El titular de este editorial hace alusión a dos expresiones de sobra conocidas en nuestro país. Una históricamente asociada a los militares y a la derecha; la otra a sindicalistas y a la izquierda. Autoritarismo. Protestas.
Pero desde la llegada de Funes a la presidencia y el control de la Asamblea por el FMLN, ahora es la extrema izquierda la que pretende utilizar los métodos autoritarios y la extrema derecha la que pretende secuestrar los movimientos sociales.
Sigfrido Reyes, presidente de la Asamblea Legislativa, con el aval del Coordinador General del FMLN; del vicepresidente y precandidato presidencial; y de la Comisión Política, se asoció con políticos de CN, PES y GANA para destruir la Sala de lo Constitucional y tomar el control de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía.
Las acciones emprendidas por estos partidos, negándose a acatar las resoluciones de la Sala, constituyen una afrenta a la institucionalidad de Estado, una amenaza al proceso democrático y un insulto a la voluntad popular expresada en las urnas. A quienes están perpetrando este atentado habría que sumar al presidente de la República, eficiente ratificador de los decretos legislativos relacionados con la CSJ, mismos que ha enviado a velocidad inusitada al Diario Oficial.
Al otro lado, ahora en la calle, las fuerzas tradicionales de la derecha política y empresarial han emprendido un dinámico esfuerzo por apoderarse de interesantes expresiones juveniles de descontento. Amparados en un grupo llamado Aliados por la Democracia pusieron al presidente de la ANEP y a los dirigentes de la Cámara de Comercio a hablar 'en nombre de la sociedad civil', como si no tuvieran un espacio propio con suficiente presencia para expresarse.
Se apoderaron del genuino movimiento juvenil para rechazar los ataques del FMLN contra la democracia, y en un vivo retrato de las marchas contra Zelaya en Honduras, o contra Chávez en Caracas, trajeron acarreados, los vistieron de blanco y los pusieron junto a las vitrinas de almacenes con los mismos eslóganes de la marcha, politizando y destruyendo lo que parecía una bocanada de aire fresco para el país: la protesta espontánea de jóvenes sin tintes políticos.
Las cúpulas del FMLN, de ARENA y de ANEP están polarizando otra vez el país, en el peor momento para hacerlo. Justo cuando necesitamos consolidar instituciones, dialogar para hacer frente a la crisis y planificar un futuro estable para todos. Justo en un periodo en el que creímos que eso había quedado atrás. Hoy las consecuencias de esa polarización podrían ser más graves.
Es desesperanzador ver a la izquierda haciendo movimientos similares a los de las izquierdas de otros países, intentando controlar todo el aparato del Estado (antes lo hacía la derecha, y esta fue una de las principales razones para que la extrema izquierda optara por las armas). A este FMLN no solo hay que recriminarle su prepotencia política y atentar contra la institucionalidad del país. Sino también su amnesia. Su falta de memoria histórica. Su incongruencia.
Es también preocupante ver a la derecha menos progresista utilizando las mismas prácticas de la derecha de otros países, intentando esconderse detrás de la 'sociedad civil' para impulsar una agenda que poco tiene que ver con los jóvenes manifestantes. Aquí, en el país vecino, vestidos de blanco orquestaron un golpe de Estado, argumentando la defensa de la democracia.
