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Menú del día en la prisión de Ciudad Barrios: frijoles, crema y celulares

Hace tres meses, un camión con desayunos para los reos del penal de Ciudad Barrios fue el medio por el que se intentó ingresar más de 100 celulares a la prisión. Los asaltantes incluso lograron bloquear la señal del localizador satelital del vehículo, mientras introducían en la comida los teléfonos y accesorios.


Domingo, 19 de septiembre de 2010
Edith Portillo

El sol aún esperaba unos minutos para salir ese día lunes. Eran cerca de las 5 a.m. y, todavía en la oscuridad y la quietud de la madrugada, Marcos, Édgar y Álex (nombres ficticios) se conducían en el camión con el que todos los días realizaban su recorrido matutino. Al pasar frente a la plaza central de Chapeltique notaron el tránsito, en sentido contrario, de un auto color amarillo. El camión siguió su camino hacia el norte, buscando salir del pueblo. Pronto, se percataron de que el auto había dado vuelta y ahora los seguía. Luego rebasó al camión y cuando iban dejando el centro de Chapeltique y empezaban a subir la cuesta en la ruta de salida hacia Ciudad Barrios, las luces del camión alumbraron al carro amarillo que les cerraba el paso adelante, atravesado.

Marcos era quien manejaba el camión Isuzu de tamaño mediano y para Álex era apenas el quinto día en este empleo. Ese día hacían su viaje matutino diario entre la ciudad de San Miguel y Cuidad Barrios. El vehículo, como siempre, transportaba en su contenedor un cargamento para un cliente muy particular: llevaba más de 2 mil desayunos para los reos del penal de Ciudad Barrios, una de las prisiones que alberga a reclusos pertenecientes a la Mara Salvatrucha.

El de Marcos era uno de los 20 camiones que ese día se dirigían a los distintos presidios del país, todos propiedad de Alimentos Prácticos (Aliprac), la empresa de origen guatemalteco que desde hace 10 años provee el servicio de alimentación a todo el sistema penitenciario salvadoreño.

Ese amanecer, los tres se sorprendieron al encontrarse con el vehículo atravesado en la vía, en el que se conducían dos hombres armados. 'Bájense y denme sus documentos de tránsito”, les dijo, con firmeza, uno de los dos hombres, que vestía un uniforme azul oscuro y una placa. Lucía como un miembro de la Policía Nacional Civil (PNC) y tanto él como su compañero cargaban en sus manos un arma larga cada uno. “Del carro se bajó un policía con un fusil como AK-47”, apuntó Álex en un papel en el que registró su relato del episodio.

En el acta de denuncia que posteriormente levantó la PNC de San Miguel se recoge además las características de los dos hombres: uno de ellos era de piel blanca, estatura alta, delgado y cabello recortado; el otro, moreno, bajito y también de cabello recortado negro. Ambos vestían el mismo tipo de uniforme y tenían sus placas doradas.

Fue solo al estar fuera del camión cuando los empleados de Aliprac empezaron a sospechar que los policías quizás no lo eran. Estos pidieron a los tres jóvenes que colocaran sus manos atrás de su cabeza y, apuntándoles con las armas, les ordenaron que subieran a pie cerca de una cuadra por la pendiente en la que se encontraban. Habiendo avanzado los introdujeron a un predio valdío al lado de la ruta, un terreno agreste con una casa abandonada y situado al filo de un barranco. “Estando ahí nos decían que nosotros éramos los que les pasábamos droga (...) Hablaban por teléfono diciendo ‘comandante, ya los tenemos aquí’”, recuerda Édgar.

En ese lugar, según lo que contaron los tres empleados, los mantuvieron retenidos por unos 40 minutos, hasta que uno de los supuestos policías volvió diciéndole al otro que “el comandante”, ese con el que hablaban por teléfono, decía que no era ese el camión que estaban esperando. Entonces los dejaron ir, pero advirtiéndoles que no contaran nada de lo sucedido.

Una cuadra abajo, sobre la calle, seguía el camión en el mismo lugar donde lo habían detenido. En el interior de la cabina, sin embargo, no estaba todo intacto. Faltaban tres dólares en la billetera de Marcos, una calculadora y tampoco estaba el teléfono de la empresa con el que suelen reportar su ubicación en la ruta hacia el penal.

