Opinión /

Nuestra economía y las finanzas públicas


Domingo, 3 de abril de 2011
José Mauricio Silva

La economía de El Salvador, como la del resto de los países centroamericanos, México, y el Caribe, tiene ciertas características que han hecho que su recuperación sea muy similar a la de los E.U.A. y más lenta que la de los países de América del Sur. Esas características son ser importadores netos de productos -“commodities” (petróleo, alimentos, metales), exportadores de bienes y servicios a países industrializados – especialmente E.U.A. – y dependencia de remesas de esos países. En El Salvador esa situación se ve agravada por dos características adicionales de nuestra economía: el estar dolarizados y la menor inversión privada relativa que se dio a partir del 2009. Esas características afectan nuestro desarrollo y finanzas públicas pasadas y futuras.

La crisis financiera en el mundo industrializado de finales del 2008, simbolizada por la quiebra de Lehman Brothers, produjo una caída drástica en las economías de todos los países al norte de Colombia con respecto a la tendencia que traían las mismas desde el principio de la década. El BID acaba de publicar un estudio: “Una región, dos velocidades; Desafíos del nuevo orden económico mundial para LAC” que ilustra lo anterior.

Según dicha publicación, en E.U.A. la crisis se refleja en una caída del 8% en el consumo privado, un 29% en la inversión privada, 10% en las exportaciones, 21% en las importaciones y 7% en el PIB . Esa caída en los indicadores económicos repercute en las finanzas públicas; la economía crece menos, el estado no solo recupera menos a través de impuestos, sino que debe invertir más para mantener la economía. Así para E.U.A. los ingresos fiscales caen con respecto a la tendencia que se traía antes de la crisis en un 22% y los gastos primarios suben en un 7%, lo que produce para el 2010 un déficit fiscal del 11%.

La caída de esos indicadores económicos promedios para toda Centroamérica (incluyendo Panamá y la Republica Dominicana) con respecto a la tendencia pre crisis global muestra la misma tendencia que en E.U.A. para el mismo periodo; así el consumo privado cae un 5%, la inversión total un 13%, exportaciones un 13%, las importaciones un 16% y el PIB un 3%. Los efectos de ello en las finanzas públicas de los países centroamericanos son de una caída promedio de los ingresos fiscales del 18%, un aumento de los gastos totales del 2.6%, y un déficit fiscal de menos 3%. Los indicadores para El Salvador son dentro de ese grupo de países similares al resto y ni los más altos ni los más bajos.

Adicionalmente a la crisis financiera internacional, el cambio en el comportamiento de la economía mundial explica mucho de lo anterior. En el 2006 la demanda mundial era repartida equitativamente (casi 50/50) entre los países industrializados (E.U.A., Europa) y las economías emergentes (Brasil, Rusia, India y China), para el 2010 el 75% de la demanda venía de las economías emergentes. La composición de la demanda de las economías emergentes es diferente a la del mundo industrializado; para este último grupo las materias primas son un 15% de su demanda total, para las emergentes un 25%, al contrario los bienes de consumo para los industrializados es el 36% de la demanda, para las emergentes solo el 14%. El crecimiento de la demanda de los emergentes hace crecer significativamente la demanda para las “commodities”, lo que hace que suban sus precios, así desde el 2006 el precio del petróleo ha subido un 44%, el de los metales un 56% y el de los alimentos un 66%.

Todo lo anterior no solo sirve para explicar y relativizar la crisis de nuestra economía, la cual se da a partir de finales del 2008, sino que también tiene varias implicaciones importantes de políticas económicas y financieras. Las recomendaciones del estudio del BID para Centroamérica ante el nuevo orden global, son que es necesario incrementar la flexibilidad de la política monetaria y una política fiscal más sólida (disminuir déficit). Lo primero no es posible en El Salvador por ser un país dolarizado. El estar atados al dólar no permite tener la flexibilidad deseada en política monetaria y mantiene un tipo de cambio sobrevalorado que limita la apertura de nuevos mercados. La política fiscal es el gran debate que existe en el país. Las cifras del estudio del BID descritas antes confirman la necesidad del pacto fiscal, el cual ya varios países del istmo centroamericano (Nicaragua, Panamá, Honduras) han implementado incluyendo en sus reformas un alza de los impuestos. El Salvador necesita estabilizar sus finanzas públicas para poder lograr despejar su economía.

La otra conclusión lógica de este análisis es la necesidad de diversificar nuestro intercambio comercial, especialmente hacia las economías emergentes, aunque ello sea tarea de mediano plazo. Para El Salvador es clave empezar a quebrar la dependencia tan fuerte que existe de la economía de E.U.A. El crecimiento de las economías emergentes no es un fenómeno pasajero como lo reflejan las poblaciones de India y China las que constituyen alrededor un tercio del total mundial. Tan importantes como esos nuevos mercados emergentes lo son para El Salvador los mercados del resto de América Latina, ellos presentan para el país grandes oportunidades a las cuales se le es más fácil acezar y hacerlo en menor tiempo que hacia las economías emergentes. Lo mejor es desarrollar ambos canales comerciales simultáneamente. La otra diversificación económica recomendable es la de cambiar nuestra producción concentrada ahora más en bienes de consumo y servicios, hacia mayor producción de bienes de capital o intermedios y bienes agrícolas para consumo interno.

El deterioro económico ya empieza a cambiar de rumbo, el PIB y las remesas crecieron en el 2010, así como los empleos generados en el sector formal. Sin embargo, en el corto plazo es necesario mitigar la vulnerabilidad a la que está expuesta la población salvadoreña, especialmente los más pobres. Los efectos de la crisis todavía persisten y la recuperación económica y el aumento en la demanda de productos básicos por parte de las economías emergentes, traerán inflación, la cual será más aguda en los productos de la canasta básica, sobre todo los alimentos, afectando principalmente a los pobres. Los programas de protección social y los subsidios bien focalizados sirven para atenuar esos efectos.  Por último, esta la necesidad de reactivar la economía en el corto plazo para lo cual el crédito e inversión privada deben jugar un papel más activo. La creación del Banco de Desarrollo, si se maneja con sólidos criterios financieros, puede suplir y/o complementar ese vacío que la banca privada ha creado.

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