Opinión /

Esperanza y desesperanza


Domingo, 3 de octubre de 2010
Mauricio Silva

Para algunos salvadoreños el país se ve con esperanza, para otros con desesperanza. Estos últimos son, según las encuestas, la mayoría, y probablemente los más jóvenes. Ambos tienen argumentos válidos, es ver el vaso medio lleno o medio vacío. Los primeros debemos compartir nuestras razones de esperanza, los segundos tienen la responsabilidad de examinar bien lo que motiva su estado de ánimo y luchar por cambiarlo. Todos debemos seguir construyendo patria.

Muchos de los que vemos el futuro del país con esperanza vemos el mediano y largo plazo, vemos los cambios que se han dado en este último medio siglo y lo que el país podría ser de seguir este rumbo - con algunos cambios básicos.  El Salvador podría ser un país con un desarrollo muy dinámico basado en la riqueza de su gente y sus recursos naturales, pero un desarrollo más modesto, respetando nuestras diferencias, priorizando el empleo y el medio ambiente, buscando mayor igualdad, enfatizando la educación y la cultura, acercándonos al modelo de Costa Rica.

La violencia civil, los costos de la transición y residuos todavía existentes de una cultura personalista y de corto plazo, hacen difícil fortalecer la esperanza ahora. Pero el país ha experimentado cambios sustanciales en el pasado medio siglo que nos deben hacer pensar que un país diferente es posible.

Hace solo unas pocas décadas en El Salvador nadie, excepto unos pocos, podían expresarse libremente. Esos pocos controlaban todo – el poder económico, los medios de comunicación, el ejército, los tres poderes del estado y la mayoría de los partidos políticos. Decir, incluso pensar, algo diferente a ellos era motivo de represión. Pocos negocios podían desarrollarse, si no era a su sombra, de alguna forma u otra se acababa dependiendo de su crédito, o su seguro, o su recomendación o beneplácito. Ello ha empezado a cambiar. Varios empresarios están conscientes de la necesidad de un desarrollo más balanceado, de reducir la pobreza e incrementar la clase media. Falta convencerlos de que para ello deben pagar más impuestos.

Antes decíamos “creo que es seguro salir, no hay cuerpos de seguridad en las calles”, ahora el ejército es, según las encuestas, el que mayor garantía de seguridad le da a la población. El aparato del estado ya no se presta para reprimir. Los que nacieron antes de los setenta nunca tuvieron opción de voto, los que deseaban votar en contra del status quo, nunca pudieron emitir un voto válido hasta después de la guerra. Hasta hace dos décadas la población en pobreza excedía el 60 %, ahora está cerca del 40 %.

Nunca se dio una verdadera separación entre los tres poderes del estado, lo que decía el Ejecutivo era lo que la Asamblea legislaba y la Corte decretaba justo y, en muchos casos, lo que el Ejecutivo decía, el partido mandaba, y, lo que el partido mandaba, el poder económico decidía. El partido del poder económico ya no está en el poder; empezamos a ver casos en que el Presidente piensa diferente del partido; en que la Corte no decide lo que el Presidente quiere. Ello da esperanza para mayor justicia, para que mayores voces sean oídas.

Los medios de comunicación, tanto escritos como televisivos, son en su gran mayoría muy parciales, controlados por ese poder económico. Es casi a diario que podemos constatar que las opiniones e intereses de la gran empresa privada se reflejan en muchos de los periódicos y canales de televisión. 

Son esos medios los que han construido uno de los grandes obstáculos para que la esperanza no se desarrolle en buena parte de la población. Ese obstáculo es el miedo al cambio, el miedo a salir de un extremo como el que hemos vivido y se ilustra arriba, para caer en otro extremo. Ese otro extremo fue en la década pasada “el comunismo” que vendría con un gobierno del FMLN, eso pasó y el extremo no se dio. Hoy insisten en el miedo del “Socialismo del Siglo XXI”. La sabiduría del pueblo, reflejada en la historia del voto popular en nuestro país, demuestra que ello está muy lejos de ser posible. La historia reciente de América Latina, también nos enseña que esos extremos no se han dado. Cada vez más el salvadoreño sabe interpretar esa prensa. Los responsables de esos medios, por lo menos de algunos de ellos no tan cerrados, deberían aprender de la historia y entender que la mejor forma de defender sus intereses es por medio de un periodismo profesional, transparente, que refleje la verdad.

Ese cambio en los medios de comunicación es una tarea pendiente para dejar florecer la esperanza. El otro cambio necesario es detener la violencia, la lucha allí se debe dar en nuestro país en dos campos: las luchas frontales contra el narcotráfico y contra la pobreza. Ambos campos requieren de acciones en varias áreas, menciono solo una para cada uno: la lucha contra los narcos requiere romper la impunidad, la contra la pobreza requiere hacer de ello el eje fundamental de nuestro desarrollo.

Si priorizamos la reducción de la pobreza, lo que implica que le asignemos a ese objetivo mucho más recursos, los que deberán venir en buena medida de mayores impuestos, y sacamos al narcotráfico incrementándoles los costos al controlar la impunidad, sentamos bases fundamentales para un mejor país. Ello implica también que como sociedad debemos priorizar el bien común sobre el privado. Ello, y la verdadera libertad de prensa y política, permitirán un mayor debate, botar el miedo al cambio, desarrollar una cultura que se preocupe por el bien común como pilar de nuestro desarrollo. Todo ello permitirá abonar sobre los cambios iniciados en la última década, lo que ojalá repercuta en una mayor esperanza en las nuevas generaciones. 

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