Opinión /

La cultura y su expresión


Martes, 10 de enero de 2012
Luis Fernando Valero

El año pasado, al cumplirse 10 años de  la trágica destrucción de las estatuas gigantes de Buda en Bamiyán (Afganistán) por los fanáticos religiosos talibanes, la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, señaló que “desde entonces hemos presenciado otros casos en los que el patrimonio cultural  ha sido presa de conflictos, disturbios políticos y apropiaciones ilícitas. Todos nosotros, gobernantes, educadores y profesionales de los medios informativos, debemos sensibilizar a la opinión pública sobre la importancia que tienen las normas de protección de los bienes culturales establecidas en la Convención del Patrimonio Mundial de 1972, en el Convenio de La Haya para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y su segundo Protocolo, y en la Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedades ilícitas de bienes culturales”.

Estas palabras vienen perfectas para lo que acaba de ocurrir con el mural que el artista salvadoreño Fernando Llort desarrolló en la Catedral de San Salvador;  extraña que algunas personalidades, sean de la índole que sean, a estas alturas de la civilización se permitan ciertas órdenes, sin encomendarse, ni a Dios ni al diablo (con perdón, dado el asunto que estamos tratando), pero es que no puede uno menos que quedarse anonado antes esas acciones.

Después de las barbaridades que han hecho algunas personas en nombre de “Dios” en la historia, otros, con más criterio, deberían estar vacunados, pero ya se ve que no.

El problema que tiene la destrucción de una obra de arte es que su reconstrucción es prácticamente imposible cuando se han deteriorado partes sustanciales de la misma, por ello la UNESCO no es partidaria de que se reconstruyan las estatuas de Buda. Por ello un grupo de expertos examinará a qué medios se puede recurrir para mostrar sus restos y los nichos, preservando al mismo tiempo el paisaje cultural de Bamiyán y las investigaciones arqueológicas. 

Lo acontecido con la obra de Llort es irreparable y ello debe motivar a los que la han destruido a una reparación adecuada al daño hecho y en consonancia con la realidad que circundaba la obra.

Cuando el 26 de septiembre de 1997 un fuerte temblor de tierra afectó a las regiones italianas de Umbría y Las Marcas destruyendo La Basílica Papal de San Francisco de Asís, el San Jerónimo, atribuido por algunos a Giotto joven, donde estaban representados los cuatro doctores de la iglesia, la figura de San Mateo, la bóveda donde se representan los Cuatro Evangelistas de Cimabue, todo el mundo apuntó a su reparación inmediata.

Cuesta creer que ahora en San salvador responsables de la Iglesia católica hayan actuado tan vandálicamente. ¡Cuesta creerlo!

La cultura como han comentado numerosos entendidos es sobre todo  compartir, experimentar, sentir, hacer y vivir juntos. La cultura es sobre el contenido de la vida, la comprensión y expresión de nuestra realidad y nuestras reacciones ante el mundo. 

Androulla Vassiliou, Comisaria europea de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud, ha repetido en numerosas ocasiones que El patrimonio cultural es una pieza clave de la diversidad cultural y la historia que compartimos”.

Es de esperar que las autoridades responsables de este hecho en El Salvador no mantengan la posición de “sostenella y no enmedalla”, que señala Cervantes en su Quijote, por un falso prurito de autoridad y encuentren una solución adecuada para reparar el daño causado a una obra de arte que muchos salvadoreños apreciaban y que no era más que la expresión de la pluralidad y el respeto que toda obra desarrollada con dignidad y correcta intención merece. Amén.

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