Opinión /

El sistema en decadencia


Lunes, 28 de noviembre de 2011
El Faro

Los últimos años han visto transformaciones en el sistema político que no parecen corresponderse con las posiciones de los partidos. ARENA ha sido incapaz de lanzar nuevas propuestas y apenas ha logrado cerrar filas como una especie de mecanismo de defensa ante la fuga de aquellos que hoy forman parte del partido GANA. El FMLN, que en 2009 ganó por primera vez las elecciones presidenciales, hoy preside la Asamblea Legislativa y comparte (cada vez menos) el Ejecutivo con un presidente que cada vez se siente más cómodo con sus antiguos enemigos. En otras palabras: ARENA nunca ha tenido tan poca influencia en las decisiones del país; y el FMLN nunca ha tenido tanta. 

Por eso resulta sorpresivo para algunos el hecho de que las últimas encuestas sobre preferencia electoral coloquen a ARENA en primer lugar, por encima del FMLN, sin haber hecho prácticamente nada para merecer su recuperación en las intenciones de voto. Es decir, el cambio en las intenciones no ha sido provocado por los méritos de ARENA, sino por los tropiezos del FMLN. 

Cuando son los errores, más que los aciertos, los que determinan las preferencias electorales, el sistema político está en decadencia. Y cuando el sistema político está en decadencia, se abren las puertas para los aspirantes a caudillos y redentores, para los autoritarismos, la desinstitucionalización del Estado y la consolidación de las mafias. Ese es el riesgo que enfrentamos ahora. 

El sistema político, sin embargo, ha abierto un poco más la puerta para la participación ciudadana al permitir el voto por personas además de por banderas. Es una herramienta que los partidos han intentado neutralizar a toda costa y casi lo han logrado, en detrimento de las candidaturas independientes, pero que aún puede ser utilizada para presionar a los políticos a cumplir sus promesas y adecentar su ejercicio en la Asamblea Legislativa y por tanto hacia el resto del sistema. 

Los ciudadanos hoy pueden, y deben, exigir a los aspirantes a diputados que se comprometan con medidas concretas que ayuden a garantizar la transparencia, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción, como la ley de partidos políticos y la de financiamiento de campañas; o a cambiar la elección del presidente de la Corte de Cuentas y reformar esa institución de tal manera que se separen sus funciones administrativas y sus funciones jurídicas, y se garantice la elección de personas idóneas para ese cargo que es fundamental para la vida democrática. 

El sistema político no tiene voluntad para transformarse y necesita ser presionado por los ciudadanos. Ahora está en las manos de los electores sacar de la Asamblea a los corruptos y a los vividores, y comenzar a pedir cuentas a los que pretendan reelegirse, con sus promesas de campaña en la mano. Si el sistema no quiere admitir su decadencia, es la ciudadanía la que debe actuar para cerrar las puertas a los autoritarismos y a las mafias. Con su voto. 

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