Parece ser que con excepciones, hay poca conciencia de que no solo somos espectadores, sino también parte de los actores centrales, de esta nueva tragedia del capitalismo global. Y que esta tragedia, no solo se presenta en Grecia, si no que fue inaugurada, más cerca de lo que imaginamos.
En su obra «El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música», Friedrich Nietzsche describe a la tragedia, como una elevada forma de arte, que permite dar sentido al mundo.
De acuerdo con el análisis de Nietzsche, la tragedia ateniense, contiene elementos apolíneos y dionisíacos, que representan apropiadamente la condición humana. La tensión entre estos elementos, y el sufrimiento humano que se presenta, permiten a los espectadores afirmar positivamente su existencia.
Puede ser que ésta sea una buena aproximación para explicar por qué los seres humanos nos sentimos interesados por las representaciones ficticias trágicas de la condición humana. A través de las postulaciones racionales ficticias, contemplamos sobre el hipotético sufrimiento de otros, y los espectadores reafirmamos nuestra vida, con alegría y una celebración de encontrarnos en una mejor situación.
Hay que notar sin embargo, que Nietzsche se refirió a los espectadores y a las realidades postuladas trágicas, en los lugares para contemplar (theatron). Pero cuando no solo somos espectadores, sino también los actores de realidades en sí mismas, trágicas y actuales, en el día a día, esta re-afirmación de la vida, debiera ser más concreta, y debiera implicar una praxis liberadora, de lo que causa esta situación trágica de la condición humana.
Una tragedia contemporánea
Durante los últimos meses, los medios de comunicación nos han transmitido información sobre una tragedia griega, que no solo es postulada, sino que afecta a personas de carne y hueso. Se trata de la crisis económica y política que tiene mayor gravedad en Grecia y Europa del Sur, pero que también afecta al resto de Europa, y al mundo en general.
Si fuéramos tan solo espectadores lejanos de esta tragedia, tal vez nos serviría para reafirmar nuestra fortuna existencial, y celebrar nuestra situación privilegiada. Ésta es de hecho la manera en que gran parte de la humanidad se relaciona a otras tragedias reportadas en los medios de comunicación, especialmente cuando suceden aparentemente lejos de nosotros, ya sea en Japón, África del Éste, Pakistán, Afganistán o en Libia, para mencionar unas recientes. En muchos de estos casos, la proximidad de nuestra condición humana en relación a los actores de estas tragedias, no es tan evidente.
En el caso de la tragedia económica griega actual, sin embargo, debería ser obvio que sucede muy de cerca, a la condición humana de El Salvador en particular.
Proximidad sistémica: Grecia, Argentina, El Salvador
Así como Grecia ingresó más formalmente a la zona del Euro, en 2001, El Salvador dolarizó su economía ese mismo año, después de 9 años de la adopción de un tipo de cambio fijo nominal, del colón salvadoreño (SVC), con el dólar estadounidense (USD). Este fue el mismo año en el cual se dio una crisis económica profunda en Argentina, en gran medida exacerbada por su ley de convertibilidad fija con el dólar, adoptada diez años atrás, en 1991.
En un blog reciente, Chris J. Bickerton, de la Universidad de Amsterdam, compara ciertos aspectos políticos, de este tipo de arreglos de convertibilidad fija y de unión monetaria entre Estados independientes, con el sistema del patrón oro.
El patrón oro, las uniones monetarias y la convertibilidad fija
En el sistema del patrón oro, había una convertibilidad fija de las monedas, a una cierta cantidad de oro. Dicho sistema ha funcionado en diversos períodos de los tiempos modernos, siendo interrumpido por guerras internacionales. Porque estas guerras han obligado a los gobiernos a imprimir más dinero, que el requerido por la convertibilidad fija con el oro. Por ejemplo, dicho sistema fue interrumpido por las Guerras Napoleónicas, la Guerra Civil Estadounidense y la Primera Guerra Mundial.
Luego, fue reimplantado con otra forma, a través de los acuerdos de Bretton Woods, después de la Segunda Guerra Mundial. En este caso, el sistema ya no se trataba de un patrón oro clásico, sino que de un sistema de «patrón cambio oro», en el cual había un tipo de cambio fijo de todas las monedas respecto a una moneda (el USD), que garantizaba una convertibilidad fija al oro (35USD por onza de oro). Dicho sistema funcionó ininterrumpidamente, hasta que Richard Nixon decidió eliminarlo en 1971, negándose a pagar a Francia 0,0286 onzas de oro, por cada uno de los USD que Francia tenía. Una vez más, una de las explicaciones de esta interrupción, fue los límites financieros que la Guerra de Vietnam había impuesto al gobierno de los Estados Unidos. Desde entonces el sistema financiero mundial ha incluido una combinación de regímenes cambiarios, que van desde los flotantes, de flotación vinculada a otra moneda, tipos de cambio fijos, comités cambiarios y uniones monetarias entre Estados independientes, por mencionar los más importantes.
