Opinión /

Europa, el riesgo de la longevidad


Martes, 1 de mayo de 2012
Luis Fernando Valero

Los ciudadanos europeos observan cada día cómo su Estado de Bienestar, que era una de las banderas de su sociedad, cada día recibe pavorosos recortes. Grecia, Irlanda, Portugal, España, en Francia aún no se pone aún en evidencia pero es el rio subterráneo que está alimentando toda la campaña electoral. Francia ha dejado de ser una primera potencia y sabe que el próximo presidente no podrá garantizar el Estado de Bienestar que tiene actualmente, todo ello es una muestra palpable de que Europa ya no es lo que era y sobre todo se tiene la conciencia de que en el futuro se vivirá peor.

Los males de Europa son varios y diversos la Unión Europea, UE se ha demostrado incapaz de construir los Estados Unidos de Europa y ha visto que el mercado en absoluto es regulable, más aun, el mercado, que nadie se atreve a decir quién es y dónde está, impone la realidad social y hay serio peligro, en un horizonte no muy remoto, de que el euro deje de ser la argamasa que mantenga el edificio de la UE.

Uno de los mayores problemas que tiene la UE es la longevidad y ésta es su talón de Aquiles, la seguridad social y las pensiones que fueron conquistas de una sociedad en donde la esperanza de vida no pasaba de los 60 años como mucho, hoy la media de los países europeos es de 73 años y en algunos países como España y Grecia se sitúa en 79.8 años, lo cual tensiona en demasía su existencia.
Ante un paro medio en la UE del 10.2% y en algunos países con más del 24% ese sistema es insostenible y ya comienza a avisarse que o se toman medidas o el caos está a la vuelta de la esquina.

Una buena prueba de ello es el Fondo Monetario Internacional FMI que acaba de  señalar en un documento durísimo por su crudeza y agresividad  que se recorten las prestaciones y se retrase la edad de jubilación ante “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado“. Y también propone soluciones de mercado para mitigar ese “riesgo“.

Uno de sus especialistas, José Viñals, lo llama “riesgo de longevidad”. Y afirma: “Si el promedio de vida aumenta tres años más de lo previsto para 2050, el coste del envejecimiento -que ya es enorme para los Gobiernos, las empresas, aseguradoras y particulares- aumentaría un 50%” Y para los países emergentes, ese coste adicional sería del 25%. Dicho de otra forma según Viñals: “vivir más es bueno, pero conlleva un riesgo financiero importante'.

La solución según el FMI para neutralizar esos efectos, recomienda combinar el aumento de la edad de la jubilación con otras medidas, que se ligue a la esperanza de vida, de modo que el número de años en que los jubilados cobran la pensión no aumente.

En la reciente reforma española del sistema de pensiones que retrasaba la edad de 65 años la jubilación a los 67 años de forma progresiva, ya se prevé un mecanismo de este tipo, llamado factor de sostenibilidad. Así, la ley prevé que las variables clave del sistema de pensiones (como la edad de jubilación) se revisen cada cinco años a partir de 2027 en función del aumento de la esperanza de vida.
Al final va a resultar que vivir es un problema.

No es ser catastrofista, cierto que en Europa, si se mira hacia atrás y se observa las estrecheces de Irlanda, Suecia, Alemania España y sus grandes emigraciones de Europa a finales del XIX y principios del XX se ha conseguido elevar inmensamente su nivel de vida. Aquellas “Las Hurdes, tierra sin pan” que describió Buñuel en su film de 1932 hoy no existen.

Pero no deja de ser preocupante estos informes del FMI para su reunión del próximo 20 al 22 de abril en Washington y que sean discutidos como parte de las previsiones futuras.

Y por si ello fuera poco se constata que en este mundo actual hay empresas, bancos y aseguradoras que están dispuestos a ganar dinero con este tema. Un ejemplo, hay fondos de inversión que permite a sus clientes apostar indirectamente sobre la esperanza de vida de personas de la tercera edad. Los inversores se juegan el dinero a futuros, pero no de una manera usual, sino sobre la futura muerte de ancianos, así, sin nombre ni cara. ¿Cómo? Hay algún banco que ha lanzado dos emisiones en las que la inversión generada ronda los 200 millones de euros. ¿Es ético este tipo de inversión, se puede jugar, apostar cuántos de los que entran en la inversión morirá antes de tiempo?

El fondo afirma, según los medios de comunicación, que no se venden pólizas de seguros sino certificados basados en estadísticas referentes a la vida clínica de 500 ciudadanos estadounidenses de entre 70 y 90 años de edad.

Lo que parece más que evidente, según algunos analistas, es que parte de la  sociedad está en clara descomposición; no hay moral, no hay ética, no hay principios, no hay humanidad… El mundo se derrumba ante los ojos de ciudadanos impasibles y temerosos ante el avance de la ideología  ultraliberal.

Lo curioso es que los  defensores fundamentalistas del mercado aseguran que éste, si no hay intromisiones institucionales, se asegura la prosperidad: mérito, bienestar, justicia y eficiencia. Pero lo que se connota es que desde que estalló la crisis ni uno solo de esos principios ha conseguido mantenerse.

Porque otro problema que ya se está plantando con la crisis, lo señalaba Krugman en su columna “El suicidio de Europa” la semana pasada, por un fenómeno que parece extenderse cada vez más en Europa: los suicidios “por la crisis económica” de gente que se quita la vida desesperada por el desempleo y las quiebras de las empresas. Era una historia desgarradora, pero estoy seguro de que yo no era el único lector, especialmente entre los economistas, que se preguntaba si la historia principal no será tanto la de las personas como la de la aparente determinación de los líderes europeos de cometer un suicidio económico para el continente en su conjunto”




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