Opinión /

Sudacas y nordacas


Domingo, 17 de junio de 2012
Luis Fernando Valero

Esperemos que la sensación de frustración y fraude que tiene la juventud española y de otros países vaya cambiando ante las oportunidades que da la emigración aunque la aceptación de que estamos ante un sistema periclitado comienza a tomar cuerpo, por más que los políticos de toda índole den argumentos de loas y cantos de que el final del túnel está cerca.

En España a los emigrantes latinoamericanos se les llama sudacas, empezó siendo una palabra con un cierto tono despectivo y racista pero el uso continuado ha pasado a ser considerado como un gentilicio normal, y es corriente describir a latinoamericanos de esta forma, aunque no haya perdido totalmente su significado inicial.

En Europa y muy especialmente Portugal, España, Italia, Grecia e Irlanda la juventud lo está pasando francamente mal, los índices de paro son pavorosos alcanzan en algunos países tasas del 52% y si se observa por tramos de edad, entre los 16 y los 25 años es del 49.1% y entre 25 y 29% el desempleo de es de 28.1% y entre 30 y 34 años la tasa es de 23.10%.

Como es evidente con este tipo de futuro mucha juventud se está planteando emigrar a fin de encontrar un empleo que le permita tener una esperanza en su futuro. En la realidad muchos jóvenes que se habían emancipado en la época del “boom inmobiliario”, que habían dejado los estudios pues era muy fácil trabajar en la construcción y llegar a ganar entre 2000 a 5.000 euros al mes, han tenido que volver a la casa de sus padres, para por lo menos tener un techo y un plato de comida, este retorno se ha acentuado al acabarse el paro, cuya  máxima extensión es de dos años.

Desafortunadamente la crisis está haciendo mella en una generación que comienza a llamarse perdida, pues ha tenido más oportunidades de formarse y realizarse que las anteriores y en cambio su futuro está siendo mucho más negro que el de sus padres.

A pesar de estar excelentemente formados no logran acceder al mercado de trabajo e incluso, no ponen en sus currículo toda la formación que poseen pues cuando aspiran a un puesto de trabajo es tal la preparación que tienen para ese puesto de trabajo que ni se les llama, esto últimamente está dejando de pasar, pues los empresarios ofrecen salarios muy por debajo de lo que se merecen que al final son aceptados (cuatrocientos, quinientos o como máximo seiscientos euros) pues saben que detrás hay una masa esperando, aun así el mercado es escaso y la inmensa mayoría sigue en el paro.

Por ello ya empieza a haber jóvenes que están emigrando, los más formados, los que saben idiomas sobre todo el inglés a cualquier país, los que no dominan idiomas van apuntado sus ojos hacia iberoamérica dándose un fenómeno curioso: ahora son ellos los que emigran, de aquí que nordacas empieza a sonar, no porque así los denominen en Hispanoamérica, sino en la propia España, recobrando quizás su sentido original primario, igual que se que decía sudacas por aquello del Norte y el Sur que cantaba Serrat y otros autores, hoy se convierten en nordacas muy en contra de su voluntad.

No me cabe duda de que en Iberoamérica se les recibirá con bastante más cariño que se les recibió a los sudacas en España, aunque no haya que generalizar, yo he sido una prueba hace muchos años del afecto y el cariño que se me acogió en Colombia primero y en El Salvador después y no me cabe ninguna duda de que en general el afecto será evidente, siempre y cuando los españoles sean capaces de entender que son demasiadas cosas las que han cambiado en estos tiempos y algunos tics conviene desterrarlos para el bien de todos.

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