El Ágora / Cultura

Impresiones teatrales sobre Los más solos

El director Roberto Salomón vierte sus dotes críticas y pedagógicas en estas 'impresiones' a propósito de la obra Los más solos, recientemente estrenada por el Teatro del Azoro. Un análisis crítico que nos acerca a lo propio del teatro testimonial, sus antecedentes y circunstancias.


Lunes, 22 de octubre de 2012
Roberto Salomón

Los más solos en el Teatro Presidente. Foto René Figueroa
Los más solos en el Teatro Presidente. Foto René Figueroa

Todo tipo de teatro es necesario en una sociedad. Teatro cómico, dramático, satírico, romántico, épico, de situación, de objetos, teatro-danza y todos los nuevos que están por inventarse. Sí, una sociedad necesita de todo tipo de teatro: aficionado, estudiantil, universitario, profesional. Todos son distintos y todos tienen su propio público. La belleza es cuando hay opciones y cuando sucede el “crossover” y el público comienza a asistir a presentaciones a las que antes nunca hubiera ido. Esa es la verdadera diversidad artística, así evoluciona y progresa una sociedad.

El Teatro del Azoro, una nueva compañía integrada por Alicia Chong, Luis Felpeto, Egly Larreynaga, Paola Miranda, Pamela Palenciano estrenaron (con la actuación especial de Ana Ruth Aragón, grande en hermana evangélica, en un audiovisual de apoyo) 'Los más solos', obra basada en un reportaje de Carlos Martínez 'La caverna de Choreja', publicado en El Faro hace apenas unos meses que alimenta el debate sobre el hecho que una sociedad crea asesinos y luego los abandona tras rejas.

Se trata de teatro testimonial. El teatro testimonial tiene como finalidad atestiguar de eventos. Ya allí nace la pregunta de que si el testigo es el actor o el espectador. Las cuatro excelente actrices se han apropiado cada una de la personalidad de uno de los internos de una prisión en la que están internados reos 'inhabilitados', o sea con trastornos mentales. Interpretan sus roles de forma admirable en una escenografía minimalista en la que cinco catres metálicos les sirven de cama, reja o refugio. Hay un gran cuido estético en la puesta en escena en que dominan los grises azulados. El trabajo de video es impecable, pero hay que señalar que es una vergüenza cuando el personal técnico no sabe utilizar los equipos correctamente.

Las cuatro actrices se presentan en escena como mujeres que investigan el lado oscuro de la sociedad. Luego asumen los personajes de cuatro hombres, creando así el primero de una serie de distanciamientos brechtianos para que el público pueda entrar en el acto testimonial. No hay que contar más de la obra. El teatro, hay que verlo; solo adquiere su dimensión verdadera en el acto mismo de la comunión.

Conociendo la trayectoria militante de las organizadoras del Teatro del Azoro que denuncian en forma agresiva a violadores y abusadores, hay algo que no queda claro. Están representando a violadores y asesinos. ¿Cuál es la postura de las actrices y de la puesta en escena frente a los individuos que han escogido representar? ¿Los defienden? ¿Los condenan? ¿Los justifican? Error o descuido, se plantea una cuestión muy seria; es más que curioso ver a fiscales convertirse en defensores.

El actor tiene por fuerza que defender su personaje, y lo que funciona admirablemente en el periodismo no funciona de la misma manera en el teatro. De ahí la necesidad imperiosa de la dramaturgia.

El teatro testimonial, cuando falta de una verdadera dramaturgia, sufre de carencias. Siempre es delicado y peligroso trasladar de un medio a otro (en este caso, trasladar un reportaje periodístico a la escena). Desde hace décadas hemos podido constatar la dificultad de trasladar partes de la obra de Salarrué de la página leída y escuchada a la escena o al cine. El teatro, como cualquier disciplina, tiene sus reglas y como nos dice Shakespeare: “The play is the thing” ('La obra es la cuestión'). Si no hay una construcción dramatúrgica lo suficientemente sólida, la propuesta va a faltar de oxígeno para llegar a su fin.

A nivel teatral, le hace falta a la propuesta del Teatro del Azoro tratar la evolución de personaje (los personajes son iguales al comienzo que al final), sus aspiraciones, sus trasfondos y sus sueños. Por eso, el personaje que mejor funciona –a nivel teatral, insisto- es el cojo, ya que vislumbramos algo de su origen.

El teatro testimonial tiene su origen en el teatro naturalista de André Antoine y de Emile Zola, cuando, a finales del siglo XIX, se trató de colocar 'una rodaja de vida' sobre el escenario. Las novelas de Victor Hugo, Charles Dickens, Fyodor Dostoievski y Gustave Flaubert, que denuncian el maltrato de los olvidados de la sociedad constituyen el paradigma.

Actualmente, el venezolano Moisés Kaufman representa, a mí parecer, la integración mejor lograda de lo testimonial en una obra teatral. Con su compañía, “Tectonic Theatre Project” ha creado en testimonio documental, “El Proyecto Laramie”, (que contribuyó a crear la ley que castiga el crimen contra los homosexuales en EEUU), “Ultraje a la moralidad” (los tres procesos de Oscar Wilde) y “Soy mi propia esposa” (sobreviviendo en cualquier sistema totalitario).

Las teorías de Augusto Boal (teatro del oprimido) han dado lugar a múltiples interpretaciones de lo que es teatro testimonial. Pero hay que recordar que Boal dirige sus escritos a las comunidades para crear su propio teatro, y no necesariamente a los profesionales.

La noche en que vi 'Los más solos' en el Teatro Nacional también asistí a 'El Carvernícola', un unipersonal cómico en el Poma. Ese mismo día, estaba en cartelera 'El pozo y el péndulo', en el Teatro Nacional también; René Lovo y Leandro Sánchez presentaban sus creaciones en Costa Rica. También habíamos ensayado el próximo estreno que dirijo: 'Incendios', de Wajdi Mouawad, un testimonio sobre los estragos que causa la guerra. Obras totalmente distintas, diversas maneras de enfocar la realidad y hablar del mundo en que vivimos.

Sí, el teatro está muy vivo en nuestro medio; bravo al Teatro del Azoro por su contribución al valioso camino que estamos construyendo todos los teatreros serios en El Salvador.

No hay una sola verdad; los que pretenden tenerla son todos, todos, talibanes.


*Roberto Salomón es director, actor y maestro de teatro. Premio Nacional de Cultura en 2014 y miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua, alterna montajes en El Salvador, Suiza y Estados Unidos. Actualmente es el director artístico del Teatro Luis Poma.


Paola Miranda de El Teatro del Azoro durante la presentación de Los más solos. Foto René Figueroa
Paola Miranda de El Teatro del Azoro durante la presentación de Los más solos. Foto René Figueroa

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