Opinión /

Las deudas del Bicentenario


Martes, 15 de noviembre de 2011
Nicolás Salinas y Carlos López S.*

Vamos a construir El Salvador que queremos y merecemos, es por esto, que como Fundación hacemos el llamado de denuncia que luego de 200 años no existen soluciones reales para mitigar la problemática que miles de familias vivan en una situación vulnerable y como parte de la sociedad nos acongoja. Debemos ser el país unificador en temáticas sociales y que como se logro en una época determinada en Centroamérica, podemos serlo nuevamente haciendo el llamado de SALVADOREÑOS EN ALERTA, erradicar la pobreza no es utópico y es tarea de todos, si queremos un país más justo e igualitario debemos avanzar en conjunto y no dejar de lado a las familias vulnerables, ellas viven una emergencia permanente.

El 5 de noviembre de 2011 celebramos el aniversario 200 del primer grito de independencia en El Salvador; un grito que bajo su eco llevaba años de lucha por parte del pueblo salvadoreño en aras de ser una nación independiente y donde la libertad fuera bandera de su día a día.  Si bien este primer grito no fue del todo exitoso, sentó precedentes que se consolidaron una década después con la tan añorada Independencia Nacional. 

 El primer grito en 1811 fue un detonante de esperanza y lucha hacia un tan ansiado ideal que los que nacimos en estas épocas tenemos la dicha de celebrar y la responsabilidad de defender.

Ahora  a 200 años de este hito, aún existen deudas con un alto porcentaje de compatriotas que no disfrutan de la verdadera libertada proclamada en esos tiempos por los José Matías Delgado, Mariano Fagoaga, Manuel José Arce, entre otros. Hay miles de familias salvadoreñas que no viven en las condiciones que un ciudadano de un pueblo independiente, libre y  justo viviría. Estos salvadoreños no gozan de las libertades que otros poseemos. No tienen acceso al empleo, no reciben educación de calidad, se mojan en sus casas en invierno cuando las ya acostumbradas lluvias caen, pasan hambre, no tienen acceso a la salud y no se les cumplen una infinidad de  derechos humanos inherentes en el ciudadano salvadoreño. Esta sumatoria de carencias se traducen en el 49.7% de la población salvadoreña que vive en situación de pobreza donde muchos compatriotas renuncian a sus derechos ciudadanos en busca de mejores oportunidades en otras naciones independientes como la nuestra. Un ejemplo de ello es el ansiado sueño americano que es igual de valioso como el sueño que tuvieron algunos criollos, mestizos y ladinos hace 200 años.

Estos 200 años han estado marcados de políticas que no han logrado satisfacer las necesidades de todos los salvadoreños y de exclusión hacia los más desfavorecidos y con menos oportunidades como lo menciona el Presidente de la República. Han sido 200 años que han quedado escritos en la historia y que ahora presentan muchos retos para nuestras generaciones.

Es en momentos como hoy,  en pleno clima de celebración y conmemoración de tan importante acontecimiento de nuestra historia, donde todos los salvadoreños sin excepciones debemos asumir los grandes retos que el Bicentenario nos presenta y desde nuestras posiciones en el Estado o en las empresas, con nuestras familias y con nuestras comunidades, luchar porque el clima de celebración sea de celebración para todos.

Si cada salvadoreño cumple sus deberes como ciudadano, se involucra en el desarrollo y la construcción de una sociedad justa, productiva y solidaria como la que soñaron nuestros próceres y compatriotas hace 200 años, sentaremos las bases de un El Salvador próspero y donde la libertad y el bienestar son derechos que se cumplen a cada uno de los ciudadanos. De lo contrario, estas celebraciones quedarán en simples quemas de pólvoras, conciertos sin sentido y desfiles sin rumbo alguno.

Si todos asumimos nuestras responsabilidades dentro de 200 años las generaciones de ese momento celebrarán un aniversario del grito de independencia sin deudas marcadas por la historia y con el Dios Unión Libertad izado en cada bandera de cada hogar de nuestro pulgarcito de América.

*Los autores son directivos de Un Techo Para Mi País

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