Opinión /

El tirano está desnudo


Domingo, 27 de febrero de 2011
Luis Fernando Valero

Lo que ha acontecido en el norte de África es un impresionante aviso a navegantes. Las fichas de dominó están cayendo sin desmayo aunque en algunos casos su caída esté siendo, tristemente, muy sangrienta: se habla de más de diez mil muertos en Libia.

Lamentablemente los países occidentales, desde los Estados Unidos a la Unión Europea, que debían dar ejemplo y haber sido los primeros en celebrar esas caídas, han mantenido en algunos casos ominosos silencios, y la ministra de Exteriores francesa o el propio Berlusconi han sostenido colaboraciones indecentes con personajes que se sabían corruptos hasta la médula, pero con los que hacían suculentos negocios, lo que ha demostrado palpablemente que una cosa es predicar y otra dar muy diferente dar el trigo del ejemplo, o si se quiere, una cosa son los principios y otra muy diferente la energía, la economía y los mercados.

El ejemplo más triste de cómo el dinero en ocasiones hace mirar para otro lado ha sido el caso de Gadafi, un personaje estrambótico, considerado durante mucho tiempo un terrorista confeso, que por arte de la necesidad energética pasó a ser aceptado, aplaudido y recibido con todo tipo de honores a pesar de su actitud personal. Llegando el caso de exigir a un país democrático, como Suiza, a tener que liberar a su hijo Aníbal de muy serios actos de violencia de género o quitaba todo el dinero de sus cuentas Suizas.

Su caída, cuando se escriben estas líneas, no ha ocurrido todavía, pero es evidente que la sangre que está derramando hace imposible cerrar por más tiempo los ojos y debe llevar a la diplomacia internacional a no decir más veces aquello de: es un problema de asunto interno.

Hay en el mundo personajes que es necesario que la comunidad internacional deje de mirar para otro lado. Castro, Obiang, Kim Jong-il, Mahmud Ahmadineyad, Wen Jiabao, ¿Se está o no se está por lo principios y los valores éticos reconocidos en la carta de los Derechos Humanos y son irrenunciables?

Si el refrán fuera exacto, en aquello de dime con quién andas y te diré quién eres haría sonrojar a más de uno.

Hay que reconocer que el personaje Gadafi ha sido celebrado excesivamente y ha contaminado a demasiados, quizás el que más se haya excedido haya sido Hugo  Chávez, que nada menos que lo condecoró con la Orden del Libertador y le entregó una réplica de la espada de Bolívar. Blair le ofreció su amistad visitándolo en su jaima de Trípoli, dio vuelta de hoja al atentado del vuelo de la PANAM 103 sobre Lockerbie; Berlusconi en Roma le agasajó de sobremanera; y París hizo suculentísimos negocios con él. Hasta el rey de España le recibió con los máximos honores. Hoy probablemente lamentan aquellos excesos.

Estamos en un momento de la historia en que se pueden cambiar muchas cosas, si de verdad se hace lo que se dice. No es verdad que para que se arreglen las cosas los pueblos tengan que pasarlo mal para que los mercados se arreglen, hay varias formas y posibilidades, pero los que pueden deben dar ejemplo y no olvidarse de las cosas que se han dicho, si no al final los pueblos se hartan y las democracias castigan a los que dicen una cosa y hacen otra.

Por lo que se está viendo en el norte de África los jóvenes, aún sin democracia, se han cansado de esperar y que les sigan mintiendo, lo triste es que los países desarrollados no están a la altura de la circunstancia y tienen el síndrome de Estocolmo energético y el de la invasión inmigratoria.

Hay que aceptar que lo que está aconteciendo en esos países árabes es un signo de esperanza y todos deben hacer porque no se malogre, ojalá en Cuba los jóvenes cubanos hicieran lo que están haciendo los jóvenes de Túnez, Egipto…

En Hispanoamérica, los Gobiernos, los Parlamentos y las élites sociales deberían darse cuenta de que están ante unas perspectivas muy positivas y que convendría atender la esperanza de sus pueblos y en donde el pueblo los ha elegido democráticamente pero no para proyectar inseguridades jurídicas ni atender los caprichos verbales de algunos de sus líderes, sino para un trabajo continuado en donde la corrupción y la satrapía no tienen lugar, y buena prueba de ello es Brasil o Chile en donde la continuidad democrática y a la alternancia del poder y no ser el líder quien se perpetúe en el poder, es una garantía de prosperidad para el futuro.

Incluso en el África subsahariana se muestran algunas señales prometedoras. Ojalá no se frustren.

La globalidad no solo debe ser para los mercados, la globalidad implica que todos los pueblos del mundo quieren vivir mejor y desean paz y prosperidad y ello lo han demostrado claramente los jóvenes árabes del norte de África, y ello nos debe a todos llevar a reflexionar si no hay que ir acompañando la globalidad de los mercados y de la economía a una globalidad de igualdad de derechos fundamentales para todos, un Mínimum vital ético que diría Alberto Masferrer.

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