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Políticos homenajean al primer verificador de la paz

Iqbal Riza fue el primer vigilante de que se cumplieran los acuerdos de paz. Certificó al FMLN como organización desarmada cinco meses antes de que a la antigua guerrilla le estallara un enorme arsenal en Nicaragua. Hace 19 años recibió amenazas de muerte y fue acusado de imparcial. Esta semana, el país le aplaudió y lo nominó 'Noble amigo de El Salvador'.

Viernes, 9 de julio de 2010
Sergio Arauz

Parecía una foto de hace 20 años. Alfredo Cristiani, ex presidente de El Salvador, aplaudiendo y oyendo al hombre que vino a servir de mediador para que los que se estaban matando dejaran de disparar y platicaran. Dos metros a la izquierda, el ahora vicepresidente, Salvador Sánchez Cerén, también estaba aplaudiendo y oyendo con atención al tipo que lo sentó durante horas frente a Cristiani. Iqbal Riza, primer jefe de la misión de Naciones Unidas en El Salvador, fue nombrado el jueves “Noble Amigo de El Salvador” en una sesión solemne de la Asamblea Legislativa.

Riza es un diplomático paquistaní con casi medio siglo de carrera. Se retiró en 2004, cuando era jefe de gabinete del entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan. Ahora sigue sirviendo a Naciones Unidas pero solo como consejero.

Esta semana vino al país a recibir un homenaje 17 años después de haber terminado su misión. Riza se estableció en El Salvador en julio de 1991 para dirigir la misión de observación de Naciones Unidas, que tenía como propósito verificar que las partes en guerra cumplieran el acuerdo de derechos humanos que acababan de firmar en San José, Costa Rica.

El reto era enorme, porque era un encargo inédito el de vigilar cumplimiento de acuerdos en plena guerra. 'Hasta entonces Naciones Unidas había verificado acuerdos pero después de pactada la paz. Aquí íbamos a hacerlo mientras la guerra seguía', dice este diplomático.

“Fue complicado, pero había voluntad, compromiso, por eso funcionó”, dice, sentado en un sillón casi 20 años después de su inauguración como representante de la ONU en el proceso salvadoreño. Aquella, sin embargo, no era la primera vez que este hombre pisaba tierra cuscatleca. Antes había llegado en dos ocasiones con el propósito de observar en el terreno las condiciones que había para establecer la misión.

Hasta entonces, el detalle de las negociaciones se manteía en secreto por acuerdo de las partes, un gobierno de una derecha que se declaraba anticomunista, y una guerrilla izquierdista llamada FMLN. Un año y medio antes habían buscado al secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, para pedirle que se convirtiera en facilitador de las conversaciones. Pérez de Cuéllar nombró como su representante permanente al también peruano Álvaro de Soto, y el Consejo de Seguridad de la ONU nombró a Iqbal Riza como jefe de una misión cuyas posibilidades de éxito eran tan inciertas como la certeza plena de que era un experimento novedoso.

Siete meses estuvo Riza a cargo de la misión verificadora de la 'humanización' de la guerra. 'Era dificilísimo, porque el concepto de derechos humanos es aplicable a los gobiernos, pero en este caso una de las partes no era gobierno, sino una guerrilla, y entonces en realidad lo que se hizo fue procurar que se aplicara la ley humanitaria', explica.

En esos siete meses, al final de 1991, las negociaciones entraron a una dinámica intensa y la delegación gubernamental estaba tomando decisiones tan difíciles como el futuro rol reducido de la Fuerza Armada y la depuración del ejército. En esos días, el dirigente del partido Arena Armando Calderón Sol dio todo su respaldo al gobernante Alfredo Cristiani para avanzar en las negociaciones. Eso le costó una acusación de 'traidor' de parte de una organización de extrema derecha, la Cruzada Pro Paz y Trabajo, que publicó el calificativo en un campo pagado en los medios de comunicación impresos.

Las negociaciones se habían convertido, repentinamente, en una carrera contra el calendario. El mandato de Pérez de Cuéllar expiraba a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1991 y si no se lograba un pacto para ese momento, se corría el riesgo de que todo el avance hasta entonces se echara a perder.

El acuerdo definitivo se logró minutos después de la medianoche, hora de Nueva York. Eso cambió el rol de la misión de la ONU de tal manera que la Onusal se encargaría, a partir del 16 de enero de 1992, de verificar el cumplimiento de los acuerdos de paz. A Riza, entonces, le tocó liderear dos tareas distintas de la Onusal.

Riza dice que no se esperaba el homenaje del jueves pasado. Fue hasta cuando estuvo en el Salón Azul de la Asamblea Legislativa cuando entendió la envergadura del reconocimiento. 'Yo pensaba que iba a ser una cosa pequeña, en alguna salita, con poca gente'. En cambio, fue en una sesión especial de la Asamblea Legislativa, en la que estuvieron como testigos algunos de los negociadores de la paz. Ahí estuvieron, por ejemplo, el ahora vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, ex comandante del FMLN, y el ex presidente Alfredo Cristiani. Ahí estuvo otro ex comandante guerrillero Eduardo Sancho, y ahí estuvo uno de los miembros de la delegación gubernamental de diálogo, David Escobar Galindo. Ahí estuvieron varios de los protagonistas de aquellos días.

Hubo ausencias notables. Y, cosa extraña, fue un legislador del PCN, Mario Ponce, quien se encargó de hacerla notar. Ponce dijo que quien hacía falta ahí era Schafik Hándal, uno de los principales negociadores de la paz por parte de la guerrilla.

