Ni una sola de estas imágenes se concibió para formar parte de un reportaje gráfico. De hecho, su autor ni siquiera es un fotoperiodista en el sentido estricto de la palabra, sino un reportero que desde hace tres años entra con relativa frecuencia a comunidades con fuerte presencia de pandillas y que, cuando le dejan, lleva una cámara fotográfica y toma algunos cuadros. Se trata nomás de una mirada –subjetiva, como todas las miradas– del fenómeno de violencia que nos define como país ante el resto del mundo.