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Los Trasladados y La Raza se unen desde El Penalón para pedir mejoras carcelarias

En una lectura de comunicado mucho más modesta que las vividas en los penales de pandillas, los dos históricos grupos carcelarios de 'civiles' volvieron este martes a asomar la cabeza en busca de algunas de las mejoras de las que ya gozan los pandilleros en sus prisiones. A pesar de la cautela mostrada, algunas voces dejan claro que Los Trasladados y La Raza pretenden más.

Martes, 2 de octubre de 2012
Óscar Martínez / Fotos: Pau Coll

En un acto que tuvo mucho que envidiarle a la presentación de comunicados desde las cárceles de pandilleros, la mañana de este martes los reclusos de la Penitenciaría Occidental de Santa Ana que pertenecen a los grupos rivales La Raza y Los Trasladados, intentaron de nuevo asomar la cabeza en la tregua y obtener alguno de sus beneficios.

El acto en la prisión conocida como El Penalón careció de los más mediáticos de la tregua. Ni monseñor Fabio Colindres, ni el principal mediador, Raúl Mijango, aparecieron en la breve ceremonia. La máxima autoridad de la Dirección General de Centros Penales que acompañó en la mesa a los líderes de los grupos carcelarios fue el inspector general, Anilber Rodríguez. Los otros ausentes fueron varios medios de comunicación. Si cuando las pandillas convocan, nunca hay menos de 15 micrófonos y grabadoras de diferentes radios, televisoras y periódicos, esta vez únicamente seis medios escucharon lo que los civiles, como se conoce en jerga carcelaria a la población no pandillera, tuvieron que decir.

El lider de Los Trasladoados (o Mara Desvergue) Rolando Hilario Castro Arteaga, conocido como El Indio Central, lee el comunicado de   pacificación entre grupos carcelarios de civiles.
El lider de Los Trasladoados (o Mara Desvergue) Rolando Hilario Castro Arteaga, conocido como El Indio Central, lee el comunicado de   pacificación entre grupos carcelarios de civiles.

Lo de este martes fue el resultado de un proceso de conversaciones que ha coordinado la Asociación de ExInternos Penitenciarios de El Salvador (AEIPES), en el marco de la tregua de pandillas que lleva ya casi siete meses y unos mil 200 muertos menos que los que se hubieran producido si El Salvador continuaba con la incidencia de homicidios que prevalecía hasta inicios de marzo.

Con más de una hora de retraso, el acto dio inicio con una mesa flanqueada a los extremos por líderes de dos agrupaciones de civiles que se desangran en los penales desde años antes de que las pandillas lo empezaran a hacer ahí adentro. Los orígenes de Los Trasladados –también llamados Mara Desvergue- y de La Raza se remontan a masacres en Gotera y Mariona a mediados de los noventa. Desde entonces, los miembros de esos grupos han vivido itinerando entre los penales de Gotera, San Vicente, Apanteos y El Penalón. Han vivido bajo régimen de separación dentro de lo que cabe. Si es posible, en penales distintos, aunque casi siempre ha sido en sectores separados de las pocas y hacinadas cárceles para no pandilleros. En las luchas carcelarias, estos son dos grupos que se conformaron para defenderse de los demás e imponer su control en la administración de ilícitos y rentas en los recintos que logran dominar. Grupos de poder eminentemente intramuros. Hacia afuera se disuelven en una red de contactos que puede aprovechar quien pretenda seguir delinquiendo.

Atrás de la mesa de honor, atestiguando el acto, se ubicó una representación también marginada dentro del pacto. Ocho mujeres, dos de ellas de la tercera edad, una de la Mara Salvatrucha 13 (MS-13), otra de la pandilla Barrio 18 (B-18) y el resto civiles jóvenes, llegaron desde el penal de Ilopango. Las pandillas no devolvieron en este caso el gesto que los líderes de La Raza tuvieron con ellos cuando fueron testigos en el evento de Mariona en el que participó el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) José Miguel Insulza, a mediados del pasado julio. Ningún líder pandillero apadrinó con su presencia el acto de los civiles.

Finalmente, en la presentación a cargo de un miembro de La Raza, también se escuchó el nombre de un último grupo: Los Lugareños. Estos son civiles mucho menos organizados que no pertenecen de facto a ninguno de los dos grandes grupos de su categoría, pero que mantienen, al menos en El Penalón, una relación más cordial con La Raza que con Los Trasladados.

El Penalón, la descascarada penitenciaría que se empezó a levantar en 1903, guarda su recuerdo sangriento más cercano del 1 de julio del año pasado, cuando tres reclusos murieron en una trifulca entre La Raza y Los Trasladados. Varias fuentes confirmaron este martes que la ceremonia pudo haber sido más ambiciosa de no ser porque se estaba en un punto de demasiada fricción entre miembros de los dos grupos, y se prefirió apresurarla un poco para evitar algo parecido a lo del año pasado.

A pesar de lo anterior, este centro penitenciario es considerado como uno de los más tranquilos del país, y uno de los que tiene menor hacinamiento. En El Penalón, aunque suene irónico, solo hay 708 reclusos donde debería haber 400.

