Opinión /

Playa tomada


Lunes, 16 de agosto de 2010
Zulma Ricord de Mendoza*

En una búsqueda exploratoria en la costa pacífica oriental de El Salvador, y después de indagaciones y el permiso de una familia que ocupa lo que fuera una casa de playa, visité recientemente “El Icacal”. Esta playa hermosísima y paradisíaca se abre en unos  24 kilómetros de largo a la base de la Sierra o Cordillera de Jucuarán. De una belleza prístina, santuario de aves playeras, añadido al rumor de apacibles olas que bañan estas playas de arena blanca, cualquiera se siente invadido de un sentimiento de infinitez, plenitud y devoción que lo conecta con ese poder mágico de la Naturaleza.

El sentimiento desaparece pronto: alrededor, en vez de conchas marinas, aparece una línea de envases plásticos vacíos de todo tipo: gaseosas, aceites, tapas, latas, bolsas plásticas, pedazos de zapatos, chanclas de hule, llantas... El gran basurero que ha sido depositado allí por el propio mar, en una desesperación por librarse de estos elementos nocivos y extraños, o por manos humanas que no disponen de otro sitio o no conocen ninguna forma de desecharlos amigablemente o por la no menos inconsciente tripulación de  los barcos que arroja sus desperdicios al mar. Hay otro fenómeno que se añade: la transformación que ha sufrido esta franja costera en potreros que a su vez albergan cientos de cabezas de ganado. Es impresionante ver estas extensiones de tierra transformada que aún poseen hermosísimos y milenarios conacastes que otrora fueron parte de una de las extensiones más grandes de bosque seco, hoy en grave peligro de extinción.

Es debido a la  práctica del acarreo de ganado – y utilizando el camino más corto a través de la playa, que el excremento de ganado se suma al adorno de los desechos sólidos, haciendo que la playa sea prácticamente incaminable. En efecto, con malabares como los que que solíamos hacer cuando jugábamos Peregrina en nuestra niñez, uno se abre camino a la orilla de la playa, para disfrutar una bañada de película. Pero luego qué hacer, ¿dónde ir a quitarse la arena, dónde ir a dar un bocadito? ¿Dónde cómodamente a deleitar esa maravillosa escena marina que tenemos enfrente? ¡No hay dónde! Abundan los restos de ranchos abandonados cuyos dueños o ya no viven acá o simplemente el banco les cayó encima y tal como sucede con otras propiedades están en el vil abandono, para ser refugio de ciudadanos como nosotros, en el mejor de los casos, o de indigentes o ladrones, o las maras. ¿Quién quiere regresar  a un sitio así?

Al siguiente día visité la Isla Martín Pérez, una isla totalmente conservada, situada en el Golfo de Fonseca, la cual tiene una extensión de territorio de 2.2 km², playas de arena fina, vegetación playera hasta la orilla, con relictos de manglar, donde domina el Bosque Seco Caducifolio (los árboles renuevan sus hojas estacionalmente) y una pequeña entrada de agua proveniente del mar cuando hay marea llena.

Martín Pérez es lugar de nidación de las tortugas prieta (Chelonia midas) y golfina (Lepidochelys olivácea) razón por la cual el sitio ha sido objeto de protección y de interés científico para la comunidad de biólogos interesados en este tema.  La isla posee una belleza natural, resguardada con el paso de los años y desde donde se domina una escena panorámica impresionante. Sin embargo, a medida que el visitante se aproxima a su playa de escaso medio kilómetro, se siente impactado por la cantidad de basura acumulada en la isla. Un tremendo espacio con potencial para devenir  una Estación de Investigación con un mirador hacia El Golfo, donde visitantes puedan tomar fotos de calidad profesional (esto se cobra en otros países), pero lamentablemente está llena de las mismas “especies” encontradas en El Icacal: basura, desechos sólidos, suciedades que eliminan toda voluntad de permanencia.

Estos dos sitios son solamente muestras de lo que sucede en otras playas de nuestra franja costera, que evidencian la irresponsabilidad ciudadana, institucional, el juego de “ping - pong” de siempre: “eso no me toca, esto te toca, no es mi responsabilidad”… en fin,  una falta de seriedad, voluntad honesta y responsable desde los niveles institucionales hasta las comunidades que no ven la puerta de la oportunidad que se abre con tan solo la posibilidad de brindar servicios básicos e higiénicos, sin necesidad de una gran inversión, o esperar, bajo una ley del “menor  esfuerzo” que venga el gran capital a resolver o “tapar” el problema y ocultarlo en otra isla o playa aún por descubrir.

Falta aún mucho trabajo integral con visión de nación, de realmente  querer , desear y hacer posible esa unidad que traduce el esfuerzo colectivo en un resultado e incidencia positiva. Una integración conjunta de parte de los Ministerios de Turismo, Ambiente, Agricultura (CENDEPESCA), Fuerza Naval, Municipalidades, ADESCOS, ONG, usuarios de estos sitios y recursos  ya que entre todos manejan proyectos de montos considerables que se van diluyendo. ¿Será mucho pedir que se conforme un fondo especial destinado a la limpieza de playas, a divulgar campañas de concientización ambiental, fomentar que los hoteles y restaurantes reciclen y procesen los desechos sólidos? ¿Por qué el salvadoreño que vive en el exterior es respetuoso de las reglas? ¿Dónde entonces está la falla?

Quiero comprender qué se entiende por PUEBLOS VIVOS, si es reconocernos colectivamente con dignidad y orgullo de ser responsables con nuestro entorno, pues hagamos el esfuerzo por asumir esto como un primer paso, de lo contrario, cualquier propaganda de “El Salvador Impresionante”, será una triste desilusión.

 *Bióloga

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