Opinión /

¿Quién le responde a Magaly?


Martes, 26 de julio de 2011
El Faro

La violencia habita en El Salvador junto a sus habituales compañeros de viaje: la impunidad, la anarquía y la crueldad. Tantos años de esta situación, tratada de la manera menos indicada por autoridades políticas y de seguridad; por fundaciones y organizaciones no gubernamentales; o simplemente no tratada de ninguna manera, han terminado escupiéndonos un horror que nos golpea sin matices.

El Faro abrió su edición del lunes 25 de julio con un reportaje sobre Magaly, una chica que fue violada en una sola tarde por más de quince pandilleros, entre ellos varios menores de edad. Las reacciones de indignación, de estupefacción, de horror, de asco, de dolor, de rabia por lo que le sucedió a Magaly siguen llegando a nuestra redacción por diversas vías. Su historia es la de un viaje a los rincones más oscuros de la crueldad, el sadismo y el desprecio por el ser humano. Es la confirmación de la deshumanización de grupos de pandilleros que hoy dominan territorios enteros; es el desafío a un Estado que no controla estos territorios y es el grito ahogado de jóvenes estudiantes que, como Magaly, enfrentan esta vejación con frecuencia.

Al lado de su experiencia, casi todo parece una frivolidad. No importa cuántas reformas educativas se hagan o cuánto debatan gobierno y empresarios sobre impuestos a la seguridad. Si el Estado es incapaz de intervenir en las escuelas y en los barrios para ejercer control y de tener verdaderos planes para evitar que más menores se sigan integrando a las pandillas, nada va a cambiar que nos estrellemos una y otra vez con todas las Magalys a las que nadie ha podido ayudar.

La respuesta del director de la escuela, diciendo que lo sabe pero que no puede hacer nada porque lo van a matar, es una declaración de impotencia desesperanzadora y que patenta hasta dónde hemos llegado.

Estos pandilleros no vinieron del espacio exterior. Son producto de una sociedad que se niega a ver el problema o a asumir su responsabilidad en la paternidad del monstruo. Que se niega a admitir que este monstruo se creó poco a poco desde hace décadas por la negligencia de los poderes políticos y económicos; la marginación, la desigualdad, la desatención del Estado, las migraciones, las deportaciones, la impunidad, la violencia, las armas, la anarquía, la crueldad...

Criminales hay en todos los países, pero los niveles de sadismo y de bestialidad que vemos hoy aquí tienen pocos pares en el mundo. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo a que estas situaciones se den todos los días sin un Estado capaz de intervenir para detenerlas? ¿Quién tiene la solución? ¿Qué hacemos con esos niños que crecen ahora participando en violaciones y asesinatos masivos? ¿y qué hacemos con las Magalys cuya vida fue trastornada para siempre en una sola tarde? ¿Cómo le responde, pues, El Salvador a Magaly? La respuesta es un silencio igual de doloroso.

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