Opinión /

Gracias, Héctor


Lunes, 12 de diciembre de 2011
Francisco Altschul

Es difícil ser objetivo cuando se trata de hablar de una amigo querido recién fallecido, sin embargo, en el caso de Héctor Silva, la evidencia de sus cualidades es tan grande, y hay tantas gentes y testimonios que hablan en bien de su vida y su compromiso, que estoy seguro de no ser subjetivo al recordar su memoria.

Héctor fue ante todo un luchador por la justicia social y la Democracia en nuestro país. Desde una óptica y compromiso cristiano, inició su vida política cuando estudiaba en la Universidad Nacional. Militante del PDC, en la época en que este partido se identificaba con las causas populares, posteriormente miembro del Movimiento Popular Social Cristiano MPSC, salió al exilio en la década de los ochenta para participar en en el trabajo político internacional del Frente Democrático Revolucionario FDR. Regresó al país durante la guerra, para abrir espacios democráticos en momentos muy difíciles, arriesgando, sin lugar a duda, su vida en ese empeño. 

Como diputado, como Alcalde de San Salvador, como candidato presidencial, como dirigente de Cambio Democrático y como Presidente del FIS-DL, Héctor siempre trabajó con la mirada puesta en los sectores más desfavorecidos, plenamente identificado y siendo consecuente con el llamado de Monseñor Romero de adoptar una “opción preferencial por los pobres.” 

Héctor fue un visionario, pero con los pies puestos firmemente en la tierra. No fue un Quijote combatiendo molinos de viento, sino alguien que tenía una visión clara de dónde ir y sabía cómo hacerla realidad. Su liderazgo en la Alcaldía es clara muestra de ello, nos devolvió la esperanza en una mejor ciudad capital, e implementó a la par políticas novedosas que beneficiaron a los ciudadanos de San Salvador. Su convicción en la importancia de los gobiernos locales, como forma de fortalecer la democracia y lograr un mayor desarrollo social y económico, fue un ejemplo para que muchas alcaldías en el resto del país emprendiera ese camino.

Héctor fue un profesional comprometido y generoso. Recién graduado de medico, estableció su práctica en una clínica popular en San Miguel, trabajó en la Universidad Nacional y fundó y estuvo al frente de la Fundación Maquilishuat, ONG dedicada a proveer servicios de salud a las poblaciones más necesitadas.

Héctor fue un funcionario público ejemplar. Entregado totalmente a su trabajo, con una honestidad intachable, convencido de la responsabilidad de actuar con transparencia, de rendir cuentas, de escuchar, dialogar y concertar. 

Héctor fue muchas cosas más, pero, sobre todo, fue un hombre bueno, ejemplo para sus hijos, apoyo para su esposa, sus hermanos y hermanas y para sus amigos, fuente de inspiración y compromiso.

Gracias, Héctor.

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