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'Soy muy contrario a las dos'

El politólogo español no es partidario de restar protagonismo a los partidos políticos. Estos, asegura, son instrumentos de control sobre el funcionario público y vehículos para la profesionalización de los mismos... o al menos eso debería ocurrir en un mundo teórico.

Domingo, 13 de junio de 2010
Ricardo Vaquerano y Carlos Martínez

Manuel Alcántara Sáez es doctor en política y catedrático de la Universidad de Salamanca, España. Es, quizá, el académico que mejor conoce el funcionamiento de los parlamentos de toda América Latina, pues dirige un observatorio legislativo que ha sondeado las asambleas de todos los países del cono sur y América Central desde 1993.

¿Cómo impactaría una resolución de la CSJ que avale las candidaturas independientes y prohibiría a los partidos abrir sus listas de candidatos?

Soy muy contrario a las dos. Vamos por partes. Candidaturas independientes. El argumento histórico clásico es decir: 'Óigame, si yo soy un individuo y tengo plenos derechos usted no puede coartar mi derecho a ser un representante político obligándome a introducirme a una institución política'. Ese es el argumento clásico y es muy respetable. ¿Pero por qué soy contrario a la figura del independiente? Soy contrario, primero, porque creo en los partidos políticos, creo que el partido político es el escenario donde fundamentalmente se desarrollan dos cuestiones que son básicas para la política. Una es la rendición de cuentas y otra es la profesionalización del político. Me explico: si yo voy de candidato independiente y soy un desastre y soy un inútil. Entonces, la rendición de cuentas de mi figura se sustancia exclusivamente con que la gente en la próxima elección no me va a votar. Sin embargo, si yo soy un político inscrito en un partido político, es el partido político el que, primero, si percibe que yo voy a tener ese comportamiento, no me va a meter en la lista. El partido político es el responsable de hacerme responsable, porque sabe que si yo lo hago mal la gente va a decir: 'Ah, este partido político no vigila bien a sus diputados'. Segunda idea: la profesionalización. Creo que los políticos tienen que ser profesionales. Otra cosa es ponernos de acuerdo en qué consiste ser profesional y sus características. Y el sello de esa profesionalidad se la da el partido, en el sentido de que es el que debe formarlo, el que debe ponerle al día y es el que también debe velar por su futuro. Los candidatos independientes no nos garantizan que van a ser profesionales o que van a tener cuotas de responsabilidad. Amén de esto está el tema del dinero en la política. Ahí hay una cuestión turbia, primero, porque si aceptamos esa idea solo podrían participar como independientes quienes tuvieran mucho dinero de su recurso personal. Ahí tendríamos al fenómeno de Piñera, al fenómeno de Martinelli, al fenómeno de Berlusconi o al de Ross Perot, que dicen: 'Bueno, yo en esta diversión me voy a gastar cinco millones de dólares y si sale, sale, ¡bingo!, y si no sale, no sale'. Creo que esta no es la vía.

¿Tampoco coincide con el modelo de listas abiertas?

Se venden como que es algo muy democrático y estoy muy en desacuerdo. ¿Por qué? La experiencia nos indica que las listas abiertas sirven para incrementar el gasto electoral porque hay una doble campaña electoral, porque por una parte está la campaña del partido A, pero luego resulta que los diputados de la lista  A, hacen su propia campaña electoral interna y entonces tengo que buscar fondos y caigo en lo anterior, en el fondo soy un candidato independiente, porque el partido político me dice: 'No, no, ahora búscate la vida y búscate los trucos para que la gente te conozca más'. Resulta que yo voy a hacer campaña, voy a gastar más dinero y si yo conozco algo tuyo que te debilita, lo voy a decir. Y si lo digo estoy rompiendo al partido, porque en el fondo estoy generando ruido dentro del partido. Entonces, resumiendo, más dinero y más posibilidades de fraccionar al partido, y eso es negativo. ¿Cuál es el principal valor de la lista abierta? Que se dice 'Es que la gente así identifica a su diputado'. Y es cierto, pero eso se puede hacer de otra manera, manteniendo el sistema de disciplina del partido y el sistema de representación proporcional, que es el sistema electoral alemán, un sistema mixto, que es proporcional, pero el público identifica al elector. Esa es una forma muy democrática en la que la gente conoce a su diputado, vota por su diputado pero a la vez se respeta la proporcionalidad y no hay que entrar en la locura de las listas abiertas.

Este planteamiento es muy conveniente para los partidos políticos, porque lo que ha planteado es como que los partidos deben ser un fin en sí mismos, y no un medio para lograr cosas para la gente. ¿Cuál es la utilidad que la gente podría verle a que existan partidos políticos en  El Salvador, si sus políticos ni se profesionalizan ni rinden cuentas, que son las dos cosas que usted mencionaba?

Sí, ya entiendo. Ahora no estamos hablando de El Salvador; estoy hablando muy teóricamente y muy normativo en lo que estoy diciendo. La prueba de fuego de que esto funciona es que efectivamente resuelve los problemas. Si no resuelve los problemas, si sigue habiendo más delincuencia, más desigualdad, si hay corrupción, si la economía no crece, si todos los jinetes del apocalipsis están ahí presentes, evidentemente apartémonos. Lo mío es una construcción intelectual del mejor de los mundos posibles, y lo mismo cuando hablo de la idea de la profesionalización del político. Yo creo que los políticos deben ser profesionales, y ese es un ideal.

Las listas cerradas generan partidos con muy alta disciplina, donde el legislador se ve más obligado a complacer a su partido que a una región o a un grupo de ciudadanos. ¿Esto no mina las posibilidades de representación del legislador?

No necesariamente. Si mi partido es inteligente, él tiene que sopesar esas ideas, y es un problema en el que yo puedo equivocarme y entonces pierdo la elección. No te olvides que el partido está en un parlamento donde tiene que velar por el bien general del país, gobierna para todo El Salvador. Ciertamente los habitantes de tal sitio le van a decir. '¡Oye, que mi puente no me lo construyes!', '¡Oye, que la estación de buses no mejora!', '¡Oye, que la red de colegios públicos de este departamento no se mejora!'... Bueno, pero eso no se soluciona pensando que porque va a haber un representante de La Unión o de un pueblecito va a defender más los intereses de ese lugar, porque finalmente ese representante se va a ver inmerso con los otros 83 diputados para discutir los presupuestos.

¿Qué posibilidades tengo yo como ciudadano de La Unión, por ejemplo, de dialogar de manera más o menos vinculante con un legislador que aunque se elija en la circunscripción electoral de La Unión, ni lo conozco y solo apareció en una lista que diseñó un partido?

Sí, bueno, eso lo solucionamos con el tema del cambio del sistema electoral y buscando uno como el de Alemania, con voto personalizado pero a la vez proporcional. Segundo es la cuestión de la profesionalización. Aclaro que yo estoy hablando a muy largo plazo, estoy hablando de un idea. Es decir, tú como profesional de la política tienes que hacer cosas que van con la profesión. Una de esas cosas es atender a su electorado. Una de esas cosas es pasarse el fin de semana en su distrito atendiendo a la gente. Eso es dedicación exclusiva y eso el partido político no solo lo tiene que valorar, sino que tiene que empujar a sus diputados a que hagan eso. Ese partido político-empresa tiene que decirle al diputado: 'Oye, tío, tienes que ir a tu distrito. Te hemos abierto una oficina y tienes que tener una hora para estar ahí los días cuando no haya sesión'. Y eso solo lo puede imponer un partido que sea medianamente profesional.

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