Lo que no sabían es que el dispositivo del sistema de posicionamiento global (GPS, en inglés) que tenía el vehículo, la otra forma que la empresa tenía para localizarlos desde su base en San Miguel, tampoco estaba funcionando. La última hora de la mañana que fue registrada en el sistema de Localiza, la empresa que da el servicio de GPS para los camiones de Aliprac, fue las 4:54 a.m, cuando paró en el municipio de Chapeltique. La siguiente hora de localización fue hasta las 6:02 p.m., ya en la planta de la empresa, en San Miguel.

“El vehículo estuvo fuera de localización hasta como las 6 de la tarde, porque el sistema, cuando es bloqueado, se resetea, entonces mientras se reinicia tarda algunas horas”, dice uno de los gerentes de Aliprac, que por razones de seguridad también prefiere no ser identificado. El reporte que Localiza envió a Aliprac cuatro días después indica que hay equipos que pueden bloquear las señales de GPS y sugiere que esto pudo haber ocurrido esa madrugada. “El dispositivo de bloqueo estaba seguramente en el otro vehículo, y funciona para bloquear aparatos que estén en un radio de 10 metros”, dice este gerente.

Menú: frijoles, crema... y celulares

Sin forma de comunicarse con la planta y fuera del radar del GPS, Marcos volvió al volante y decidieron seguir con Édgar y Álex hacia Ciudad Barrios. Llegaron al reclusorio cerca de las 6 a.m. y, antes de que el custodio les dejara pasar al segundo portón, le informaron de lo sucedido. “Le dijimos que nosotros sospechábamos que habían echado algo a la comida. El custodio nos permitió entrar y bajamos una caja y dos hieleras (...) estando adentro, el comandante de guardia llamó a la PNC y estando ellos presentes empezamos a bajar las jabas de pan y las hieleras”, recuerda Édgar.

Según la hoja de control de entrega de alimentos de Aliprac, que tiene el detalle de lo introducido al contenedor del camión en cada viaje que hace, ese día iban 2 mil 109 raciones para los reos de Ciudad Barrios. Era un menú de frijoles molidos, pan con queso y crema, tortilla y café. Todo iba dispuesto en termos, barriles o hieleras, y en el caso de los panes, que simplemente debían estar a temperatura ambiente, estos se encontraban en unas cajas o jabas plásticas.

Cada recipiente, de acuerdo con los procesos de seguridad dentro de las tres plantas de Aliprac en el país, iba sellado además con un marchamo de seguridad, una especie de pequeño cintillo plástico color rojo, que tiene un código único y las siglas de la planta de donde proviene la comida. Una vez cerrados los marchamos, para poder abrir los recipientes solo es posible hacerlo rompiendo ese pequeño dispositivo plástico.

Esos cintillos, justamente, fueron los que llamaron la atención de la Policía una vez llegaron al centro penal e iniciaron la revisión del contenido del camión. El reporte que el director de la prisión de Ciudad Barrios, el comandante Félix Ruiz, envió al director general de Centros Penales, Douglas Moreno, da cuenta de lo que pasó en ese momento: la Policía “procedió a revisar los alimentos en el área de descarga ubicada en el control dos, observando que 11 jabas plásticas, de las cuales tres son de color blanco transparentes y nueve de color azul, conteniendo pan francés en bolsas plásticas transparentes, habían sido violentadas del sello o marchamos de garantía que le ensambla la empresa, y al registrarlas se observó que al interior de cuatro jabas de las 11 venían por separado cuatro bandejas de acero inoxidable con doble fondo”.

Marcos recuerda entonces que, durante el registro, los policías se percataron de que las bandejas tenían ese doble fondo debido a que, para estar vacías, tenían demasiado peso. “Se sacaron las bandejas y estas estaban bien pesadas, entonces fue que los policías dijeron que ahí dentro de las bandejas iba algo. Se procedió a abrir las bandejas golpeándolas alrededor, quitándoles una cosa tipo flex con un desarmador y martillo”, dice el recuento del motorista.

Lo que los agentes policiales encontraron al desarmarlas resultó ser un preciado cargamento para los internos del penal. Según el reporte del comandante Ruiz, en la primera bandeja había 29 celulares, 31 accesorios para los aparatos, más 12 bolsas plásticas pequeñas, “conteniendo al parecer levadura”. En la segunda, 26 teléfonos y 16 accesorios; en la tercera, 30 teléfonos, 12 accesorios, una batería y otras 12 bolsas con levadura; y en la cuarta, 30 celulares, 21 accesorios, otra batería y 10 chips para teléfonos de diferentes compañías.

