Opinión /

Nuestros hermanos migrantes


Domingo, 20 de junio de 2010
José Mauricio Silva

Si Roque Dalton escribiera ahora su Poema de Amor cambiaría la frase aquella en que describe a los salvadoreños migrantes como “los que abrieron el Canal de Panamá, los que repararon la flota del Pacífico..”, y seguramente mencionaría a los que cortan pasto en Los Ángeles, los que construyen edificios en Washington, los que limpian platos en Nueva York, las que cuidan niños en Houston.

El movimiento migratorio internacional es uno de los fenómenos de mayor relevancia en la reciente transformación de El Salvador. Se estima que uno de cada cuatro salvadoreños vive en el extranjero. Un último censo sobre hispanos en los E.U.A. calculo que en el 2008 vivían en territorio estadounidense 1.6 millones de salvadoreños, lo que los convierte en la cuarta población de hispanos viviendo en E.U.A. el 29% de ellos son ya ciudadanos americanos, dos terceras partes nacieron fuera de los E.U.A., 58% llegó a ese país después de 1990, su edad media es de 29 años, pero menos de la mitad (44%) habla bien inglés, el 53% de aquellos mayores de 25 años no han terminado el bachillerato, el 15% vive en pobreza y casi el 40% no tienen seguro de salud. Son pues, en general, una población joven, de migración reciente, y con varias desventajas para prosperar en esa sociedad.

La primera generación debe salir adelante a pesar de no hablar bien el inglés, de no conocer la cultura, de no tener educación en una sociedad que la valora mucho, pero sobretodo, de  no ser documentados. Por ello se habla del enorme sacrificio que paga la primera generación de migrantes, lo que mucho de ellos justifican con la esperanza de que las futuras generaciones tengan una mejor vida.

Pero también esos nuestros hermanos son ahora los que producen el 17% de nuestro producto nacional a través de sus remesas, y uno de los elementos claves en la lucha contra la pobreza, pues sus remesas van en forma directa, en más de un 50%, a los dos quintiles más pobres de nuestra población. Son también los primeros en volver a invertir en el país después de la crisis; las remesas, que habían caído por la recesión, han vuelto a subir ya por varios meses consecutivos. Actitud muy diferente a la de la gran empresa privada de El Salvador que se niega a invertir en el país por “inestabilidad”. Para hacer eso los migrantes, y sus familias, pagan un precio muy alto por las situaciones de ilegalidad, riesgo, desarraigo familiar y cultural e inestabilidad, que conlleva la migración que la gran mayoría de ellos realizan. Algunos ejemplos que he conocido en E.U.A. reflejan lo anterior.

María tiene 12 años de haber migrado a los E.U.A., migró junto con su marido del cual está ahora separada. Tuvieron suerte, lograron cruzar la frontera, en aquel entonces era más fácil; para poder hacerlo y empezar la lucha en los E.U.A., tuvo que dejar a sus dos hijos, un varón de año y medio y una niña de dos meses, con la abuela. Los recordó cada día de su existencia en este nuevo y duro mundo, vivió para ellos. Logró el TPS y varios trabajos en la industria de servicios. Se dedicó doce años a enviarles plata y ahorrar para poder traerlos lo que al fin logró este año, le cobraron $ 6 mil dólares por cada uno. Lo hizo sola, el ex marido no aportó nada. Un coyote dirigió la travesía de los niños. Entraron por Texas, pero los capturaron. Ellos, de 11 y 12 años ahora, estuvieron tres meses en un campo de detención temporal. Volvieron a tener suerte, por tener María el TPS y por ser menores de edad, y con la ayuda de un abogado que implicó más gastos, se los entregaron a la madre y están con permiso temporal en los E.U.A. La llegada de los niños cambió radicalmente la vida de los tres. A María se le vuelve más difícil trabajar pues hasta ahora había tenido dos trabajos lo que le implicaba estar fuera de la casa de 6 am a 11 pm, pero ahora debería cuidar a los niños. Ellos van al colegio, lo que fue muy duro al principio por el idioma y la adaptación cultural, pasan la mayor parte del día solos, lo que aumenta la preocupación de María por “tanto vicio que les rodea, por las maras que los tientan, pero hasta ahora van saliendo”.

Fernando vino a E.U.A. hace como 8 años con su hermano Roberto; Fernando dejo a su familia, Roberto trajo a su esposa pues estaban recién casados y tuvieron un hijo en E.U.A. Ambos han estado trabajando la mayor parte del tiempo en construcción, nunca pudieron sacar papeles, lograron los trabajos con papeles falsos. Fernando envía remesas todos los meses a la familia, les llama todos los fines de semana y ahorra para construir la casa en El Salvador. Pero en este último año y medio la recesión los dejó desempleados, lo que les obligó a inmigrar dentro de los E.U.A., estuvieron de arrimados mientras buscaban empleo, hicieron de panaderos en turnos de noche, empleados temporales de construcción, etc. Ello les obligó a parar las remesas. Roberto terminó separado de su mujer quien le puso una demanda judicial para obligarlo a aportar en el cuidado del niño, ello dejó al descubierto su condición de indocumentado y terminó deportado. Cada año que pasa Fernando dice que es el último en E.U.A., que solo necesita ahorrar un poco más para terminar la casa.

Irma migró hace como 10 años con su marido, dejaron a su hijo de dos años con sus padres. A pesar de haber tenido otra hija en los E.U.A. su corazón sigue partido por el hijo que dejó, “cada día me pregunto cómo estará, qué duro es el sacrificio que nos toca hacer por ellos”. No puede traer al hijo todavía “por estar ella todavía indocumentada, por la edad del pequeño, por la plata que cuesta y lo duro de la vida aquí”. Irma limpia casas y cuida niños, siempre le toca cobrar un poco menos por ser indocumentada. Con la nueva hija esos trabajos se le han hecho más difíciles, la mayoría de las veces debe escoger solo aquellos donde pueda llevar a la niña con ella. Recientemente se separó del marido quien terminó con otra y no quería saber nada de ellos; Irma tuvo que presentar una demanda para que él la apoyara con la niña. Para mientras aprovecha todo lo que puede del sistema, logró subsidios de alimentación para la niña, ha aplicado para subsidios para la educación, saco licencia de conducir y abrió una cuenta de banco antes que pidieran prueba de que se está aquí legalmente para poder realizar esos trámites.

Estos son casos de personas con suerte pues lograron pasar la frontera y, por ahora, quedarse en los E.U.A. La odisea del viaje hacia los E.U.A. con los coyotes son historias muy duras que El Faro ya ha documentado, estos salvadoreños prefieren no recordar esa aventura, la lucha por la vida en E.U.A. les es suficientemente dura.

El espíritu del poema de Roque Dalton sigue siendo válido, pues esos migrantes siguen siendo “los hambrientos, los siempre sospechosos, los cosidos a balazos en la frontera, los arrimados, los que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo..” y sobre todo “ nuestros compatriotas, nuestros hermanos”.


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