El paso de una tormenta, en este caso de Ágata, ha dejado una vez más muerte y desolación, en los que están siempre desolados. En un mundo global, como el actual, las catástrofes, sean de la índole que sean: naturales, provocadas por errores humanos o por el terrorismo tienen una resonancia mundial y la respuesta es inmediata de la solidaridad internacional.
Pero esta triste realidad exige necesariamente una reflexión.
La ayuda humanitaria, en nuestro criterio, no debe ser en absoluto una mera asistencia. La ayuda humanitaria debe tener unas características propias para que sea definida así: “Ayuda humanitaria”.
Debe ser incondicional y no sujeta a reciprocidad de los beneficiados hacia los donantes. Debe ser omnicomprensiva y debe abarcar otros muchos aspectos no solo el paliativo, propio de la hecatombe, si no que debe contemplar futuras acciones preventivas, y no tiene que auspiciar el inmovilismo y la adecuación a ser dependiente para la subsistencia, sino que debe potenciar que los beneficiados sean capaces de tomar las riendas de su propio destino, lo más rápidamente posible, fomentando soluciones de futuro para los afectados.
Ágata acaba de pasar y por ello sería aconsejable comparar si ha habido mejoras en los barrios que sufrieron el Mich de 1999 y que recibieron ayudas y determinar que se ha hecho en estos largos 10 años para paliar los desastres. Lo mismo podemos decir de otros lugares mundiales que han recibido ayudas como los del tsunami del 2004 en el Índico, Iraq, Afganistán, Gaza, Bosnia, etc.
La ayuda humanitaria implica que sea efectiva, que ofrezca planes a corto, mediano y largo plazo. Impone a su vez coordinación de varios estamentos como las fuerzas armadas en las operaciones logísticas de corto plazo (reparación de puentes, carreteras, infraestructuras esenciales) y ello debe ser ligado a planes, a mediano plazo para que haya un efectivo orden que permita desarrollar elementos suficientes de creación propia en los beneficiarios a largo plazo. Por ello una buena policía, un control de los recursos económicos y físicos, una organización social eficiente son condiciones indispensables para el éxito de la ayuda humanitaria.
Debe conllevar así mismo acciones inmediatas y profundas para paliar los traumas que puedan sufrir los sectores infantiles y juveniles a fin de diluir tensiones psicológicas que pueden lastrar su futuro ya que esos niños y jóvenes, con el paso de los años, serán los adultos que deberán continuar las acciones que se ejecutan ahora, por ello deben estar preparados y no arrastrar en sí traumas que impidan la eficacia futura.
Creemos, y no decimos nada novedoso, cuando señalamos que las torrenteras y los deslaves que se producen en El Salvador y otros países centroamericanos cuando hay lluvias torrenciales multiplican sus efectos por la deforestación que sufren esos territorios, está muy bien ayudar al desastre momentáneo de las gentes que se han quedado sin nada, pero cubiertas esas necesidades, hay que dedicar recursos a un serio plan de reforestación que pueda paliar en el futuro, el que las aguas sean torrentes sin control que avasallan todo lo que encuentran, por transcurrir en campos desertizados; si no se planifica una seria reforestación, una educación ecológica en la escuela para que la infancia aprenda a respetar el territorio la próxima vez que llueva torrencialmente será peor.