Cuando llegó su turno de agradecer el reconocimiento, el homenajeado hablaba suave y todo mundo escuchaba en silencio. En un punto les hizo una reflexión: 'Era una situación tan extraña encontrarnos en un pueblo tan pacífico, tan cristiano, pero en medio de una guerra tan cruel', decía. 'Pero es el ser humano, porque hay otros países que han pasado por esto. Sri Lanka, por ejemplo, budista y tan espiritualista...'

A Riza le tocó atestiguar días de gran tensión y hacer malabarismo para lograr que las cosas caminaran. 'En ambas partes había quienes pensaban que yo era parcial en favor de uno o del otro', recuerda. Asegura que un ministro del gabinete de Alfredo Cristiani se oponía primero a la instalación de la misión y luego a su trabajo. Era un tenaz detractor de Onusal. 'Pero no voy a decir quién era, no voy a hacerlo', se excusa.

Aparte de las reuniones formales y más o menos públicas que había, Riza también tenía una agenda paralela secreta. 'Llegaban a mi casa y ahí trabajábamos. El presidente Cristiani llegaba sin seguridad y él manejando su propio carro, y ahí llegaban también los del FMLN', recuerda.

Durante el mandato de Riza El Salvador vivió el que oficialmente se conoció como el inicio del alto al fuego. El 1 de febrero de 1992 se conoció en los Acuerdos de Paz como el 'Día D', a partir del cual se ordenó un cronograma de desmovilización y separación de fuerzas. El año concluyó con un FMLN que pasaba de ser la vieja organización guerrillera a convertirse en partido político. Fue todo un suceso, porque saltando los procedimientos de ley, la antigua guerrilla por decreto se convirtió en partido político. 'Nosotros certificamos que el FMLN estaba desarmado', dice Riza, recordando el que considera lo más estremecedor que le tocó vivir como encargado de la misión. 'Creo que fue el día más impactante cuando el FMLN se convirtió en partido político legal', dice.

Para la misión de la ONU, sin embargo, aquello estaba cerca de convertirse en una pesadilla. Solo cinco meses después, un enorme estallido a 350 kilómetros de distancia ponía a hervir a El Salvador y hacía que la comunidad internacional temiera que el proceso volviera a las armas. Riza había terminado su trabajo en marzo de 1993 y todo parecía marchar con relativa calma. Faltaba un año para las elecciones generales de 1994 cuando ese estallido conmocionó a El Salvador.

A pesar de que el FMLN había sido certificado como una organización desarmada, pronto se supo que un arsenal escondido en el barrio Santa Rosa, de Managua, era propiedad de los efemelenistas. La extrema derecha salvadoreña aprovechó la ocasión para insistir en que la ONU estaba de parte de los antiguos guerrilleros y que era parte de un compló para entregar el país al comunismo. El nombre de Iqbal Riza quedó en entredicho.

17 años más tarde, sin embargo, Riza ganó numerosos aplausos de los políticos, incluidos varios de los protagonistas de aquellas fechas de posguerra. Ahí estaban el ex canciller y jefe de la delegación gubernamental de diálogo, Óscar Santamaría; la ex presidenta de la Asamblea Legislativa Gloria Salguero Gross y el ex comandante guerrillero Francisco Jovel.

El pergamino que hace constar el nombramiento como 'Noble amigo de El Salvador' se lo entregó Francisco Merino, quien era vicepresidente de El Salvador cuando Riza dirigió Onusal. Según el protocolo, es la máxima distinción que puede entregarse a un extranjero. Las palabras y aplausos sobraron para este hombre que en ambos bandos es ahora respetado.

“Este hombre hizo un gran aporte al cumplimiento de los Acuerdos de Paz, el cargo que ocupaba requería de un manejo cuidadoso, generar confianza y credibilidad entre los actores del conflicto armado”, dijo Mario Marroquín, diputado de Arena.

Norma Guevara, del FMLN, celebró el trabajo del diplomático y ocupo el micrófono para agradecer: “En ese momento tan crucial que vivía el país, a Riza más que intermediar le tocó buscar atajos que nos permitieran persistir en el no retorno al enfrentamiento armado.”

Cuando este hombre abandojó la jefatura de misión en 1993 el país iba bien encaminado en sus transformaciones. Ese mismos mes se desplegó la naciente Policía Nacional Civil, en Chalatenango. También ya se había programado la extinción de la antigua Policía Nacional y en general el proceso marchaba casi impecable.

Riza tenía 57 años cuando se estableció en El Salvador y sabía que no iba a ser fácil. Sus dudas radicaban en dos retos: las habilidades personales de él para dirigir la etapa de verificación más crítica de los acuerdos y la incertidumbre de cuánta colaboración iba a obtener de las partes.

Una vez, en sus primeras semanas en El Salvador, estaba comiendo en un restaurante cuando el comensal de una mesa vecina lo reconoció. Este se levantó y se dirigió hacia donde estaba Riza con sus acompañantes. Le dijo que él no debía estar en este país, que los extranjeros no tenían que estar inmiscuyéndose en los asuntos de los salvadoreños y le reclamó que se fuera de El Salvador. 'Yo le pedí que se retirara porque no lo habíamos invitado a nuestra mesa', recuerda Riza. El hombre se le abalanzó, en claro intento de golpearlo, pero fue neutralizado por los otros presentes. El hombre se retiró lanzándole una amenaza: 'We are going to kill you'. Riza tiene hoy 76 años.

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