De acuerdo con Bickerton, como en el patrón oro, en las uniones monetarias entre Estados independientes y los arreglos cambiarios de convertibilidad fija, los gobiernos nacionales abandonan el manejo de sus monedas nacionales. De esta manera, limitan su capacidad de manipular el tamaño de la oferta monetaria nacional, en situaciones extremas. Y como J.M. Keynes demostró, en ocasiones particulares, la política monetaria no solo puede tener un efecto importante para revitalizar la economía, sino que puede ser absolutamente necesaria para este propósito.
Devaluación interna vs. devaluación externa
Pero en un sistema de patrón oro, como en una unión monetaria entre Estados independientes, o en un sistema de convertibilidad fija, los gobiernos nacionales no pueden «imprimir más dinero» para incrementar la demanda nacional, y hacer más barata la moneda nacional para los extranjeros. Quiere decir que no se puede devolver el equilibrio a la balanza de pagos, a través de una devaluación externa de la moneda nacional. La única manera de equilibrar la balanza de pagos en condiciones adversas para la economía es a través de una devaluación interna. Mientras que una devaluación externa implica una reducción del costo de la moneda de un país, en relación a las monedas de otros países, una devaluación interna implica una reducción de los costos de producción de una economía. La devaluación externa se alcanza generalmente a través de una devaluación nominal de la moneda de un país. Pero la devaluación interna se alcanza normalmente a través de la reducción de salarios, precios y del nivel de empleo de una economía.
Según Bickerton, tales devaluaciones internas eran más factibles en condiciones antidemocráticas, en las cuales las poblaciones de los Estados independientes que funcionaban dentro del sistema del patrón oro, no tenían otra opción más que aceptar menores salarios y menores empleos. De hecho, Keynes estaría de acuerdo con Bickerton, cuando escribió que «el patrón oro es ciertamente una reliquia barbárica». Como sugiere Bickerton, en el paradigma keynesiano, hay mayores «expectativas de protección social y de intervención estatal para restaurar la economía».
El caso argentino
La relevancia de estas observaciones se vuelve más evidente al analizar más de cerca el caso argentino. En un estudio reciente de Mark Weisbrot, Rebecca Ray, Juan A. Montecino y Sara Kozameh, publicado por el Centro de investigación económica y política (CEPR, por sus siglas en inglés), con sede en Washington D.C., se demuestra cómo la economía argentina ha crecido en un 94 %, durante los últimos nueve años, de acuerdo a proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Durante este período, la pobreza argentina ha caído en un 66 %, el desempleo se ha reducido en más de un 50 %, el nivel de empleo ha aumentado en un 56 %, el gasto social se ha triplicado en términos sociales y la desigualdad de ingresos ha «caído dramáticamente».
Según los autores, «los intentos del FMI por estabilizar la economía argentina, y mantener la convertibilidad cambiara con el USD, a través de restricciones monetarias y fiscales (una «devaluación interna» -comentario del autor), basados en miles de millones de dólares en préstamos, fracasaron en detener la espiral depresiva de la economía argentina. En diciembre de 2001, el gobierno argentino suspendió los pagos a la deuda, y unas cuantas semanas más tarde, abandonó la convertibilidad fija con el USD (abriendo el paso para una «devaluación externa» - comentario del autor). La recuperación económica inició después de un trimestre de contracción, y continuó hasta la recesión mundial de 2008-09. Ahora hay nuevamente expectativas de crecimiento económico argentino, y el FMI proyecta una tasa de crecimiento de la economía argentina del 8 %, en 2011».
Lucha de clases
Lo que aparentemente ha sucedido en el caso argentino es el éxito de una política de recuperación, que ha priorizado relativamente los ingresos y empleos de las mayorías más pobres. Esto se ha hecho a través de la elección de una devaluación externa, en vez de una devaluación interna. Esta devaluación interna sugerida por el FMI, hubiera priorizado la protección de los ahorros y las inversiones de las minorías más ricas, al evitar una devaluación nominal de la moneda.
