Opinión /

Wikileaks


Lunes, 26 de septiembre de 2011
Héctor Lindo Fuentes

Un memorándum secreto del Departamento de Estado de Estados Unidos revela que el presidente de El Salvador, en anticipación de elecciones presidenciales, consultó con las autoridades en Washington sobre posibles candidatos a la presidencia. El memorándum revela además la intromisión de inversionistas norteamericanos interesados en la minería de oro en el norte del país. Por medio de un ejecutivo minero el señor presidente le hizo saber al Departamento de Estado que estaba dispuesto a “seguir los consejos del Departamento” con respecto al candidato oficial a la presidencia. El presidente sugirió los nombres de dos políticos prominentes pero dejó en claro que si Estados Unidos prefería a otra persona con gusto lo nominaría. Los funcionarios de Washington preguntaron porqué no era buena idea organizar un proceso electoral realmente libre. El representante del presidente dijo “que esto sería imposible y que tendría como resultado que se presentaría un grupo grande de candidatos lo que traería muchos desórdenes. Sin duda el candidato triunfador sería un demagogo de lo peor.”

El memorándum data de octubre de 1910 y estuvo clasificado como secreto por cinco décadas. El Presidente Fernando Figueroa (1907-1911) tenía en mente a dos candidatos, el Dr. Tomás Palomo y Don Francisco Dueñas, y pensaba que este último podría ser “el mejor candidato para los intereses de Estados Unidos.” Para entonces Figueroa había descartado a Manuel Enrique Araujo porque había “hecho demasiadas promesas, particularmente a los cafetaleros de San Miguel.” H. Percival Dodge, entonces mano derecha del Secretario de Estado Philander Knox, impartió instrucciones a sus subordinados para que le hicieran saber al intermediario de Figueroa que “este Departamento no desea hacer ninguna sugerencia” pero al final de sus instrucciones añadió que “de los dos candidatos mencionados creo que el Señor Dueñas sería preferible.” El intermediario era H. P. Garthwaite, Esq., director de la compañía minera Butters Salvador Mines, Ltd.

A pesar de la falta de apoyo presidencial Araujo se mostró muy activo organizando a sus seguidores. Pocos días después de las intrigas en Washington los araujistas, entre los que se encontraban personajes prominentes como el futuro presidente Carlos Meléndez, empezaron a publicar panfletos de apoyo. Uno de los panfletos se intitulaba “El Hombre” y decía entre otras cosas “He ahí no un hombre, sino EL HOMBRE. EL HOMBRE, porque Araujo encarna el verdadero hombre de estado; el demócrata por antonomasia; la personificación genuina de la moderna ilustración.”

En noviembre todavía no estaba claro quién era el candidato favorecido por Figueroa. Por un momento los rumores indicaban que iba a ser Don Esteban Castro, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Alarmado, René Keilahuer, ciudadano francés que representaba en El Salvador los intereses de Minor Keith, dueño de la United Fruit Company, se puso en contacto con el Departamento de Estado. En una carta en francés dirigida a H. Percival Dodge le decía que Castro se caracterizaba por “su odio a los extranjeros”. 

Para diciembre las aguas habían vuelto a su cauce. Un informe confidencial de William Heimke, el representante de Estados Unidos en San Salvador, informaba a sus superiores en Washington que a pesar de que inicialmente el Presidente Figueroa “no favorecía la candidatura del Dr. Araujo, ahora estos dos caballeros son compañeros inseparables, y el Presidente me ha informado en varias ocasiones que sin duda el Dr. Araujo será el próximo Presidente de El Salvador.” Heimke se apresuraba en afirmar que el Doctor era “muy amigo de las instituciones americanas”.

Una comparación entre estas “wikileaks” centenarias y las que publica El Faro nos indica lo mucho que han cambiado y lo poco que han cambiado nuestros tratos con el amigo del norte. Ya pasó a la historia la “diplomacia del dólar” de Philander Knox, pero la enorme asimetría continúa siendo la característica fundamental de la relación. Directa o indirectamente El Salvador recibe enfáticas sugerencias sobre como manejar sus asuntos, desde la política económica hasta la política antidrogas. Representantes de los grandes intereses económicos siguen acudiendo a las autoridades de Estados Unidos para discutir el futuro político del país y pedir opiniones. Las grandes decisiones nacionales de una manera u otra toman en cuenta lo que piensan las autoridades en Washington. Veamos un ejemplo. El tráfico estimulado por la demanda por drogas en Estados Unidos está socavando nuestra moral, debilitando nuestras instituciones y perjudicando nuestra economía. Las nevadas noches de parranda de ejecutivos bien pagados en Wall Street cuestan muchísimas vidas salvadoreñas. El devastador problema del crimen en El Salvador sería muy diferente si nos uniéramos a (o lideráramos) una iniciativa latinoamericana para descriminalizar las drogas y utilizar un enfoque terapéutico para tratar las adicciones. Estados Unidos quedaría libre para solucionar la problemática de la distribución y consumo de drogas dentro de sus fronteras sin dejar los estragos del “daño colateral” en los cementerios de Latinoamérica. Expresidentes latinoamericanos de mucho prestigio como Cardozo, Gaviria y Zedillo han empezado a poner el tema en el tapete. (Curioso que esperaron a  dejar la presidencia para hablar de esto).  La idea no es nueva. Ya Milton Friedman en la década de los ochenta explicó con lógica económica porqué la criminalización de las drogas empeoraba el problema. Puede que no sea la mejor idea del mundo, ¡pero ni siquiera nos atrevemos a discutirla! 

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