Opinión /

De la crisis a las reformas


Domingo, 13 de junio de 2010
El Faro

Los problemas en el Partido Demócrata Cristiano son la consecuencia lógica de un largo proceso de desnaturalización y manejo oportunista por parte de sus dirigentes.

Del PDC que abanderó la oposición a los regímenes militares, con inspiración social cristiana y clara vocación izquierdista, ya no queda nada. Ese partido, que marcó lo mejor de la política salvadoreña durante varias décadas, hoy es un deplorable espacio en el que cabe todo el que tenga un voto que ofrecer al secretario general, independientemente de sus principios, su visión política o su expediente policial.

Lamentablemente, el caso no es único del PDC. Las décadas de pactos oscuros, ganguerismos y pérdida del sentido del honor, han dejado un viciado sistema de partidos cuyo único objetivo es el poder de sus dirigentes, no de sus ideas. Con el reacomodo del poder surgido a partir del 15 de marzo de 2009, el sistema padece una crisis existencial. Básicamente porque su principal actor tradicional ya no tienen el sistema de gobierno para distribuir prebendas, plazas y contratos, y ahí residía su poder. Y porque partidos como el PDC y el PCN se habían reconfigurado en función de su relación con ARENA, que ya no tiene el poder. Y porque los otros grandes actores en este sistema, los grandes empresarios, también están en plena reconstitución de estrategias y posicionamientos, tras haber perdido a su brazo político en el gobierno. 

En la izquierda, el único líder nacional es el presidente, y no tiene partido político. El FMLN ganó las elecciones presidenciales de 2009, pero no es el partido de gobierno y ni siquiera está en total sintonía con el Ejecutivo, como lo expresan sus diferencias reflejadas en la Asamblea.

Este reacomodo mediante crisis del sistema político nacional puede ser grave si no se resuelve de buenas maneras, y termina fracturándose y abriendo las puertas a liderazgos autoritarios y populistas que se van forjando justamente a costa de la fractura del sistema, como es el caso de la Venezuela del presidente Chávez y la Colombia del presidente Uribe.

Es necesario reformar el sistema de una vez por todas, para volverlo más representativo, más transparente y más institucional.  De debatir a fondo desde la ley de partidos políticos y de financiamiento, al cambio de las listas para diputados y concejos municipales, para volverlas abiertas, de voto directo, que permita a los ciudadanos premiar a quienes han desarrollado una buena labor como sus representantes, y no votar por partidos. Que permita a los ciudadanos equilibrar los concejos municipales y reforzar así los mecanismos de contraloría.  Que permita, a fin de cuentas, la llegada de autoridades legítimas que puedan ser juzgadas directamente mediante el voto ciudadano, y que por tanto respondan a las necesidades del país, y no a ardides politiqueros por los cuales no tienen que rendir cuentas a los electores. 

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