Opinión /

Desde la torre de marfil


Miércoles, 2 de noviembre de 2011
Héctor Lindo

Los habitantes de las torres de marfil de los países ricos han adquirido el hábito de descender de sus torres para visitar países pobres y explicarles cómo manejar sus asuntos. A veces llegan por invitación, a veces buscan la invitación y a veces los patrocinan sus generosos gobiernos. Se espera que los locales reciban sus detalladas propuestas con el debido respeto y que las sigan al pie de la letra. Después de todo su autoridad es ampliamente reconocida y con frecuencia sus recetas son el producto del consenso con muchas otras autoridades que habitan el vecindario de torres amarillentas.

Como corresponde a su categoría de país pobre El Salvador ha recibido dosis decenales de exhortaciones de expertos. La expresión más reciente de este fenómeno fue la presentación en FUSADES del Doctor Dan Mitchell, académico titular del CATO Institute de Washington D.C. 

Hagamos un breve recorrido por las sugerencias de especialistas en desarrollo y crecimiento económico.

En la década de los cincuenta Bert Hoselitz, importante economista de la Universidad de Chicago, recomendaba al General Osorio que su gobierno tomara un papel activo para estimular la industrialización, la integración centroamericana y “un cierto grado de redistribución del ingreso”. Cuarenta años más tarde los expertos le decían a las autoridades del gobierno que dejaran de estar tomando papeles activos y permitieran a las fuerzas de mercado decidir los rubros económicos que merecían estímulo. Aquello de la redistribución del ingreso ... ni mencionarlo.

En la década de los sesenta los funcionarios de la Alianza para el Progreso (el programa de ayuda externa del Presidente Kennedy) presionaban al Directorio Cívico Nacional y al gobierno provisional de Eusebio Cordón para que establecieran mecanismos para producir planes quinquenales y crearan una institución planificadora.  Fue entonces que Cordón fundó el Consejo Nacional de Planificación (CONAPLAN). La presencia de entidades planificadoras era condición para recibir ayuda del gobierno estadounidense. Treinta años más tardes los asesores patrocinados por Estados Unidos explicaban con paciencia la necesidad de desmantelar el Ministerio de Planificación, entidad que sucedió a CONAPLAN. 

En la década de los setenta Unesco y la Alianza para el Progreso recomendaban que El Salvador adoptara el uso de la televisión en las aulas escolares para mejorar la calidad educativa al nivel de la educación media y así estimular la industrialización. Dos décadas más tarde los especialistas hicieron estudios que mostraban que la televisión no mejoraba la calidad educativa y que además el nivel que había que promover era la primaria y no la enseñanza media.

En la década de los ochenta los asesores estadounidenses recomendaban llevar a cabo una reforma agraria a la brevedad posible porque había un “Índice de Inestabilidad Rural”  (inventado por Roy Prosterman) que indicaba que El Salvador estaba en una etapa peligrosa en la que la relación entre campesinos sin tierra y el número total de campesinos sugería la proximidad de una revolución. Una década más tarde este tipo de acción estatal para redistribuir la propiedad era totalmente anatema para los recomendadores de recomendaciones. Además, los últimos trabajos académicos le restan importancia a los elementos del “Índice de Inestabilidad Rural”  y argumentan que la el fermento revolucionario se debía a que las extensas actividades represivas del estado habían radicalizado a la población.  

En las últimas dos décadas los economistas internacionales han insistido en la reducción al mínimo del papel del estado en la economía. En ese sentido van las amonestaciones del Doctor Mitchell. ¿Qué nos dirán dentro de diez años? 

Se me ocurren un par de ideas para explicar la volubilidad de los expertos. Una posibilidad es que el insistente tufito a elefante que despiden las paredes amarillentas de las torres de marfil (sobre todo en días calurosos) obnubila el pensamiento. La otra es que los consensos de los expertos son falibles y a veces tienen razón y a veces no.  

Además, la experiencia obliga a revisar ideas. No es imposible que la crisis financiera actual, al igual que lo hizo la gran depresión, lleve a repensar premisas. Ya hay economistas importantes que cantan una canción diferente. Si FUSADES hubiera invitado al Premio Nobel Paul Krugman la audiencia hubiera escuchado ideas muy diferentes expresadas de forma igualmente persuasiva.  Esto quiere decir que no se pueden confundir los cuidadosos argumentos de académicos bien formados con verdades inapelables.  

Ya que estamos con sugerencias para FUSADES. Sería interesante que invitaran a miembros del CATO Institute como Doug Bandow que articulan de forma muy clara la posición oficial de esa institución con respecto a la decriminalización del uso de drogas. http://www.forbes.com/sites/dougbandow/2011/10/17/its-time-to-declare-peace-in-the-war-against-drugs/

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