Opinión /

La noticia del año en Guatemala


Lunes, 27 de diciembre de 2010
Juan Luis Font/elPeriódico*

La noche del jueves 27 de mayo en que cayó arena del cielo y la ciudad quedó convertida en una enorme playa sin mar ofreció un espectáculo impresionante, pero esa no es la noticia del año. Tampoco la ascensión de Carlos Castresana a los cielos y su posterior descenso a la tierra (que es como el infierno). Ni siquiera la destrucción de la red vial que nunca terminamos de construir, por cuenta de Agatha, fue la noticia de 2010. Ni la ampliación del programa Mi Familia Progresa a 232 municipios o las evidencias de corrupción del ex ministro Raúl Velásquez.

Aquí la noticia fundamental, porque marca nuestro futuro e ilustra el marco en el cual habremos de vivir al menos la siguiente década, tiene que ver con la guerra sorda por llevar droga a los consumidores de Estados Unidos desde Ecuador, Perú y Colombia. En realidad tiene que ver con la determinación del Estado de Guatemala de oponer resistencia de una manera más articulada a ese trasiego. La declaración del Estado de Sitio en Alta Verapaz, la aprobación de la Ley de Extinción de Dominio, la lucha contra las narcoganaderías en una vasta zona de Petén señalan simplemente que la presión ya es gigantesca sobre Guatemala para que abandone esa especie de interesado autismo en el que hemos vivido durante la última década.

Las balaceras en Cobán o Zacapa, o en Tikal Futura en la ciudad de Guatemala, la secesión en la práctica del resto del territorio nacional de esa franja fronteriza, que va desde Malacatán hasta Tilapa, son signos de cuánto ha calado el poder del narcotráfico en el país.

No es ninguna novedad enterarnos hoy que México considere a Guatemala el segundo mayor proveedor de armas para los traficantes. Buena parte de esas armas provienen de nuestros impuestos porque oficiales del Ejército nacional se han dedicado a vender su arsenal al mejor postor desde hace tiempo.

Orientado ahora hacia el combate al narcotráfico, el Ejército va rumbo de recobrar un papel y una preponderancia que la firma de la paz le había arrancado. Inevitablemente, tendremos que gastar más, mucho más en fortalecerlo y dotarle de capacidad de movilización y en construir una Policía por lo menos apta, en lo mínimo, para afrontar la guerra. Una guerra sin opción de triunfo, por cierto.

Guatemala (o México, o Colombia) apenas puede administrar el problema en el mejor de los casos. Puede aspirar a ejercer más control sobre su territorio, pero es iluso creer que sea capaz de derrotar a una industria financiada por el país más poderoso del globo. El dinero para mantenerla con vida fluye incesante.

Por eso, porque tienen conciencia de que el conflicto con el narcotráfico solo puede administrarse, los gobiernos de la región combaten en forma selectiva a sus enemigos y alcanzan acuerdos con otros más. Sin ir más lejos, el gobierno de Felipe Calderón en México vive bajo sospecha de combatir al cartel del Golfo mientras tolera e incluso favorece el trasiego de cartel de Sinaloa o el del Chapo Guzmán.

La guerra a la que hemos sido arrastrados de manera silenciosa no conocerá fin hasta que Estados Unidos decida cesar la prohibición de la venta de narcóticos, pero para eso parece que falta aún mucho tiempo. De manera que, a prepararnos para vivir una lucha desesperada y desesperanzadora.

*El autor es jefe de redacción de elPeriódico de Guatemala, donde este texto fue originalmente publicado.

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