Opinión /

Carmencita


Lunes, 19 de abril de 2010
Luis Fernando Valero

Hay momentos en la vida de las personas en que se llega al convencimiento de que uno es lo que es por las personas que ha conocido, ya que algunas de ellas le han aportado mucho en su construcción personal.

En mi caso en El Salvador, mi familia y yo tuvimos la suerte de conocer a gentes maravillosas que no solamente nos trataron como personas en una tierra que desconocíamos, si no que nos hicieron sentir como de la familia.

Una de ellas fue Carmen, oficialmente Ana del Carmen Álvarez. A Carmencita, como la llamábamos muchos amigos, la conocí como alumna, siendo  profesor de la UCA cuando ella, a una edad madura, decidió construirse una vida más propia, no sólo de ama de casa y madre de sus hijos, sino salir a un mundo que necesitaba de personas generosas, capaces de ayudar a los demás, en una sociedad como la salvadoreña, tan carente para muchos de los mínimos vitales de que hablaba Masferrer.

Carmencita no tenía por qué hacer eso, su vida estaba resuelta pero.. y ahí está la grandeza de ella, como la de tantas otras mujeres que ese afán de maternidad lo extienden mucho más allá de lo biológico transcendiendo a lo social, a lo cultural, a la universalidad.

Así tenemos mujeres que todos sabemos que han dado mucho a los demás como Marina Silva, Alice Walker, Rita Levi-Montalcini, Shirin Ebadi, Hanna Arendt, Mélida Anaya, Simone Weill, Ayaan Hirsi Ali, Juana In[es, varias Teresas famosas y también Ana del Carmen Álvarez.

A Carmencita le han otorgado el premio “Tierra y Libertad Pablo Naranjo Porras' de la localidad Aldeacentenera, Cáceres, España. El acta dice que se le entrega el premio internacional a “Ana del Carmen Álvarez, de El Salvador, mujer brillante y valiente de las que luchan toda la vida. Fue locutora del programa de monseñor Romero. Profesora Universitaria que ha luchado por la Educación de los desfavorecidos en su país, y una de las precursoras del los intercambios estudiantiles universitarios con la UEX”.

Yo nací en Plasencia, a 100 kilómetros del pueblo que ha tenido a bien premiar a Carmencita, para mí todo un símbolo que haya sido una localidad de Extremadura la que la haya premiado ya que de esa región española salieron muchísimos emigrantes para las tierras de América, entre ellos Pizarro que nació precisamente en el pueblo premiador.

Ojala que las jóvenes salvadoreñas tengan ocasión hoy, a raíz de este premio, aprender de los valores de Carmencita, ejemplo vivo por cómo ha construido su propia vida y cómo se ha dado a los demás, de que la historia nos la hacemos nosotros mismos y que siempre hay que tener el ánimo (su raíz es alma) de dar a los demás sin pedir nada a cambio y en esto, la generosidad -¡y sé de lo que hablo!- de Carmencita es inmensa; por ello este premio no es sólo un premio personal a nuestra amiga, sino símbolo de un premio a tantas y tantas mujeres salvadoreñas que, en momentos difíciles, han sabido mantener el rumbo hacia un final feliz, y que sin ellas, no nos cabe ninguna duda,  las cosas hubieran sido mucho, mucho peor.

 

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