Opinión /

Depresión tropical (más allá de la tormenta)


Jueves, 20 de octubre de 2011
Roberto Cañas

Al momento de escribir esta columna se llevan contabilizados 32 fallecidos y un estimado de 50 mil evacuados. El Salvador está en emergencia nacional debido a una depresión tropical que no cesa.

Que El Salvador es un país vulnerable ya se sabe: según la Oficina Regional de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), el 88.7% del territorio nacional es vulnerable a desastres naturales. Además, el 95% de la población salvadoreña es vulnerable a sufrir las consecuencias de estos desastres.

Por eso no es sorprendente que una depresión tropical cause tantos estragos, pero ojo hay que tener en cuenta que la vulnerabilidad es relativa y que si bien es cierto todos los salvadoreños somos vulnerables, pero cada uno tiene mayor o menor vulnerabilidad según su condición económico-social, la emergencia generada por este fenómeno natural nos golpea de manera diferente: para unos si la lluvia no cesa lo que sigue es la muerte, o ser evacuados y estar expuestos a perder lo poco que tienen esa es su realidad, para otros la emergencia les preocupa porque hay que comprar más en el supermercado y restringir las salidas de la casa.

En la emergencia toda intervención no solo debe de aspirar a salvar vidas y dar ayuda de emergencia tradicional comida-ropa-medicina. No solamente se trata de  dar un alivio puntual sino también a reflexionar más profundamente aún  en medio de la emergencia sobre cómo sentar las bases para comenzar a reducir la vulnerabilidad que nos afecta tanto y no volver cuando salga el sol y la depresión se disipe a la misma situación.

Una reflexión es seria cuando comienza por identificar las causas de la vulnerabilidad para proponer soluciones: es evidente que 'nuestra vulnerabilidad es multifacética y, por consiguiente, resulta de muchas causas'. Hay que partir de las causas fundamentales.

La vulnerabilidad es multicausal y es necesario comenzar bien cuando se enumeran sus causas: primero El Salvador es vulnerable porque la mayoría de su población vive en una situación de pobreza. Hablar de pobreza es insuficiencia de recursos materiales para satisfacer las necesidades básicas de la persona o de la familia, De no disponer de los bienes materiales suficientes para satisfacer sus necesidades durante las crisis y de recuperarse tras ellas. Las personas más vulnerables viven al borde de la subsistencia y apenas producen excedentes, por lo que frecuentemente carecen de ingresos y reservas suficientes con las que afrontar las crisis o el período de reconstrucción posterior.

Ciertamente la pobreza y la exclusión son un componente principal de la vulnerabilidad pero no el único: La vulnerabilidad es causada también por vivir a la orilla de los ríos o en las quebradas. El riesgo a verse atrapado como víctima de una catástrofe depende, claramente de cuál sea la zona de residencia de las condiciones medioambientales del lugar como la degradación del suelo o la deforestación y la calidad de construcción de las casas.

Normalmente, los sectores más desfavorecidos son los que están en una mayor exposición al riesgo. Así, por ejemplo, los habitantes del bajo lempa que viven propensos permanentemente a las inundaciones. En general en muchos lugares del país los grupos más expuestos lo son tras haber sido desplazados a tierras marginales por la presión económica, y proyectos de grandes presas hidroeléctricas.

También se es vulnerable por falta de capacidades personales y familiares por la carencia de capacidades con las que poder afrontar una crisis sin sufrir daños Al margen de la pobreza o falta de recursos económicos, ya vista, podríamos señalar tres carencias principales: primero la falta de capacidades físicas y sicológicas: en el plano físico, las enfermedades y las incapacidades corporales son una fuente importante de vulnerabilidad tanto para las personas que las padecen como para sus familiares. En el plano sicológico, también generan vulnerabilidad determinadas actitudes sicológicas negativas como el fatalismo, la dependencia de la ayuda, que debilitan la confianza en uno mismo, la determinación y, en definitiva, la capacidad de los afectados para hacer frente a la crisis.

Una segunda carencia es la falta de conocimientos y de cualificaciones técnicas: pues es claro que a mayor nivel cultural y técnico, menor vulnerabilidad y tercero la  falta de capital social: entendido como el conjunto de redes sociales que son un recurso indispensable para  incrementar la capacidad de acción y recibir ayuda, resulta un factor decisivo para la capacidad de familias e individuos de afrontar los desastres y también de recuperarse tras ellos.

Y finalmente aumenta la vulnerabilidad si hay falta de protección por parte del gobierno: es necesario entender que para la reducción de la vulnerabilidad es esencial la acción del gobierno, es decir contar con políticas públicas efectivas en campos como la lucha contra la pobreza, la provisión de servicios básicos, el reparto de ayuda, así como la preparación,prevención y mitigación de desastres.

Está muy claro que los gobiernos prestaron una insuficiente atención a la protección de los más vulnerables. Esto es el resultado de favorecer a los sectores con mayor capacidad de influencia y a olvidar a los que tienen poca. En otras palabras, la vulnerabilidad tiene también una dimensión política: a los vulnerables les falta el acceso a los recursos económicos, pero también el poder político necesario para obtener el mismo.

No son aceptables como causas principales de vulnerabilidad: 'el crecimiento tanto de las ciudades y de los asentamientos humanos, que crecen de manera desordenada, sin un plan previo de uso correcto de suelos, un plan de ordenamiento territorial, sino que crecemos de manera desordenada' o que 'no se cumplen las leyes, es decir, que hay regulaciones que se han pasado por alto. Como una normativa que prohíbe construir y habitar cerca de ríos y quebradas'.

Hoy en  medio de la emergencia, sabiendo que vendrán otros problemas quizás mayores cuando deje de llover  es que tenemos que tener claras las causas de la vulnerabilidad y las  medidas para reducirla. No podemos seguirle echando la culpa a la naturaleza.

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