Nunca tuvimos duda que Héctor tenía un lugar especial y privilegiado en la opinión de la gente, los abrazos de cariño donde sea que estuviera, mostraban la gran simpatía social que le tenían. Sin embargo, ante semejante acontecimiento, su súbita e impensada muerte, cundió de amor y dolor póstumo a las/los salvadoreños y a muchos desde afuera, más allá de lo imaginado.
Héctor, el mejor ser humano y el mejor hombre para mí, su esposa, sin duda merecía esto, él esparció por donde sea que transitó, ideales de justicia social, de democracia, de tolerancia ideológica, de pensamiento y actuación ética; y no solo eso, fue capaz de reaccionar siempre ante la pobreza, con acciones directas con las personas; así como con acciones políticas frente a la sociedad.
Su último aporte social de la vida, a través del FISDL, le permitió actuar con toda la sensibilidad humana que le provocaba la pobreza y la marginalidad de la gente y reaccionó sin dudas y sin limitaciones, volvió propio el reto de romper la inmovilidad social que provocan estos fenómenos.
También fue el amigo que valoró lo imponderable de la amistad, al compartir con ellos, sus amigos, sus grandes ideales humanos y sociales.
Héctor es, el insustituible compañero para mí y pienso que es el insustituible ser humano para esta sociedad.
Queremos agradecer infinitamente todo el amor, el apoyo y el cariño que amigos, compañeros, colegas del gobierno y muchos otros, le dieron a toda esta familia herida por la muerte de Héctor:
Su esposa Lorena, por el gran amor que nos tenemos
Sus hijos, Héctor y Claudia, por el padre amigo
Sus nietos, Héctor Raúl, Marina, María Alicia y Luciana, por el abuelo cómplice
Sus hermanos: Mauricio, Alex, Ana Gloria y Carmen María, por el incondicional y alegre hermano