El contexto internacional y nacional son caracterizados por una crisis múltiple: económica, social, ambiental e institucional. Es decir, (1) lento crecimiento, endeudamiento y desempleo; (2) pobreza, violencia social y migración; (3) contaminación, deforestación y mayor frecuencia de eventos naturales; (4) creciente brecha entre gobernantes y gobernados, corrupción e impunidad.
Entonces, ¿qué viene? Es una respuesta difícil de contestar, particularmente por una razón: los tomadores de decisión desconocen la forma en que los salvadoreños viven, piensan, actúan, luchan y transitan en el Siglo XXI.
En el Poema de Amor, Roque Dalton describió a los salvadoreños en el Siglo XX de una singular manera “…los que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte, los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo….” Varias de estas características y otras siguen siendo válidas, pero en el siglo XXI hay nuevos elementos. El avance tecnológico (celulares, Internet, computadoras y redes sociales), el nuevo perfil demográfico (mayor esperanza de vida, una cuarta de salvadoreños viviendo en el exterior y 68 por ciento de salvadoreños habitando áreas urbanas) y la penetración del crimen organizado en las economías, estados y sociedades centroamericanas.
¿Qué es lo que viene? Esta es una pregunta difícil de contestar, pero se puede hacer un esfuerzo ciudadano por esbozar cinco ambientes probables en El Salvador.
Uno. Durante las crisis mundiales y nacionales, particularmente en momentos de finanzas públicas desequilibradas, es que se han producido irregularidades o golpes de estado. ¿Será hoy diferente? Es posible, pero también es probable que eso ocurra. El actual enfrentamiento entre la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia recuerda ese camino. Falta por ver qué tipo de gobernabilidad hay al terminar la primera alternabilidad en la presidencia de la República.
Dos. La ciudadanía está cansada de tantas promesas durante las campañas electorales y de ver que lo que realmente les interesa a las cúpulas partidarias es controlar el aparato estatal. Además, el crimen continúa castigando y amenazando a la población. En este sentido y dada la historia de regímenes militares en el país, hay sectores que empiezan a plantear que es mejor abandonar la democracia y retornar al autoritarismo.
Tres. Las organizaciones de la sociedad civil establecen prioridades y se cohesionan para hacer valer sus derechos. El gobierno opta por impulsar un proyecto de país. Los partidos políticos logran un acuerdo de mínimos y el sector privado apoya dicho entendimiento. Las principales fuerzas del país suscriben un pacto fiscal alrededor de metas de desarrollo. El Salvador da un salto de calidad y las políticas de estado sustituyen a las políticas de gobierno.
Cuatro. El Salvador se enfrasca en una contienda electoral protagonizada por tres fuerzas electorales. La ciudadanía cae en el “juego partidario” y piensa que tiene tres opciones, cuando en realidad ninguna de ellas precisa el nuevo rol del mercado, el estado y la sociedad. Todo gira alrededor de candidatos y la propaganda electoral es la misma de siempre. La anarquía toma auge.
Cinco. Los movimientos sociales logran motivar la participación ciudadana y el gobierno nacional opta por impulsar la descentralización y el desarrollo territorial. Se aprueban los concejos municipales pluralistas para 2015, el impuesto predial entra en vigencia en 2014, se ajusta y refuerza la ley FODES para 2014, se fusiona el FISDL e ISDEM en 2013 y los 262 gobiernos locales se comprometen a mejorar de inmediato el acceso a la información pública, la transparencia y la competitividad municipal. La democracia se afianza en el país.
