Opinión /

Lecciones de Chile y los mineros


Domingo, 24 de octubre de 2010
Mauricio Silva

Chile se encontraba por celebrar su bicentenario cuando sucedió el derrumbe en la mina San José. En las reflexiones y búsquedas propias de esa celebración sus ciudadanos estaban preguntándose cómo iban a cumplir la meta que se habían trazado de ser un país totalmente desarrollado para el 2020. Un artículo por Paula Escobar Chavarría, editora del diario El Mercurio de Chile y miembra de la Comisión Nacional para la Celebración del Bicentenario, titulado “Por 69 días, excavando hondo en el alma de Chile”, tiene reflexiones y lecciones que ella saca de los sucesos de San José y cómo ellos les ayudaron a contestar esa pregunta, los cuales podemos aplicar a El Salvador. Todas las citas de esta columna en la cual no se menciona fuente, son de ese artículo.

Escobar empieza su análisis por el mensaje que enviaron los mineros: “Estamos bien en el refugio los 33”, haciéndonos ver lo que el mensaje no dice; “no dice ayúdenos, sáquenos de aquí, nos estamos muriendo; la actitud de los mineros fue todo lo contrario. Estamos bien, todos nosotros, dijeron. Sigan tratando de sacarnos. Sigan haciendo su trabajo porque nosotros todavía estamos haciendo el nuestro”.  Con la potencial tragedia en desarrollo los chilenos empezaron a preguntarse si deberían celebrar. “¿Cómo podemos unirnos a las naciones desarrolladas si permitimos que compañías privadas sometan a sus trabajadores a riesgos como los que los que estos hombres estaban enfrentando? ¿Puede la sociedad quedarse callada ante tales injusticias para aquellos que nacieron sin privilegios?”

“Con su mensaje, los mineros nos dieron el principio de la respuesta. Su fuerza de acero, esa habilidad para evitar quejas o demandas y de revelar dignidad y confianza ante momentos duros fue la lección emocional más grande; donde podíamos haber esperado desesperación, vimos calma, lógica, estrategia, perseverancia”. Todo el país se unió, los mineros y sus familias esperando pacientemente, pero poniendo de su parte, uno de ellos asumiendo liderazgo, todos con disciplina, controlando el pánico y el estrés, buscando un fin común: salir de la mina. “Ninguno de los mineros tomo clases de liderazgo en tiempos de crisis, pero lograron sobrevivir unidos. Recordaremos hombres ordinarios comportándose de forma extraordinaria.”

En la superficie un equipo heterogéneo trabajó sin cesar por lograr el fin común: profesionales, operadores, expertos de la NASA, el ministro y hasta el Presidente. Las familias apoyando en solidaridad, el presidente Piñera manteniendo la esperanza cuando varios le decían que era imposible encontrarlos y sacarlos con vida. Un millonario chileno ofreciendo $10,000 a cada familia. Ahora los chilenos ya no querían imitar a nadie, tenían claro que solo “queríamos ser chilenos. Mejores chilenos.”

Después de esa reflexión sobre la necesidad de la unidad, de que todos debemos poner nuestra parte, de solidaridad y de necesidad de justicia, Escobar pasa a preguntarse por Chile de cara al futuro. “¿Pero que del resto de Chile y nuestras aspiraciones de ser una nación desarrollada del primer mundo? Si no estaba claro antes lo está ahora. No vamos a lograr verdadero desarrollo si no superamos primero la inequidad en nuestro país y en nuestro continente, si no logramos una sociedad en la cual cada trabajo conlleve dignidad. Les fallamos (a los mineros) cuando la indiferencia de los dueños de la empresa minera se unió a la de una sociedad igualmente incapaz, quizás hasta ahora, de cuidar mejor a aquellos de nosotros nacidos sin privilegios, pero capaces de tanto. Estaremos verdaderamente desarrollados si medimos el desarrollo no por el PIB per cápita, sino porque todos nuestros ciudadanos tengan la oportunidad de vivir su vida con dignidad; si tenemos el coraje de iluminar aquellos lugares que hasta ahora han permanecido en sombras.”

Siguiendo ese razonamiento el Presidente Piñera empieza su gira europea de esta semana declarando “Mantener nuestro compromiso y nuestra fe, trabajar unidos y utilizar todos los recursos tecnológicos y humanos fue clave para el éxito. La lección más importante del rescate de los mineros es que no podemos perder un segundo. La tardanza es un pecado capital”. Y con esas lecciones pasa a declarar sus objetivos: “eliminar la pobreza para el final de esta década; eliminar la inequidad para lo cual es necesario mayor inversión en educación y tecnología… la batalla por el futuro, por el desarrollo…la madre de todas las batallas la vamos a ganar en las aulas; mayor regulación y supervisión laboral, para que los hijos de los mineros puedan trabajar en mejores condiciones de seguridad que sus padres. (Para ello) el sector público necesita crear las condiciones para los inversionistas privados.” El Presidente también castigó a los culpables, despidió a los más altos oficiales de la agencia reguladora de minas, prometió triplicar el presupuesto de la misma y brindará apoyo a los mineros y sus familias en las demandas a la empresa por las violaciones a los requerimientos de seguridad.

El Salvador está lejos de poder tener las aspiraciones de Chile, pero si podemos aspirar a cumplir con las metas que nos impusimos con respecto a los Objetivos del Milenio en cuanto a desarrollo económico, reducción de pobreza, inequidad, escolaridad, salud, etc. Ello sería un gran paso, un paso que, si seguimos esas lecciones de Chile, podemos lograr. Esas lecciones principales son que para lograr un verdadero desarrollo debemos confiar en nosotros, unirnos bajo un fin común - bajo el concepto de la nación que queremos ser, que no podemos avanzar dejando un sector importante de la población atrás, que los liderazgos son claves y que los lideres tienen una responsabilidad histórica que cumplir, que todos debemos poner de nuestra parte, incluyendo la empresa privada que debe respetar la reglas y el estado que debe hacerlas cumplir, y que debemos preservar  en esa lucha –el desarrollo es una lucha de largo plazo, pero para lograrlo debemos empezar ya. En esa lucha, “la tardanza es un pecado capital”.

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