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El socorrista presidencial

Los pobladores de Montebello, al norponiente de San Salvador, saben de la amenaza de deslaves desde el volcán, pero no quieren evacuar. Se escuchan unas sirenas que se acercan. La gente espera. Siete vehículos se estacionan y de ellos bajan un pequeño ejército de hombres armados y una pareja sonriente.

Lunes, 31 de mayo de 2010
Frederick Meza

A lo lejos se oye una sirena chillona que poco a poco se acerca. El ruido llega a su máxima intensidad para luego irse apagando hasta desaparecer. El cielo, cargado de humedad al pie del volcán de San Salvador, presagia más lluvias. Pasan unos segundos y, de nuevo, se oye el chillido que se acerca, ahora más fuerte. El ambiente es tenso y de enorme preocupación, porque Agatha no dio tregua toda la noche y este domingo por la tarde los habitantes de la residencial Granada, en la zona de Montebello, están alertas. Y una sirena siempre es aviso de cosas malas. El sonido que se mueve se aclara más y ya no se distingue una sola sirena, sino varias. '¡Salgan de sus casas, es por prevención!', grita por el laberinto de pasajes un socorrista de Cruz Azul. Las sirenas siguen aullando, aún más cerca, y un centenar de vecinos, atentos, esperan las indicaciones de los cuerpos de socorro. La gente escucha el ulular que se acerca y entonces aparecen siete vehículos con sus sirenas abiertas. Se estacionan y de ellos bajan hombres armados. De otro baja una pareja sonriente y un niño reacciona: '¡Miren, es Funes!' Y corre a traer una videocámara.

El presidente de la República visita junto a su esposa, Vanda Pignato, uno de los lugares más amenazados por deslizamientos de tierra. Detrás de ellos camina su comitida compuesta por ministros, alcaldes, equipo de comunicaciones y otros funcionarios. Los periodistas se arremolinan a su alrededor.

Avanza unos pasos, pero el tumulto de personas lo detiene. El presidente ha dejado en suspenso la expectativa de evacuación que se había generado, toma un megáfono y se sube a la cama de un pick up. La gente lo observa, extrañada. Seguro que trae un mensaje importante. Hace poco apareció en la televisión y en las radios, anunciando el estado de emergencia. Ahora está aquí, en persona, en un lugar donde está latente el recuerdo de la tragedia de 1982, cuando un alud que bajó del volcán sepultó la colonia Montebello.

El presidente, con una camisa a rayas y su chumpa de cuero negro, deja que el megáfono distorsione su voz.

'Amigos y amigas', comienza a dirigirse a los pobladores. Uno de estos, expectante, hacer una observación a los suyos: 'Qué rara le suena la voz'. El presidente, ajeno a los comentarios, sigue con su alocución: 'La cantidad de lluvia es tal que una lluvias más puede causar una tragedia', afirma.

El presidente explica que hay disponibles unos albergues para refugiar a las familias que abandonen temporalmente sus hogares, mientras pasa el peligro. Eso dice desde su improvisada palestra cuando una familia corre con varias maletas a cuestas, abandonando la colonia. Son los Bazán Aguido, que no quieren arriesgarse más y parten hacia la casa de un pariente en Apopa. “Desde ayer estábamos pendientes de cualquier suceso, ya antes que sonora la sirena... ni sabíamos que él -Funes- estaba aquí. Lo que sí es cierto es que hay peligro”, dice Nátaly Aguido. Otros cinco miembros de la familia la acompañan.

Las última frase de Aguido, sin dudarlo, se lleva toda la razón. Durante la noche, en la comunidad cercana de Las Lajas, en las faldas del volcán, se reportaron desprendimientos de tierra. En uno de los pasajes, un muro de contención se desplomó tras varios días de recibir agua. Un muro más amenaza con venirse al suelo. Y aunque en esta parte del país no ha llovido como en otros puntos de El Salvador, la precipitación registrada entre las 7 de la mañana del sábado y las 7 del domingo fue un pequeño diluvio de 200 milímetros. Una cifra de temer para un lugar en el que se ha cantado desde hace tiempo un deslave.

El mismo presidente lo dijo durante la cadena de radio y televisión de esta tarde: que una gota más y el vaso puede rebalsarse. Aún así, y a pesar de los llamados a evacuar en el lugar, la gente sigue en sus casas. Muchos, por temor a que los ladrones aprovechen su ausencia y les roben sus bienes.

Sin embargo, pese a la historia, a la alerta roja, y la presencia de socorristas pidiendo evacuación, muchos no quieren moverse. Por eso el presidente vio la ocasión de hacer él mismo un intento de persuadirlos. De persuadir a personas como Samuel Acevedo, de 42 años. “Hay miedo, pero la amenaza de lluvia ha bajado', dice Samuel. 'Vamos a esperar a ver qué pasa”, agrega, sabiendo que está jugando en el borde del precipicio. Sobre todo porque él es, dice, un sobreviviente del deslave que mató a cerca de 300 personas hace casi 28 años.

Al igual que Samuel, la mayoría de familias optan por dar un voto de confianza al aguacero. Las razones, muchas: “Muy incómodo el albergue”, “No ha venido mi esposo para que decida”, “A saber”, “Tal vez como a la s 7 me vaya”, “Por aquí no va a pasar la correntada”, “Los amigos de lo ajeno andan ojo al Cristo”, “No tenemos dónde ir”, “No quiero dejar solo” ...

 

El peligro inminente, según las autoridades, es para la Granada y comunidades vecinas como la Lorena y la misma colonia Montebello. En esta zona hay unos 5 mil habitantes, según las autoridades.

Y a pocos metros de estas familias, el hombre que hace poco salió en la televisión insiste en distorsionar su voz con el megáfono para tratar de convencer a los escépticos: 'La información que tenemos es que en las zonas altas del volcán hay grandes piedras que pueden desprenderse: toda la comunidad está en alto riesgo”, afirma. Y los vecinos lo ven, curiosos, más que persuadidos.

A unas decenas de metros de ahí un socorrista de Comandos de Salvamento hace su tarea casa por casa. '¿No se quiere refugiar? No es una alarma, es solo por prevensión”, le grita a un hombre que se asoma desde una ventana. 'Sí, sí... tal vez, tal vez... voy a dejar a mi esposa y a los niños al refugio”, le responde  Hugo Domínguez, en la comunidad Lorena. Eso sí, que nadie crea que la casa quedará sola, pues él volverá.

En Mejicanos y los alrededores se ha abierto varios albergues, de un total de 116 en todo El Salvador, que resguardan ya a unos 8 mil dañados por Agatha.

El presidente insiste a quienes le escuchan que es importante prevenir, y subraya que hay albergues para atenderlos. Además, ha puesto a disposición vehículos para transportarlos a los refugios: dos autobuses les esperan a la entrada de la colonia y tienen por destino un albergue en San Ramón. Unos pocos vuelven a pasar por el lugar, cargando sus maletas y se alejan a pie.

Funes termina su discurso haciendo una última exhortación a los habitantes para que evacuen el lugar. Un puñado de personas atienden el llamado, los buses las evacuan, y los siete vehículos de la caravana presidencial evacuan a Funes y su comitiva.


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