Opinión /

Japón o el nuevo humanismo


Domingo, 20 de marzo de 2011
Luis Fernando Valero

Kenzaburo Oé, premio Nobel de Literatura en 1994, una de las conciencias lúcidas de Japón, ha declarado en una entrevista (Philippe Pons. Tokio.El  País. Internacional.18/03/2011)  que su país ha entrado en un nueva era, en donde hay  dos  momentos que unen ese pasado con el presente más actual: los muertos en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, las víctimas de la radiación de Bikini y las víctimas de las explosiones en las centrales nucleares en la actualidad.

Muchos japoneses han cuestionado el uso de la energía nuclear y Oé ha sido unos de ellos, por ello afirma: “Los japoneses, que conocieron el fuego atómico, no deben plantearse la energía nuclear en función de la productividad industrial, es decir, no deben tratar de extraer de la trágica experiencia de Hiroshima una receta para el crecimiento. Al igual que en el caso de los seísmos, los tsunamis y otras calamidades naturales, hay que grabar la experiencia de Hiroshima en la memoria de la humanidad: es una catástrofe aún más dramática que las naturales porque la provocó el hombre. Reincidir, dando muestras con las centrales nucleares de la misma incoherencia respecto a la vida humana, es la peor de las traiciones al recuerdo de las víctimas de Hiroshima”.

La impresionante hecatombe de Japón llama a la reflexión al género humano, en primer lugar por el comportamiento del pueblo japonés, era impactante ver el pavoroso caos que les rodeaba y ellos, haciendo fila, sin un aspaviento, sin un grito, sin un reclamo para pagar las pertenencias que adquirían en un supermercado arrasado por el seísmo.

Como ha escrito un cronista: “Lo más asombroso es el estoicismo de la población, su capacidad de aguante, su dignidad ante la tragedia. Se habrán fijado que apenas hay lágrimas, y si las hay, son furtivas. Como no hay gritos ni llantos plañideros. Sólo los ojos delatan el dolor, no es menos intenso por contenido. Nadie maldice al destino. Se busca entre los escombros lo que puede haber quedado de los enseres familiares y se alejan sin decir palabra. Porque el dolor verdadero es así, sobrio y callado, mientras el dolor falso es declamatorio y vociferante. ¿Se imaginan ustedes la que se habría armado en otros lugares ante una tragedia de esta magnitud? Los gritos se escucharían a cientos de kilómetros, las imprecaciones no perdonarían a nadie y el caos sería aún peor que la tragedia en sí. ¿Se imaginan, sobre todo, las voces pidiendo responsabilidades, exigiendo ayudas, subvenciones, indemnizaciones? Claro que se lo imaginan porque lo hemos visto y oído montones de veces ante desgracias considerablemente inferiores”.

Esta es la más importante lección del pueblo japonés.

Otra lección importante es que no se debe ser ambiguo. Y por ello Kenzanburo Oé señala: “Japón reconstituyó progresivamente una fuerza armada mientras que los acuerdos secretos con Estados Unidos permitieron la introducción de armas atómicas en el archipiélago, vaciando de sentido los tres principios antinucleares oficialmente anunciados. Esto no quiere decir, sin embargo, que no se tuvieran en cuenta los ideales de los hombres de la posguerra. Los japoneses habían conservado el recuerdo de los sufrimientos del conflicto y de los bombardeos nucleares. Los muertos que nos miraban nos obligaban a respetar esos ideales. El recuerdo de las víctimas de Hiroshima y de Nagasaki nos ha impedido relativizar el carácter pernicioso de las armas nucleares en nombre del realismo político. Nos oponemos a ellas. Y al mismo tiempo, aceptamos el rearme de facto y la alianza militar con Estados Unidos. Ahí es donde reside toda la ambigüedad del Japón contemporáneo.

Podemos esperar que el accidente de Fukushima permitirá a los japoneses reencontrarse con los sentimientos de las víctimas de Hiroshima y de Nagasaki y reconocer el peligro de todo lo nuclear, del que tenemos nuevamente ante nuestros ojos un trágico ejemplo, y poner fin a la ilusión de la eficacia de la disuasión preconizada por las potencias que disponen del arma atómica”.

La literatura otra vez como expresión de la vida misma vuelve abrir un camino a la esperanza de una nueva era.

'Necesitamos saber movernos entre los conceptos de centro y periferia. Con el siglo XXI muy próximo sólo mediante esta reestructuración podrá el pueblo japonés participar de forma positiva en la disolución y reconstrucción global de la comunidad de naciones'.

Llevado al mundo de la literatura, este nuevo humanismo puede consolidarse sobre las obras de escritores como Murasaki Shikibu, Natsumo Soseki y el propio Kenzaburo Oé. Habrá que leer sus obras.

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