Opinión /

Veinte años después


Martes, 10 de enero de 2012
Héctor Lindo

Veamos las preguntas que se pueden hacer dos décadas después de un acontecimiento clave en nuestra historia. ¿Qué ocurrió con el optimismo inicial? ¿Porqué dejamos que la inseguridad personal y la incertidumbre política crearan un ambiente hostil para la inversión? ¿Hemos hecho lo suficiente para combatir la pobreza y la injusticia social? ¿Sopesamos cuidadosamente los méritos de políticas alternativas sin que nos cieguen las rivalidades partidarias? ¿Colocamos al bien común por delante de los intereses mezquinos? ¿Poseemos un sistema judicial a la vez eficaz y respetuoso de principios constitucionales?  ¿Garantizamos la transparencia en el manejo de fondos públicos para que los ciudadanos paguen sus impuestos a sabiendas de que contribuyen a mejorar el país? ¿Estamos satisfechos que el sistema educativo prepara a la población para enfrentar los desafíos económicos de un mundo cambiante?

Esas eran exactamente las preguntas que se formulaban los salvadoreños dos décadas, inclusive tres, después de 1821. En un extraordinario discurso que pronunció en el vigésimo quinto aniversario de la independencia el Presbítero y Doctor Isidro Menéndez decía, “En lugar de la seguridad individual, de la riqueza y de la paz y orden ¿qué hemos tenido? Una decadencia lamentable en todos los ramos que hacen grande y respetable una nación: pobreza suma, … ríos de sangre … y muerte.” Mas adelante el Presbítero denunciaba una sociedad que permitía que el rico “oprima al pobre”, criticaba a otros por aprovecharse “del sudor ajeno”, y laceraba los abusos de poder. Hacía un llamado al olvido “de los resentimientos pasados”.  Pedía a los salvadoreños que recordaran “que el bien común es preferente al individual”. Los párrafos de conclusión del discurso del prócer en 1846 distan mucho de sonar anacrónicos en 2011. En ellos pedía que “que se afiance la paz pública y la tranquilidad de los pueblos, que se garantice la seguridad individual, que se administre propia y cumplida justicia … que se recauden, administren e inviertan las rentas públicas con pureza y economía, que se fomente con decidido empeño la ilustración pública”.

Pero los discursos del día también señalaban transformaciones profundas que tenían el  potencial de dirigir al país en una dirección positiva. Menéndez, al destacar la importancia de la situación geográfica de El Salvador y de las posibilidades del comercio externo sugería la importancia de reorientar la economía del país a las exportaciones, proceso que todavía no había cobrado impulso en 1846. Pero todos sabemos que el crecimiento sin equidad tiene sus peligros. El otro orador del día, el Doctor Francisco Dueñas, hablaba con entusiasmo sobre la movilidad social posible gracias a los acontecimientos de 1821.“Por la independencia y la democracia” decía Dueñas, “vemos salir hoy de las masas populares los generales, los ministros, los presidentes, los obispos, los sacerdotes, los médicos y los abogados”. Dueñas resaltaba además una nueva actitud ante los derechos humanos. Según Dueñas bajo el dominio español prevalecían las “leyes restrictivas de los derechos del hombre” que impedían a los salvadoreños “nivelarse con sus dominadores”.

La visión que planteaban estos antepasados políticos continúa tan vigente hoy como lo fue en 1846. Menéndez comprendía el enorme potencial de una economía abierta y libre a la vez de la necesidad de moderar las ambiciones humanas con un sentido de “bien común” y de justicia social. Dueñas había experimentado en carne propia la importancia de tener oportunidades educativas y el enriquecimiento que representaba el aumento de las oportunidades para todos y la creación de caminos para la movilidad social. Afortunadamente para ellos, su contemporáneo Karl Marx todavía estaba a dos años de publicar sus primeras obras y nadie tildó a los oradores salvadoreños de comunistas.

Después de dos décadas de ese parteaguas que constituyó 1821 los salvadoreños estaban conscientes de la problemática del país y tenían un sentido de visión. ¿Qué ocurrió? Cuando las condiciones económicas internacionales permitieron el rápido crecimiento de las exportaciones se consolidó en el poder una élite poderosa que redefinió “el bien común” a costa del resto de grupos de la sociedad. La “democracia” que alababa Dueñas dejó de ser un norte y las élites agroexportadoras se interesaban más en controlar a “las masas populares”, las cuales dejaron de ser vivero de “los generales, los ministros, los presidentes, los obispos, los sacerdotes, los médicos y los abogados”. Las  “leyes restrictivas de los derechos del hombre” que impedían a los salvadoreños “nivelarse con sus dominadores” no reaparecieron necesariamente en los códigos, pero estaban cada vez más presentes en las acciones de los poderosos.

Mutatis mutandi enfrentamos un problema similar al que tenían Menéndez y Dueñas. Dos décadas después de un acontecimiento trascendental para la historia nacional tenemos que escribir discursos y artículos que evalúen la situación en la que nos encontramos y señalen un sentido de dirección para el país. En mi humilde opinión no hace falta ser demasiado originales.  Creo que una “traducción” de los discursos de 1846 al lenguaje de 2012 nos puede dar material rico para pensar en nuestro futuro. Quedan dos  desafíos obvios. El primero es no repetir el error de los sucesores de estos prohombres que perdieron de vista los ideales de democracia, movilidad y justicia social. Esto requiere amplia participación ciudadana para evitar que pequeños grupos confundan sus intereses personales con el bien común. Como decía el Doctor Dueñas, “la libertad se alimenta y sostiene por la agitación y el movimiento”. El segundo desafío es apartarse de los excesos retóricos del discurso de Dueñas. Para muestra un botón:  “¡Loor! mil veces loor a los ilustres patriotas que con heroico denuedo …” Evítese.

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