La Navidad llegó y los almacenes y puestos callejeros se llenaron con los juguetes de moda y los arquetípicos: la muñeca, el caballo convertido en carro, el arma de juguete... Un niño es capaz de transformar un lapicero, o simplemente su dedo, en un arma para jugar a policías y ladrones. Pero regalarles réplicas a veces extremadamente realistas de instrumentos de matar, ¿no contribuye a normalizar la violencia?