El Ágora /

¿Reflejos del Grammy?

Tato Henríquez es el 'famoso' salvadoreño que cuenta con tres nominaciones al Grammy y una victoria. Visita el país para presentar su disco 'Reflejos' y, también, para hacer una minigira por donde se pueda.

Martes, 14 de febrero de 2012
Óscar Luna

Disco Reflejos
Disco Reflejos

Después de escuchar este disco y conocer, un poco, la historia de Tato es obvio que, por lo menos este producto, es una oda a la melancolía, a lo que él quería que fuera y no terminó siendo, por lo menos del todo.

Acá tocó en una banda de rock llamada Crisol y el sueño lo perseguía con ellos y en función de esa música, el rock pop. Y su éxito, su Grammy, fue por participar en un disco de música norteña del grupo Costumbre.

Así es el hambre y la necesidad, un popero nacional terminó escribiendo música norteña, pero eso es otra historia que se contará dentro de poco en una Plática Viva.

Ya en materia, el disco tiene un sonido pop orgánico bastante retro. A pesar de ser amigable al oído, resulta un poco tedioso escucharlo todo de una sola sentada. Su opening, 'Cómo no pensar en ti', es una canción que no refleja a 'Reflejos'; la canción es una de las excepciones, para bien, que tiene el disco. Arreglos de guitarra 'a la española', una melodía melosa y una letra de amor, hacen de esta un potencial sencillo que puede ser fácilmente tocado en una radio.

La siguiente canción, 'Dos gotas de mar', ya sienta la regla de la mayoría de la producción. Una vibra Reyli con toques de Elefante, que a ellos les funcionó perfecto, en su momento y que luego se fue prostituyendo hasta el punto de que no sé si es la mejor decisión agarrar ese camino artístico para sobresalir. Es de valorar que Tato está muy metido en el medio y él sabrá qué hacer, en términos comerciales, por lo menos.

El primer real desabor del disco es 'Un ser humano como tu' que toca el tema cliché del pop de cantautor: '...de mi país un día tuve que salir, sin saber bien si a mi destino iba a llegar...' que para una sociedad a la que le encanta la migración como la nuestra aplica, pero se ha vuelto un tema tan comercializado musicalmente que ya casi ni a Manu Chao y compañía se le vale.

Inmediatamente después del cliché en notas, viene el punto más alto del disco: 'Ojos'. Una canción que utiliza otra fórmula ya establecida la del blues de película de bar de películas de los 30 o 40; solo que acá no canta una chica, es Tato. Sin embargo, esta fórmula refresca la dinámica del disco y la pregunta salta en el momento: ¿Por qué no compone más así o como la primera canción?

El final del disco obedece a la tendencia... perdón, con un punto realmente bajo: 'La vida es una fiesta' es un pop alegre que dan ganas de llorar. La intención es muy buena para su género, pero nunca logra llegar donde debería, es decir, al escucharla nunca sentís que la vida es una fiesta. El recurso de los niños es una gran idea, pero tímida en la mezcla solo hace estorbo.

Hoy sí. El final del disco obedece a la tendencia que solo se ve afectada por la primera canción y 'Ojos'. Pero algo sabrá Tato que yo no, ya que por algo escogió este rumbo para tratar de competir por un Grammy con esta producción.

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