Opinión /

¿Qué ha pasado con la izquierda?


Martes, 10 de abril de 2012
Luis Fernando Valero
Desde la caída del muro de Berlín en 1989 lo que se entiende por izquierda lleva una larga temporada en franca retirada, hay quien argumenta que el inicio del cambio de lo que se denomina progresía izquierdista se gestó en lo que se denomina el mayo del 68. 

Si se analiza la historia y no se hace ucronía debe reconocerse que el famoso “hombre nuevo” que proclamó Marx y que luego se construyó como icono con el Che Guevara, no ha acabado de cuajar y en Iberoamérica los procesos revolucionarios dejan mucho que desear en sus logros y conquistas, desde Cuba a Nicaragua; y en otras luchas menores, pero no por eso menos intensas, Guatemala, El Salvador, Perú, Uruguay, Argentina, Colombia... El hombre nuevo no parece por ninguna parte.

La idea era arreglar el mundo, poner fin a la riqueza mal repartida y acabar con la pobreza. La crisis que se está padeciendo ha hecho realidad el cuento del rey desnudo y en esta lucha también ponemos en el saco a la socialdemocracia, que quizás haya sido la que mejor ha intentado arreglar la situación y que en algunos países ha logrado éxitos evidentes: Alemania, Suecia, Holanda, Austria. Pero en el desarrollo de sus programas, como señala González Faus en su opúsculo “El naufragio de la izquierda”,: “pecó de una ingenuidad desesperante” y lo que consiguió la derecha lo manipuló en beneficio propio. Y “De aquellos polvos ingenuos nacieron estos lodos escépticos” que conseguirán que el equilibro de fuerzas de izquierda o la justicia más social entre en una larga cuarentena”.

Vidal Beneyto señala que: “El reinado de la tecnocracia hace impracticables e inútiles todas las ideologías. Para transformar la sociedad queda el recurso de la movilización renovada de los colectivos de base como reacción a la opresión”. Y en esto momento no parece que la sociedad esté por la labor ya que prima el intentar que cada quien salga por su propio medio, a pesar de que la destrucción de derechos conquistados sea pavorosa.

Hay indignación pero no movilización seria y contundente.

Hoy se está aceptando que lo enseñado en las ”Business schools” ha sido una equivocación monumental y que fomentar la soberbia y trabajar por la avaricia no ha sido la mejor receta pedagógica. Por otra parte y la izquierda cuando ha llegado al poder, demasiado se ha contagiado de esa manera de hacer y la corrupción se ha generalizado. Los medios de comunicación  han dado muestra de ello abundantemente.

Frente al mundo del reparto justo y equitativo se predica que los que son “mejores” sean aun más “mejores”, no se acepta que si el mundo es desigual como realidad natural, hay que favorecer que la desigualdad no condicione de entrada y por ello hay que ayudar al más desfavorecido, pues todos somos iguales en dignidad. No, se está practicando un “sálvese quien pueda” y lo que es peor, se está destruyendo al que logró superarse con esfuerzo; el sacrificio que están haciendo las capas medias en Europa e Iberoamérica es inmenso, pero los líderes políticos no están repartiendo bien el logro de esos sacrificios.

Vivimos en un mundo de incertidumbres y perplejidades, Bauman ha señalado en su libro “Mundo Consumo”: “la vida parece moverse hoy demasiado de prisa como que la mayoría de nosotros seamos capaces de seguir sus giros y sus vueltas, cuanto más preverlos”.

La social democracia se ha ido transformando en social liberalismo y las grandes masas de votantes le han dado la espalda, unos quedando en casa, otros afirmando: para trabajar con la copia prefiero el original.

En cambio la derecha no ha tenido empacho en incorporar a su discurso ideas socialdemócratas y hacer gestos que la socialdemocracia no se atrevió por miedo, por ejemplo bajar los sueldos a los ejecutivos financieros de empresas públicas privatizadas y que han necesitado dinero público, o en el caso de Obama, salvando las distancias de socialdemócrata, imponiendo unos sustanciosos impuestos a los bonos de compensación de dividendos en bancos que han recibido  dinero público para reflotarse.

La socialdemocracia europea no ha sabido y no sabe cómo ofrecer una respuesta creíble que ayude a las clases medias y bajas y no acaba de entender lo que es la globalización; dejó de construir, cuando pudo hacerlo, la integración europea como unos estados federados.

Los sindicatos, llamados de clase, no han captado que hoy no hay proletarios y no han sabido convencer a las nuevas generaciones para la afiliación y sobreviven de las migajas de subvenciones que les da el sistema que de esta forma los tiene domesticados, pues sabe que ladran pero no muerden.

Raymond Aron, Edward Shills y Daniel Bell dieron clara constancia en los años 60 que había una declinación de las ideologías y que había que ir hacia una nueva forma de pluralismo político, la inercia de la historia, en esos, años con algunos movimientos revolucionarios sirvió de espejismo, pero al final se ha impuesto un economicismo empresarial y un sálvese quien pueda  siendo buena prueba de ello es que ahora ya no hay empresarios, ahora hay “emprendedores”, de nuevo el lenguaje sirve de coartada.

El espíritu de Max Weber con su obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” en donde el trabajo y el ahorro era la llave maestra ha sido arrumbado y hoy lo que priva es la especulación pura y dura y engañar a los que dejan su dinero confiados en  los bancos. Goldman Sachs lo practica y ha sido declarado en los medios por un ex ejecutivo y que se lo pregunten a los que confiaron en participaciones preferentes, la deuda subordinada, obligaciones convertibles y subordinadas, cédulas hipotecarias y swaps.

Martha Nussbaum ha señalado claramente en su obra “Sin fines de lucro”, que  hay que volver al mundo de los principios y de los valores, no se puede dejar de enseñar humanidades, Ética, Filosofía, Literatura en las escuelas de negocios, económicas y empresariales y por supuesto hay que introducir más pensamiento no técnico en las careras de ingeniería. Lo jóvenes necesitan en su proceso de aprendizaje, en su construcción de personas: “sentido, comprensión y perspectiva además de necesitar trabajo”.

Hace falta urgentemente replantearse cuáles son los fines y las consecuencias de una economía especulativa, en absoluto basada en el esfuerzo y en el trabajo real.

Hay que repensar el modelo de desarrollo económico de un continuo progreso en las ganancias, a como dé lugar, aun a costa de destruir el mundo que lo produce y eso trasladarlo a las escuelas y cambiar a su vez el modo de enseñar y de estar en el mundo y en el trabajo, repensar el papel juega la familia y si el tiempo que le dedicamos a los hijos es el adecuado. 

Viendo la realidad de esta crisis es evidente que las cosas no van por buen camino. Habrá que reflexionar seriamente sobre ello pues las consecuencias son tremendas. No hay más que mirar alrededor.

 

 

 

 

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