En total, el botín era de 115 celulares, aparatos ilícitos en todo el sistema penitenciario que, por las deficiencias en el bloqueo de su señal desde los centros, se ha reconocido oficialmente que son usados para que pandilleros coordinen desde dentro operaciones de estos grupos, como extorsiones, homicidios e incluso órdenes de paro del transporte colectivo a nivel nacional, como según la PNC ocurrió el pasado 7, 8 y 9 de septiembre.

¿Aplausos para quién?

Ese 7 de junio y el día siguiente, distintos medios nacionales publicaron sobre el hallazgo de los celulares y reprodujeron la versión de la Policía y Centros Penales. “Capturan a tres por intentar ingresar 115 celulares al penal de Ciudad Barrios”, decía uno de los titulares, haciendo alusión a los tres empleados de Aliprac. “115 celulares iban ocultos en comida”, “Decomisan más de 100 celulares en penal de Ciudad Barrios”, fueron otros de los titulares.

Las notas hablaban de cómo gracias al personal de seguridad de Ciudad Barrios y a la PNC se había logrado detectar los aparatos dentro de la comida, y recogían además las reservas que el mismo director general de la Policía, Carlos Ascencio, había expresado sobre la versión de los tres empleados. “Las personas (los empleados de la empresa) han sido detenidas. Ellos arguyen que fueron asaltados por personal desconocido, pero no se dirigieron a la Policía a interponer denuncia”, dijo Ascencio en aquella ocasión.

Fue en ese momento, con las sospechas puestas sobre los tres hombres, que la relación entre Aliprac y la Dirección General de Centros Penales tambaleó por primera vez en 10 años. Los tres empleados de la empresa fueron interrogados por la Policía y las autoridades del centro penitenciario, a quienes volvieron a contar todo el episodio ocurrido al salir de Chapeltique.

Cerca de las 4:30 p.m., los jóvenes fueron finalmente liberados y dirigidos a la PNC de San Miguel para que pudieran interponer una denuncia por privación de libertad por parte de los hombres que los asaltaron. Para entonces, sin embargo, las reservas expresadas por el director de la PNC ya eran públicas, así como la versión de que el descubrimiento se había logrado gracias a una operación de inteligencia policial.

Centros Penales y la gerencia general de Aliprac, mientras tanto, se habían sentado ya durante el día para tratar el asunto, aunque ambos recuerdan con distintos énfasis el resultado de aquel encuentro. “Inmediatamente que pasó el hecho, nos sentamos con ejecutivos de Aliprac. No vamos a permitir un nuevo ingreso de ilícitos de esta naturaleza. Si llegamos a descubrir que sí había participación, entonces podríamos hablar de no renovarles el contrato para el próximo año (...) Si volvemos a detectar un hecho de estos, vamos a sospechar que está estructurada por parte de algunos empleados de Aliprac la introducción de ilícitos”, dice el director Douglas Moreno.

La impresión con la que se fue de la reunión uno de los gerentes de Aliprac es distinta. “Yo considero que las relaciones han quedado muy bien, por palabras mismas del licenciado Moreno. Él expresó que no tiene ninguna duda de que Aliprac no se va a prestar para eso (...) No hemos tenido ningún reclamo por parte de la dirección general, ellos confían mucho en el profesionalismo de la empresa”, dice.

Para mayor tranquilidad de Moreno y de la misma empresa, Aliprac ordenó, tres días después de lo ocurrido, que sus empleados se sometieran a una prueba de polígrafo y así poder sustentar la veracidad de su versión. El 10 de junio, Marcos, Édgar y Álex asistieron a la prueba, donde a cada uno se le preguntó si sabía con anticipación que los interceptarían, si estaban de acuerdo con las personas que los interceptaron para introducir los teléfonos celulares, si recibieron alguna amenaza para colaborar con los asaltantes y si estarían dispuestos a recibir una compensación económica por ayudar a introducir los teléfonos celulares al penal. Los tres empleados, según los reportes de la empresa de seguridad que les realizó la prueba, habían dicho la verdad sobre lo sucedido el 7 de junio: “Basándonos en la entrevista y el análisis científico del resultado de la prueba poligráfica se concluye que el señor Marcos no mintió en las respuestas a las preguntas antes mencionadas. Por lo que se concluye que es confiable”. El mismo veredicto se dio sobre los otros dos.

