Opinión /

Lecciones de una conspiración


Sábado, 11 de junio de 2011
Jaime López

Los hechos son evidentes y sencillos de entender. Respondiendo a intereses propios, las cúpulas partidarias, la mayoría de diputados, algunos magistrados y el Presidente de la República, buscaron alterar el funcionamiento de la Sala de lo Constitucional. Con un cálculo elemental, pretendían cambiar las reglas mínimas de votación 4/5 hacia un esquema 5/5 que les pareció favorable, teniendo en mente a las personas que actualmente integran el tribunal constitucional.

De alguna manera es comprensible que, ante la actuación de la Sala de lo Constitucional, estén asustados, se sientan afectados o tengan una reacción agresiva. No es una cosa menor que el PCN y PDC sean cancelados, ni que el Presidente tenga más restricciones con el manejo del presupuesto o que las elecciones para diputados sean por personas y no por banderas. Pero la conspiración de la que han sido parte solo es explicable si se concibe la realidad como referida a uno mismo, en un sentido oportunista, con una concepción autocrática del poder y llevando estos argumentos al extremo.

Para los afectados por la justicia constitucional, esta puede parecerles injusta y uno puede entender eso. Pero no da derecho a que dirigentes partidarios, otros magistrados, diputados, Presidente y otros funcionarios abusen de los cargos que actualmente ostentan para arremeter contra la Sala de lo Constitucional. Han cometido una falta doble: en su intento por evadir la justicia se han aprovechado de sus puestos para obtener un beneficio particular y han perturbado de forma peligrosa las reglas del juego.

Es cierto que esta forma de proceder no es nueva. Por años ha sido un comportamiento frecuente del liderazgo político del país. La diferencia es que ahora sobrepasaron la tolerancia de la población y han despertado sentimientos de rechazo que no solo desacreditan a los responsables de esta conspiración, sino que ponen en riesgo los entendimientos básicos sobre los que esta sociedad funciona. El abuso sistemático de la clase política ahora ha sido calificado como excesivo por una parte importante de la ciudadanía, que no parece dispuesta a seguirlo soportando.

Lo que estamos viviendo se debe, en buena medida, a que la clase política no ha hecho su tarea, que es lograr acuerdos sobre grandes problemas que afectan al país. Los políticos a sueldo han obstruido las reformas electorales, violentado el acceso a la justicia, tolerado la corrupción y mantenido un sistema ilegítimo de privilegios. Su falta de responsabilidad ha dejado que algunos de estos asuntos encuentren ahora, por fortuna para la población, salida en la última instancia, que es la Sala de lo Constitucional. Si la clase política fuera responsable, muchos de los problemas que estamos debatiendo, que nos tienen convulsionados y que obstruyen el desarrollo del país, hace años que los hubiéramos resuelto.

Lo aconsejable ahora es encontrar una salida a la crisis que han provocado los responsables de esta conspiración. Una condición necesaria es la derogación del decreto que cambia las reglas de funcionamiento de la Sala de lo Constitucional, para regresar las cosas a su estado inicial. Es ingenuo o perverso creer que puede haber diálogo entre órganos de Estado, cuando dos de estos mantienen una pistola sobre la sien de la Sala de lo Constitucional. Luego debe venir una reflexión sobre lo que ha ocurrido y una conversación entre distintos sectores para tratar de atender los problemas expuestos por esta crisis.

Nos conviene tomar este momento como disyuntivas que nos invitan a elegir entre caminos distintos: seguir siendo gobernados por grupos o darle en la práctica primacía a la ley; evadir los problemas sustanciales del país o afrontarlos de forma responsable; mantener un sistema político de elites o ejercer una ciudadanía amplia; relacionarnos con imposiciones o entendernos mediante instituciones democráticas. Lo que ha ocurrido no es un hecho abrupto, surgido como accidente. En el fondo es un resultado, acumulado lentamente por años, de dilemas que como sociedad hemos preferido ignorar. Creo este es momento para optar por un rumbo distinto.

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