Opinión /

Ayuda humanitaria


Lunes, 7 de junio de 2010
Luis Fernando Valero

El paso de una tormenta, en este caso de Ágata, ha dejado una vez más muerte y desolación, en los que están siempre desolados. En un mundo global, como el actual, las catástrofes, sean de la índole que sean: naturales, provocadas por errores humanos o por el terrorismo tienen una resonancia mundial y la respuesta es inmediata de la solidaridad internacional.

Pero esta triste realidad exige necesariamente una reflexión.

La ayuda humanitaria, en nuestro criterio, no debe ser en absoluto una mera asistencia. La ayuda humanitaria debe tener unas características propias para que sea definida así: “Ayuda humanitaria”.

Debe ser incondicional y no sujeta a reciprocidad de los beneficiados hacia los donantes. Debe ser omnicomprensiva y debe abarcar otros muchos aspectos no solo el paliativo, propio de la hecatombe, si no que debe contemplar futuras acciones preventivas, y no tiene que  auspiciar el inmovilismo y la adecuación a ser dependiente para la subsistencia, sino que debe potenciar que los beneficiados sean capaces de tomar las riendas de su propio destino, lo más rápidamente posible, fomentando  soluciones de futuro para los afectados.

Ágata acaba de pasar y por ello sería aconsejable comparar si ha habido mejoras en los barrios que sufrieron el Mich de 1999 y que recibieron ayudas y determinar  que se ha hecho en estos largos 10 años para paliar los desastres. Lo mismo podemos decir de otros lugares mundiales que han recibido ayudas como los del tsunami del 2004  en el Índico, Iraq, Afganistán, Gaza, Bosnia,  etc.

La ayuda humanitaria implica que sea efectiva, que ofrezca planes a corto, mediano y largo plazo. Impone a su vez coordinación de varios estamentos como las fuerzas armadas en las operaciones logísticas de corto plazo (reparación de puentes, carreteras, infraestructuras esenciales) y ello debe ser ligado a planes, a mediano plazo para que haya un efectivo orden que permita desarrollar elementos suficientes de creación propia en los beneficiarios a largo plazo. Por ello una buena policía, un control de los recursos económicos y físicos, una organización social eficiente son condiciones indispensables para el éxito de la ayuda humanitaria.

Debe conllevar así mismo acciones inmediatas y profundas para paliar los traumas que puedan sufrir los sectores infantiles y juveniles a fin de diluir tensiones psicológicas que pueden lastrar su futuro ya que esos niños y jóvenes, con el paso de los años, serán los adultos que deberán continuar las acciones que se ejecutan ahora, por ello deben estar preparados y no arrastrar en sí traumas que impidan la eficacia futura.

Creemos, y no decimos nada novedoso, cuando señalamos que las torrenteras y los deslaves que se producen en El Salvador y otros países centroamericanos cuando hay lluvias torrenciales multiplican sus efectos por la deforestación que sufren esos territorios, está muy bien ayudar al desastre momentáneo de las gentes que se han quedado sin nada, pero cubiertas esas necesidades, hay que dedicar recursos a un serio plan de reforestación que pueda paliar en el futuro, el que las aguas sean torrentes sin control que avasallan todo lo que encuentran, por transcurrir en campos desertizados; si no se planifica una seria reforestación, una educación ecológica en la escuela para que la infancia aprenda a respetar el territorio la próxima vez que llueva torrencialmente será peor.

La frase del entomólogo Leopoldo Serrano, en El Faro, la semana pasada, nos sirve para ilustrar los que queremos decir: “En este país un niño ve un animalito y: ¡plas!, le pone el pie y lo mata'. Mientras ese niño no sea educado en la escuela en el respeto a la naturaleza a que cada insecto, planta, arbusto, etc. juega su papel y todos son necesarios, el país cada vez sufrirá más gravemente los desastres de la naturaleza.

No se puede permitir que cada uno construya donde le dé la gana; que los riachuelos naturales sean usados, porque están secos, para urbanizaciones, pues luego, el día que hay una tormenta inmensa o un terremoto las muertes son irreparable. Compárense las víctimas de los terremotos de Haití y Chile, de este año, en sus efectos en la población. La intensidad fue más grande en el de Chile, pero las construcciones, la organización del territorio, etc. era radicalmente distinta. La organización del Estado y de la sociedad también.

Hace falta la ayuda humanitaria pero esa ayuda debe conllevar soluciones y planificación para evitar un futuro peor.

Las comunidades locales son esenciales en la recuperación de su propio futuro y los cooperantes deben coordinarse para encontrar la forma de paliar el desastre inmediato, pero sobre todo deben ayudar a planificar para que no se repita la catástrofe por no haber solucionado problemas y condiciones estructurales.

El Mitch arrasó Centroamérica hace 10 años largos: ¿se hicieron planes de reforestación y se han aplicado  en estos años?  ¿Creemos que ahora es necesario e indispensable que parte de la ayuda de hoy sea para planificar recursos para evitar que cada día más la tierra centroamericana no sea un desierto en los que las aguas corran libremente? ¿No es necesario educar a los niños  de hoy para que ellos sean el  día de mañana sensibles a cuidar más su medio ambiente?

Las catástrofes pasadas son irremediables, pero el efecto de las futuras, podemos minimizarlas si somos conscientes de que el futuro, se construye hoy.

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