Opinión /

Construir una 'verdad jurídica' en Guatemala


Lunes, 28 de noviembre de 2011
Edgar Gutiérrez*

Sobre las guerras no hay verdades, hay historias. Nuestra guerra no les importa a los jóvenes, quizá porque no la hemos sabido contar. Las viejas generaciones están disputándose todavía la “razón” de esta guerra. No hay, por tanto, pedagogía de esta historia atroz e infame.

 Pero no escapamos de su sombra. La sociedad está saturada de violencia y, aunque dice rechazarla, no sabe otra herramienta para librarse que no sea la violencia misma. Es la gran falla del Estado de posguerra, apañada por nuestras elites. La guerra segó tres generaciones de jóvenes vibrantes y talentosos. Y la generación superviviente, atormentada por esa pesadilla, ya no fue capaz de soñar; se quedó hurgando en el pasado. El relato del horror conduce al final a la construcción de una “verdad jurídica”, y no deja de ser traumático, sobre todo cuando los actores de la guerra son octogenarios.

Más allá de razones y sinrazones de la guerra, la única pedagogía posible en términos de construcción social es la normativa. Parece contradictorio: una guerra política pretende modificar las normas y por eso la facción contestataria, al declarar su desafección al sistema, empieza por romper las reglas. Y el status quo había adoptado su propia regla de exclusión, al perseguir a quien suscribiese ideas “exóticas”.

¿Por qué buscar la pedagogía normativa de una guerra, cuando guerra significa justamente quebrantar normas que fallaron al contener un conflicto o bien propiciaron el conflicto mismo? Lo que quiso aprender Occidente tras el exterminio masivo y sistemático de seres humanos que propició el régimen nazi fue que las guerras debían de tener reglas, es decir, límites.

Cuando nuestra guerra se desencadenó, estos códigos universales ya tenían vigencia y nuestro Estado los aceptó sin reservas. Para las fuerzas combatientes, estatales y subversivas también aplicaban esas reglas, y la ignorancia nunca es argumento de descargo. Cuando los médicos estadounidenses vinieron en 1946/48 a experimentar con seres humanos, el Código de Núremberg ya estaba vigente y lo promovían los EE.UU. Cuando las guerrillas secuestraron civiles con fines extorsivos y el Ejército identificó blancos civiles e hizo prisioneros de guerra, el de derecho humanitario ya regía. Más grave aún, cuando 2004 a 2007 las elites que en verdad gobiernan este país dieron carta blanca a sus operadores para desatar una carnicería de lo que consideraron “desechos” humanos, la sociedad los aplaudió y los encargados de aplicar las normas siguen semiparalizados. Mientras no aprendamos de esta historia seguiremos repitiéndola.

*Este artículo fue publicado originalmente en elPeriódico de Guatemala

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