferrer estaba ansioso de leer libros modernos, de tener discusiones relevantes y de centrarse en problemas de la vida real.

No es sorprendente que al Señor Martí le hayan ofendido estas críticas de un muchacho de doce años, ni que el resto del tiempo de Masferrer en la escuela se viera afectado por la tensión en sus relaciones con su maestro. Sin embargo, es significativo que Masferrer haya mantenido el respeto por su autoritario maestro y que años más tarde recordara con cariño la “rectitud y hombría” de Martí. A lo largo de su vida Masferrer siempre valoró las cualidades de autoridad y fortaleza, equiparándolas a las de decisión y salud, tanto en individuos como en naciones. 

Claramente frustrado con la falta de disciplina de su hijo, don Enrique trasladó a Alberto y a sus medio-hermanos menores Eduardo y Enrique Masferrer Crespo a un internado en Guatemala. Él esperaba que la nueva institución fuera a canalizar su energía juvenil en una dirección más productiva. Sin embargo, al corto tiempo Masferrer se escapó de la institución con lo que sacrificó el apoyo material de su padre.

Al no terminar el bachillerato Masferrer no pudo continuar en la Universidad de El Salvador, aunque mucho más tarde fue vindicado cuando la Universidad le otorgó un doctorado honoris causa. Habiendo dada por terminada su educación formal, Masferrer pasó el resto de su adolescencia, la década de 1880, viajando primero por Honduras y Nicaragua y luego alejándose hasta Costa Rica y Guatemala. En Chinandega, Nicaragua, Masferrer trabajó con su tío Miguel Mónico vendiendo botellas de agua de Colonia hasta que los dos se pelearon y Masferrer continuó por su cuenta. Durante este período trabajó en varios trabajos ocasionales incluyendo unos días en una prisión en Omotepe, como empleado en varias oficinas, y, con mayor frecuencia, como maestro.

Aunque todavía fuera un joven, las habilidades naturales de Masferrer lo llevaron a la posición de Director de la Escuela de Niños de San Rafael del Sur, en el departamento de Rivas en Nicaragua. Es sorprendente la ironía, Masferrer había empezado sus viajes para alejarse de las aulas de clase y, a fin de cuentas, terminó en ellas. Su medio-hermano Manuel señala a este período de viaje por el istmo como la experiencia seminal que convirtió a Masferrer en “maestro, trovador y poeta”.

Como maestro rural Masferrer vivía una vida espartana pero no incómoda, aunque se daba cuenta de la pobreza desesperada de otros en la zona donde trabajaba. Su escaso salario, como el de sus vecinos, se deterioró con la depresión económica de la década de 1890, y llevó a que Masferrer experimentara con proyectos de ayuda mutua para mejorar el bienestar de la comunidad. El mismo Masferrer empezó a criar cerdos para alimentar a los pobres. Con frecuencia él donaba parte de su salario a cualquier persona desafortunada que se le cruzaba por el camino. Una vez se hizo cargo de los gastos funerarios de una nicaragüense que no podía pagar el entierro de su hijo difunto. Este acto de caridad es muestra de la creciente concientización de Masferrer ante la degradación de la condición humana en la región, y era típico de su generación de intelectuales que pasó de teorías abstractas a acciones locales.

Masferrer salió de estas experiencias como un joven observador y pensativo que plasmó sus impresiones por escrito en una serie de viñetas que inicialmente intituló Niñerías y más adelante publicó como Páginas. En este primer libro Masferrer relata su triste infancia y el sufrimiento del que fue testigo durante su adolescencia viajando por el istmo. Particularmente en Niñerías, Masferrer criticó el sistema educativo del que huyó cuando era niño.

Una versión más completa de este artículo se encuentra en “Alberto Masferrer and the Vital Minimum: The Life and Thought of a Salvadoran Journalist, 1868-1932”. The Americas, Vol. 54, No. 2, (Octubre, 1997), pp. 209-237.

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