La Penitenciaría Occidental de Santa Ana, conocida como el Penalón, a pesar de su deteriorada infraestructura, es una de las cárceles que ofrece mejores condiciones para los reos en El Salvador. Foto Pau Coll.
La Penitenciaría Occidental de Santa Ana, conocida como el Penalón, a pesar de su deteriorada infraestructura, es una de las cárceles que ofrece mejores condiciones para los reos en El Salvador. Foto Pau Coll.

Con la mesa instalada, cinco internos bailaron una versión salsera de El Sombrero Azul y por fin se dio lectura al comunicado. La palabra la tomó Rolando Hilario Castro Arteaga, uno de los dos líderes de Los Trasladados, un histórico de este grupo, con 22 años dentro del sistema. Conocido como El Indio Central, leyó el nombre de los tres grupos un pronunciamiento con un solo punto en medio de las palabras de agradecimiento y grandilocuencia. Parafraseando: cesarán los conflictos entre grupos en El Penalón, así como el ingreso de ilícitos, y pedimos que nos lleguen algunas de las mejoras a las condiciones de los reos de las que están gozando los pandilleros gracias a la tregua.

“Que se cumpla la ley, eso es todo”, dijo Castro Arteaga. Se refería principalmente a las mejoras de las actividades de talleres y esparcimiento dentro de los reclusorios, a las facilidades para las visitas y a la aceleración de procesos de fase de confianza, semilibertad e incluso excarcelamiento de quienes por pena cumplida puedan aplicar a ello.

A principios de mayo, Mariona, otro penal dominado por civiles, se sumó a la tregua y prometió detener las extorsiones que desde ahí pudieran salir, así como portarse bien dentro de esos muros.

A la pregunta de si se estaba anunciando una tregua en todas las cárceles entre Los Trasladados y La Raza, el anfitrión de La Raza contestó que no. “Es un mensaje de El Penalón. Nos estamos haciendo parte, como ya lo hizo Mariona”. De Apanteos, donde un buen grupo de La Raza llegó desde Mariona durante este año, nadie dijo nada.

Cientos de internos de La Raza cumplen pena bajo condiciones de mayor restricción que el resto de internos en el sector 11 de Apanteos. Eso implica que, por ser considerados como reclusos problemáticos, no participan –al menos hasta el mes pasado- en actividades deportivas, ni culturales, ni talleres, escuela o cualquier actividad que implique convivir con el resto. Esta situación de semimáxima seguridad es algo que, según varias fuentes presentes en El Penalón, pretende ser erradicada por miembros de ambos grupos.

El acto terminó con una entrega simbólica de cuchillos hechizos. Cerca de 50 fierros fueron sacados de dos guacales, uno con armas de Los Trasladados y otro con armas de La Raza, y desparramados en el suelo.

Luego, los líderes de El Penalón, los representantes de AEIPES y las mujeres de Ilopango se reunieron en un salón y se animaron a seguir con la declaratoria de paz a pesar de que el proceso de mejoras sea lento.

El presidente de AEIPES, Guillermo García, anunció que pronto, un acto similar se daría con la gente del sector 5 de Mariona, el equivalente al 11 de Apanteos, y que ahora tiene a miembros de Los Trasladados y de tres pandillas: La Máquina, La Mirada Loca y La Mao Mao.

Al final del acto, cuando los periodistas se acercaron, se escuchó a Castro Arteaga, El Indio Central, y al representante de La Raza, David García Ramírez, conocido como Mclein, repetir varias veces que ni unos ni otros son una pandilla ni una mara. A Castro Arteaga le costó un poco más hacer entender a algunos que lo de Mara Desvergue era un recurso, un salvadoreñismo, mara como sinónimo de grupo. Son uniones carcelarias, organizadas dentro de las paredes para hacer cosas ahí mismo.

La Raza y Los Trasladados tampoco se parecieron a las pandillas en su acto, uno mucho menos pomposo, con menos invitados de peso y menos respaldo gubernamental. De hecho, la reunión más privada perdió por minutos a algunos de los líderes de La Raza y Los Trasladados, que salieron del cuarto a hacer cuentas para comprar gaseosas y tener alguna cortesía con las mujeres de Ilopango y los miembros de AEIPES.

Los dos grandes grupos carcelarios de civiles dejaron sobre la mesa su intención de iniciar una escalada que frene los actos violentos entre ellos. Y dejaron claro también que en algún momento les gustaría tener lo que los pandilleros presos han conseguido para ellos.

“Claro que nos gustaría… Y pedimos a la gente del gobierno si puede facilitarnos que saquen a algunos de nuestros líderes de Zacatecoluca, como a Vicente Flores Bernal, El Patrón; a Francisco Chico Negro o Manuel Antonio Quintanilla, Santos, por ejemplo”, dijo Castro Arteaga, El Indio Central.

Los dos principales grupos de carcelarios de civiles de el país, Los Trasladados y La Raza, terminaron el acto con una entrega de ilícitos que permanecían dentro del penal de el Penalón. Foto Pau Coll.
Los dos principales grupos de carcelarios de civiles de el país, Los Trasladados y La Raza, terminaron el acto con una entrega de ilícitos que permanecían dentro del penal de el Penalón. Foto Pau Coll.

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