Opinión /

Desnutrición en El Salvador


Lunes, 23 de enero de 2012
José Mauricio Silva

Los costos de la desnutrición son muy altos para los que la sufren y para el país. Más de la tercera parte de las muertes de niños y niñas tienen su origen en la desnutrición. Los niños que sufren de desnutrición en sus primeros dos años de vida se encuentran en alto riesgo de ver afectado su desarrollo cognitivo, lo cual afecta la productividad y el crecimiento económico del país, además de recargar el sistema de salud nacional. La anemia en la infancia implica por sí sola una disminución de salarios en los adultos de un 2.5%. Los niños desnutridos tienen una mayor predisposición a contraer otras enfermedades.

Lo anterior tiene implicaciones importantes para El Salvador pues la desnutrición es seria para ciertos grupos de nuestra población según se refleja en una reciente publicación del Banco Mundial llamada “Nutrición de un Vistazo, El Salvador”.  Según ese estudio en nuestro país el 21% de los niños menores de cinco años - casi uno de cada cuatro - tiene retraso en el crecimiento, el 6% tienen peso inferior al normal y el 38% de los niños entre 6 y 24 meses sufren de anemia. La desnutrición en El Salvador se ve complicada por el reciente aumento exponencial de tasas de sobrepeso y obesidad, en particular en niños y mujeres. 

Este doble flagelo de desnutrición y obesidad es el resultado de varios factores, siendo uno de los principales la pobreza, pero también la falta de educación, mala alimentación y una vida sedentaria. Los niños pertenecientes al quintil de ingresos más bajos sufren un retraso de crecimiento que es casi siete veces mayor que los niños del quintil de ingreso más alto. Los niños cuyas madres son obesas tienen dos veces más riesgo de ser obesos y son más propensos a sufrir de diabetes y enfermedades crónicas. Los hijos de madres sin educación y de áreas rurales tienen casi el doble de probabilidades de tener retraso en el crecimiento.

Esas son las malas noticias, la buena es que las soluciones a estos males están a nuestro alcance. Las prácticas de mala alimentación se pueden revertir a través de la promoción de buenas prácticas alimentarias y actividades físicas, especialmente en las escuelas y dentro del sistema de salud; como parte de esas iniciativas juegan un papel clave la promoción de alimentar a los recién nacidos con la leche materna y  la introducción de suplementos alimenticios como vitaminas y hierro. La promoción de la salud básica y el acercamiento de ella a las poblaciones más vulnerables es algo que se ha reforzado con la reforma de salud y que debe continuar y, de ser necesario por razones financieras, focalizarse en aquellos municipios más vulnerables. 

Todas estas medidas son viables de ejecutar en el país, la mayoría de ellas se están ejecutando, pero se deben continuar y reforzar. El Programa Mundial de Alimentos y el USAID produjeron a finales del año pasado el Mapa de Hambre en el país lo que incluye un mapa de retardo por crecimiento por departamentos y de desnutrición crónica por municipio, ellos permiten diseñar la focalización. 

Esas medidas se deben complementar con la lucha contra la pobreza. Las medidas para ello también son conocidas, aunque quizás más difíciles de ejecutar. El factor clave para reducir la pobreza es la creación de empleos que generen ingresos a la fuerza laboral, tarea que es responsabilidad de ambos - el sector privado y el público. Papel clave en esa estrategia es la educación de calidad, especialmente de los pobres; nuestra fuerza laboral para ser competitiva debe poder manejar bien la lectura, las matemáticas y las ciencias. Lo anterior debe ser complementado por los programas de transferencias condicionadas y de apoyo a los más pobres como los que desarrolla el FISDL en nuestro país. Ellos son la red solidaria que permite apoyar a los que sufren pobreza extrema, y dentro de ellos especialmente a los de la tercera edad y los niños, a sobrevivir y evadir la desnutrición y el hambre.
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