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Un revolucionario pragmático

“Soy decidido, frontal, objetivo, racional, pero si le caigo mal a alguien, ¿qué le vamos a hacer?”, ha dicho de sí mismo Rafael Correa, un economista de 49 años formado en universidades estadounidenses y europeas. Asegura que para 2017, cuando termine el mandato para el que acaba de ser reelegido, no se presentará para la reelección.

Lunes, 18 de febrero de 2013
Alexander Martínez (AFP)

Rafael Correa, presidente de Ecuador. Foto archivo El Faro.
Rafael Correa, presidente de Ecuador. Foto archivo El Faro.

Quito, ECUADOR. Rafael Correa, el joven economista de izquierda que afianzó su liderazgo en Ecuador tras seis años de gobierno y trajo estabilidad política a un país sacudido durante 11 años por golpes y rebeliones, fue reelecto en primera vuelta con el apoyo del 56% de los ecuatorianos.

“Esta revolución no la para nadie, estamos haciendo historia. Estamos construyendo la patria chica y la patria grande (Latinoamérica). Gracias por esta confianza, nunca les fallaremos, esta victoria es de ustedes”, dijo Correa al proclamar su victoria, con la que obtuvo un nuevo mandato presidencial para el periodo 2013-2017.

Carismático y frontal, Correa asumió la presidencia por primera vez en 2007. El mandatario, que afirma llevar adelante una “revolución ciudadana”, se identifica con otros líderes de la izquierda latinoamericana como el venezolano Hugo Chávez, aunque se muestra menos radical.

“No somos anticapitalistas, antiyanquis o antimperialistas”, dice, y considera que uno de los errores de la izquierda tradicional fue haber “negado el mercado, el espacio para la economía capitalista”.

Correa, un católico seguidor de la teología de la liberación, nació en un hogar humilde en Guayaquil, por lo que se define como de clase media-baja y asegura que pudo estudiar gracias a becas.

Pese a que creció lejos de su padre, que estuvo preso en Estados Unidos por tráfico menor de drogas, obtuvo una maestría economía en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y se doctoró, también en economía, en la Universidad estadounidense de Illinois.

Correa está casado con la belga Anne Malherbe, con la cual tiene tres hijos. La mayor de sus hijas cursa en la actualidad estudios universitarios en Francia.

A su regreso a Ecuador, después de sus estudios en el exterior, Correa se vinculó con la academia y en 2005 fue despedido del ministerio de Finanzas, donde estuvo tres meses, por sus posturas radicales contra los organismos extranjeros de crédito.

En cuestión de meses fue candidato y luego líder de una nación que hasta entonces había tenido siete presidentes en una década, caídos bajo revueltas populares.

Ya en el poder expropió bienes a banqueros envueltos en casos de corrupción, forzó a las petroleras a cambiar sus contratos en beneficio del Estado y suspendió el pago de un tramo de la deuda externa que consideró ilegítimo.

También puso fin a un convenio que permitía a Washington operar una base antidrogas en Ecuador, y en 2011 expulsó a la embajadora estadounidense Heather Hodges, tras revelaciones de WikiLeaks que desataron una crisis de seis meses, solventada con el nombramiento de nuevos embajadores.

Asimismo, rompió relaciones con Colombia durante 20 meses por una incursión militar en Ecuador contra un campamento clandestino de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en 2008.

“Soy decidido, frontal, objetivo, racional, pero si le caigo mal a alguien, ¿qué le vamos a hacer?”, ha dicho de sí mismo Correa, de 49 años, quien asegura que este será su último período de gobierno.

En agosto pasado cobró protagonismo al conceder asilo al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres. Pero una de sus peleas más duras tiene como contraparte lo que llama “la gran prensa”, a la que descalifica en sus discursos. Correa, que acusa a la prensa privada de conspirar para desestabilizarlo, venció en juicio al diario El Universo –al que demandó por injurias– y a dos periodistas, contra quienes se querelló por daño moral a raíz de un libro que denunció contratos de un hermano suyo con el Estado.

En ambos casos extendió un perdón judicial, pero a nivel internacional se labró fama de agresor de la libertad de expresión.

También se ha enfrentado con un sector indígena por la explotación petrolera y minera.

Correa vivió el momento más difícil de su gobierno el 30 de septiembre de 2010, cuando cientos de policías se rebelaron contra una ley que cambió su régimen salarial. En ese momento adoptó una actitud temeraria. “Si quieren matar al presidente, aquí está, mátenlo”, gritó aquel día, abriéndose la camisa ante los uniformados, que luego lo golpearon y cercaron en un hospital donde se refugió.

Correa asegura que esa protesta fue instigada por la oposición para derrocarlo, radicalizándose contra ese sector al que insulta y ridiculiza imitando a sus dirigentes.

Pero esos conflictos no le han hecho mella al presidente, que disfruta mezclándose entre la gente como justiciero de los pobres gracias a una fuerte inversión social, y se ha creado una fama de seductor que explota la prensa rosa.

© Agence France-Presse

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