Pero al hacer esta observación, hay que tener cuidado de no idealizar la solución argentina. En cualquiera de los casos, una devaluación (externa o interna) era necesaria, y la población en su totalidad hubiera sufrido consecuencias, con cualquiera de estas políticas. Es solo que parece ser que una devaluación externa, ha afectado en menor medida relativa a los más pobres, que lo que hizo una devaluación interna, sugerida inicialmente por el FMI. Al mismo tiempo, en el largo plazo, tal política ha implicado una mejor situación económica y social relativa para todos los argentinos.
Esto hace evidente que existe una lucha de clases que hoy día se ignora muy frecuentemente en las discusiones sobre temas económicos. Las devaluaciones, internas o externas, afectan la forma como esta lucha de clases se resuelve. De hecho, Keynes también escribió que: 'Dicen que Lenin declaró que la mejor manera de destruir el sistema capitalista es corrompiendo la moneda. A través de un continuo proceso de inflación (y por ende, devaluación externa -comentario del autor), los gobiernos pueden confiscar, en secreto, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos... Lenin tenía toda la razón. No hay manera más sutil ni más segura de trastocar la base existente de la sociedad, que corrompiendo la moneda'. Hay que notar que Keynes hablaba de la riqueza de sus ciudadanos, y no de los ingresos reales, que pueden en teoría mantenerse, siempre y cuando el mercado laboral sea sensitivo al proceso inflacionario. De manera que el proceso inflacionario nominal de una devaluación nominal, afectará mayormente a los que tienen riqueza en moneda nacional, y en menor medida a los que perciben ingresos en moneda nacional, siempre y cuando estos ingresos nominales, puedan aumentarse, como respuesta a la inflación.
En este contexto de intereses de clases encontrados, Bickerton describe a la zona del Euro como una «curiosa combinación de expectativas socialdemócratas y conjeturas propias del patrón oro, con respecto a quién debe asumir la carga del ajuste económico para restaurar el equilibrio». De acuerdo al estudio de CEPR mencionado, en Argentina, se abandonaron las conjeturas propias del patrón oro, y se eligieron las expectativas socialdemócratas, en 2001-2002. Habrá que ver qué rumbo toma Grecia. Por el momento, parece ser que los intereses económicos de la Unión Europea, no permitirán la democratización de este proceso de lucha de clases, que fue sugerida por el Primer Ministro Georgios Papandreou.
El caso salvadoreño
En El Salvador, a nadie le preguntaron si querían introducir un rígido sistema de tipo de cambio fijo en 1992, a 8,75 SVC por USD. Tampoco le preguntaron a la población si estaba de acuerdo con que el USD se volviera moneda de curso legal dentro del país. En teoría, el SVC debiera seguir siendo aceptado como moneda de curso legal, pero es una moneda que ha desaparecido de facto, desde la introducción del USD como moneda de curso legal. Tampoco hubo una discusión bien informada, sobre todas las consecuencias de restringir la política monetaria salvadoreña, de la manera que se ha hecho, desde 1992. Irónicamente, esta política monetaria poco democrática, se introdujo al mismo tiempo que se llevó a cabo una importante democratización política de El Salvador. De la misma manera, poco se informó a la población de que todos los ajustes a los desequilibrios económicos salvadoreños, se harían a través de devaluaciones internas, que afectarían negativamente los niveles de ingresos de la población, así como la situación de empleo, probablemente aumentando el desempleo, el subempleo y la emigración (o todas las anteriores).
Es generalmente aceptado que la situación macroeconómica de El Salvador está en equilibro, y no es tan crítica como la situación económica griega actual. Pero hay que recordar que El Salvador no es parte de estructuras políticas supranacionales, que obliguen a los emisores del USD a rescatar a la economía salvadoreña, ya sea con inyección de USD en El Salvador, devaluaciones nominales del USD en momentos de crisis, o mayores gastos públicos en El Salvador. Esta situación es más crítica, considerando los bajos niveles de carga tributaria que existen en El Salvador, y que limitan fuertemente la capacidad de llevar adelante una política fiscal. Lo único que le queda entonces a El Salvador en momentos de crisis son los préstamos y las condiciones de estos préstamos, las cuales generalmente acentúan la devaluación interna. Además de ello, están las remesas familiares. Grecia es al menos parte del sistema de la Unión Europea, que si bien es cierto, como J. Stiglitz señala, es un sistema imperfecto, que debe reformarse. Sin embargo, este sistema proporciona cierto nivel de liquidez, en momentos críticos.