Opinión /

Un general en Guatemala


Lunes, 7 de noviembre de 2011
El Faro

La única sorpresa que arrojó la elección presidencial guatemalteca fue una participación de votantes mayor a la esperada. El triunfo de Otto Pérez Molina, un ex militar que promete mano dura contra la delincuencia y que se ha negado a decir de dónde obtuvo los fondos para financiar una de las campañas presidenciales más caras de la historia de su país, estaba ya en los pronósticos de todos.

A Guatemala le esperan ahora cuatro años con otro militar en el poder; y los militares, ya se sabe, son casi por definición antidemocráticos. No es que la alternativa, el empresario Manuel Baldizón, augurara mejores días en ese país. Baldizón ha sido vinculado al tráfico de piezas arqueológicas, al contrabando y, según la prensa de Guatemala, al crimen organizado. Otto Pérez también.  

Hoy Guatemala está siendo devorada rápidamente por los cárteles de la droga. Controlan grandes territorios en los que deciden sobre la política, el comercio, la seguridad y la propiedad. La situación ha degenerado tanto que en pocos años Guatemala se está convirtiendo rápidamente en un narcoestado. 

En estas condiciones, la llegada del general Pérez Molina a la presidencia no es muy alentadora. Es, por el contrario, una pésima noticia. El Ejército guatemalteco no es ajeno al crimen organizado, y puesto a escoger entre el combate al crimen organizado o la defensa de sus compañeros de armas, difícilmente tomará una decisión a favor del país que gobernará a partir de enero.

Pero aún no ha comenzado su gobierno, y el general Pérez Molina merece, como todos los presidentes electos, el beneficio de la duda. La situación en Guatemala es tan grave que, si de verdad tiene intenciones de mejorar la vida de los guatemaltecos y combatir a los criminales, deberá tomar medidas drásticas en los primeros días de gobierno, y pronto sabremos cuáles son sus intenciones en el poder. 

Por lo pronto, comenzará legitimado por una participación electoral que ronda el 55 por ciento, que si bien indica que ha conseguido la presidencia con el apoyo de una minoría, es un triunfo más robusto que el esperado. Tiene, pues, mejores condiciones para ejercer el poder. 

El Congreso, sin embargo, no está en sus manos. Pérez Molina tendrá que negociar y lograr acuerdos con las bancadas de sus opositores: el partido del aún presidente Álvaro Colom y de su ex esposa; y el partido de Baldizón. Si lo logra, podrá impulsar su agenda con mucha mayor efectividad que Colom, que bloqueado por la oposición en el Congreso apenas logró la aprobación de 19 decretos en todo el año pasado. 

Guatemala tiene hoy enormes desafíos; entre ellos la desigualdad, la pobres, la exclusión y la violencia. Pero hoy, el más urgente es detener el meteórico avance de los carteles del narcotráfico. Ello requiere autoridades honestas, firmes y capaces de convocar a todas las demás fuerzas. Pérez Molina ahora tiene que probar que es la persona indicada para ese trabajo. 

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