Aliprac quiso entonces enterar de estos resultados a Centros Penales y envió una carta a Douglas Moreno, en la que enfatizaban que los empleados gozaban de la confianza de la empresa y que los procedimientos de seguridad de esta habían contribuido al hallazgo de los celulares. “Queremos manifestar que nuestro personal cumplió en todo momento con el procedimiento de seguridad, y a pesar de las amenazas recibidas por los falsos policías que los interceptaron en el camino, tuvieron el coraje y valentía para alertar a los custodios del centro penal de Ciudad Barrios”, se lee en la carta, fechada 15 de junio.

La Fiscalía, por medio de su sede en San Miguel, continuó también con las investigaciones del caso, entrevistando nuevamente a los tres jóvenes en varias ocasiones y reconstruyendo con ellos la escena del delito. La fiscal del caso, Dora de Lazo, a tres meses de iniciada la investigación, asegura que se ha descartado ya la participación de los tres empleados en la introducción de los teléfonos, los accesorios y los chips.

“Todavía está en ‘sobreaveriguar’ el caso, es decir que todavía no hemos podido determinar quiénes fueron las personas que introdujeron los celulares (al camión), pero ya la participación de ellos (los empleados) en la investigación está completa y se descarta que ellos hayan estado involucrados”, asegura la fiscal.

A Douglas Moreno, sin embargo, no termina de convencerlo la versión de los empleads, e insiste en que la Fiscalía debería indagar más sobre su posible vinculación. “Sabemos que no pasó mayor cosa, que la Fiscalía no encontró mayor mérito, pero sí creo que la Fiscalía puede profundizar más con respecto a lo que pasó en este caso, creo que podríamos encontrar una red o algo mayor estructurado, más de lo que se nos ha dicho, creo que hay que investigar más”, dice el funcionario.

El hecho de que hayan sido los mismos empleados los que informaron de lo ocurrido en el portón de la prisión tampoco es argumento para Moreno, quien sostiene que a los trabajadores, dadas las medidas de seguridad en los centros penitenciarios, no les quedaba más que decir algo a los custodios. “Nos extraña, porque tú no pones 115 celulares en un camión sin saber quién los va a distribuir en un penal, nadie los mete sin decir quién los va a recibir y quién los va a distribuir. Eso es planeado (...) Creo que estaban claros que no podrían vulnerar el sistema, no creo que haya sido (el informar a los custodios) porque querían hacerlo”.

En Aliprac, mientras tanto, persiste la molestia por lo que, según su juicio, fue una mala actitud de las autoridades al haberse agenciado el descubrimiento y dejar a los empleados de la empresa como los responsables. “Qué lástima que se manejaron las cosas de esa manera. Después de haber sido objeto de la detención, si esta gente agarra para la Policía a denunciar, yo creo que ni hubieran llegado a la Policía, hubieran atacado el camión. Lo mejor fue haber hecho lo que hicieron, llegar al centro penal, no meter el camión e informar lo que había pasado, pero nunca pensé que se fueran a agenciar el éxito del descubrimiento, cuando fuimos nosotros mismos los que dimos la voz de alerta”, se queja uno de los gerentes.

Fueron los procesos de seguridad internos de la empresa, dice, los que en realidad funcionaron, pues si ellos no manejaran todos sus recipientes con marchamos de seguridad, difícilmente los custodios pudieran haberse dado cuenta de que las jabas de pan habían sido violadas. Además, agrega, los delincuentes metieron las bandejas de acero inoxidable donde nunca se colocan, es decir, las introdujeron en jabas plásticas y no dentro de los termos. De no estar establecido esto en sus protocolos, razona, tampoco les hubiera resultado extraño encontrar esas bandejas metálicas en los recipientes de pan.

Tras la madrugada del 7 de junio, los camiones de Aliprac que todos los días viajan a Ciudad Barrios, una por cada tiempo de comida, ya no van solo con personal de la empresa, sino que tienen escolta de seguridad privada.

Marcos, Édgar y Álex tampoco conducen ya de madrugada por la ruta en la que fueron asaltados. Para no poner en riesgo su seguridad, han sido reubicados en otras actividades de la empresa.

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