Opinión /

Para que no se repita jamás


Lunes, 7 de junio de 2010
Mauricio Silva

El Museo de Holocausto en Washington introduce al visitante a la masacre de los judíos en la época de la segunda guerra mundial a través de una espiral en la cual se cuenta de manera cronológica esa horrible historia. A medida que se sube en esa espiral la historia se vuelve peor y se pierde luz en el ambiente. La espiral termina hacia una ventana que inunda de luz el espacio donde se cuentan las historias de los sobrevivientes y de los que les ayudaron a vivir. Uno termina con un gran nudo en la garganta y con dolor de alma. En ese espacio hay un gran rótulo que explica la razón de ser del museo y la de hacernos revivir esa horrible historia con la siguiente frase: “Para que no se repita jamás!”.

La pérdida por Arena del poder Ejecutivo y el quiebre que ello trajo de la muy peligrosa y tan cercana relación entre el gobierno, el poder económico, los medios de comunicación y la empresa privada, han permitido que nuestra sociedad y gobierno tomen actitudes muy diferentes frente a varias investigaciones y revelaciones. El caso del asesinato de Monseñor Romero, de la partida secreta del Presidente (recién revelados por El Faro), de las víctimas de la guerra, de Katia Miranda, son solo algunos de ellos. Otras se empiezan a investigar o debatir.

Varios preguntan el por qué de esa insistencia en revivir nuestro pasado triste; ¿por qué no olvidar ese pasado? ¿Por qué reabrir heridas que nos pueden separar y dificultar nuestra unión y el mirar hacia adelante? Parte de la respuesta se encuentra en esa frase del Museo del Holocausto, necesitamos recordar para asegurarnos que esos hechos no volverán a repetirse. Es necesario entender las injusticias, el contexto en que se dieron, y los actores que las protagonizaron, para juzgarlas en su justa dimensión. Nuevas generaciones no conocen o no recuerdan esos hechos, o los conocen de una forma parcial o desfigurada. Sin entender y tomar conciencia de lo malo que hicimos y sus causas, es más fácil repetirlo.

Pero hay otras razones. Los hechos ahora se pueden entender o contar de manera diferente. Hasta ahora se cuenta en nuestro país con recursos para investigar y/o difundir acontecimientos muy importantes para nosotros, por ser parte de nuestra historia o por su significado. Veinte años de un mismo grupo controlando los principales medios económicos, políticos y de comunicación de nuestro país produjeron una historia deformada que ahora necesita completarse o contarse de manera diferente.

Otra razón clave es la de mejorar nuestro sistema de  justicia. Muchos hechos que suceden en nuestro país se esconden y sus actores quedan impunes. Al ir re escribiendo la historia vamos clarificando más los hechos claves que la conforman y al hacerlo vamos avanzando en el hacer justicia; vamos disminuyendo la impunidad que tanto daño causa al incentivar el mal y la corrupción. Ejemplo reciente e importante para El Salvador es el de D’Aubuisson, que hasta ahora se presentaba por el Gobierno y Arena como un héroe nacional; la investigación de El Faro deja clara su participación en el asesinato de Monseñor Romero. ¿Podemos seguir considerándolo héroe nacional? ¿Podemos seguir con monumentos públicos en su honor?   O el de la participación del estado y del FMLN en los daños a las víctimas de guerra, lo cual hasta ahora se negaba o se callaba, pero lo cual ahora ambos han reconocido y por lo cual han pedido perdón, no así otros actores claves del país, como otros partidos políticos.

El clarificar nuestra historia también sirve para mejorar las instituciones que participaron en ella, instituciones generalmente importantes para el país como son el estado, el ejército, los partidos políticos, la iglesia, los medios de comunicación, etc. El que las instituciones reconozcan sus pecados implica un quebrar con ese pasado que no solo les permitió, sino que les incentivo, con premios u omisiones, a cometerlos. Ellas, para llegar a ese reconocimiento y acto de contrición, deben pasar por un proceso de auto examinarse, de reflexión, de búsqueda y, ojala, de re encauzar su accionar. El reciente caso de La Prensa Grafica que divulga fotos de criminales cometiendo delitos y que es castigado por una jueza, lleva a un cuestionamiento de ese hecho, pero sobre todo, del fallo de la jueza. Esperamos el proceso de discusión de este caso sirva para mejorar nuestro sistema de justicia y profundizar la libertad de prensa, piezas fundamentales para lograr transparencia y justicia.

Mucho falta por recorrer en este camino. Hay mucha historia a la que todavía  no se le hace justicia; delincuentes que gozan de impunidad, instituciones que todavía no se atreven a examinarse a fondo, empezando por donde más cuesta, que es ver la viga en el ojo propio, y reconocerlo. Todavía no están claros o reconocidos públicamente los actores intelectuales de la muerte de los jesuitas, de Katia Miranda, etc. Está pendiente el castigo para casos tan sonados de malversación de fondos públicos; falta que el pastor que mató a mi hija e hirió a siete otros, que se le capturó en el sitio, y que su iglesia, con el aval del Fiscal General de La Republica de aquel entonces, lo dejaron libre, reconozcan todos ellos sus delitos y pidan perdón. Pero también los hechos que se van clarificando ayudan a avanzar por la senda correcta, para que esos delitos no se repitan jamás, para que mejore nuestra justicia y sus instituciones, para que vaya desapareciendo la impunidad y todos seamos verdaderamente iguales ante la ley, para que las nuevas generaciones conozcan una historia más completa y la hagan suya.

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