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Adolescente y madre ¿Qué hubo antes? ¿Qué sigue después?...

La autora nos pone el lente de la sicología para dar una segunda mirada al país donde cada día 70 adolescentes se convierten en madres. ¿Cómo transitan estas niñas hacia la adolescencia? ¿Como se enfrentan a la maternidad? ¿Qué pasa en su personalidad? ¿Cómo lograr la esperanza?

Lunes, 11 de marzo de 2013
Alicia Salum *

Adolescente que espera su segundo parto, visita el Hospital Nacional San Rafael. Foto Mauro Arias
Adolescente que espera su segundo parto, visita el Hospital Nacional San Rafael. Foto Mauro Arias

'Estás embarazada' –gira la idea continuamente en la cabeza de la joven– 'estás embarazada y sin saber qué hacer'. El cuerpo cambia, se siente extraño todo, el cuerpo, la calle, la casa, la vida, todo. Está embarazada y nadie lo sabe, porque al principio es mejor no saber. Ya después sabrán y harán con su cuerpo lo que mejor prefieran, porque es adolescente, dependiente, desvalida quizá. Así, la niña, embarazada se enfrenta otra vez a esa sensación casi vieja pero realmente conocida hasta hace poco, cuando su cuerpo empezó a sentir como mujer pero ¿qué es ser mujer?. Ahora no sabe, de nuevo, cómo ser aquella mujer que quería ser.

La palabra adolescencia se relaciona con el verbo latín “Adolescere” que significa “carecer de”. La psicología explica con ese nombre a esa etapa del desarrollo en donde se llevan a cabo los procesos psicológicos de adaptación a las condiciones de la pubertad. La adolescencia es un proceso que cada vez se hace más largo, implica la adaptación no sólo a los cambios físicos propios de la pubertad sino también a la condición de carecer de identidad, atravesando una serie de duelos por aquello que se ha perdido que pertenece a la niñez: el cuerpo infantil asexuado, los padres de la infancia, el rol social. La adolescencia no termina por llegar a una edad en específico ni con los cambios físicos del joven sino cuando éste pasa a ser realizador de sus ideales, es decir, logra las tareas de la adolescencia: define su elección sexual, se inserta satisfactoriamente en lo laboral y adquiere un rol social y privado, es decir, logra su independencia, dejando de ser a través de alguien y la inclusión social.

En su reportaje, Patricia Carías, nos presenta a Juana. Juana, embarazada de 15 años lo dice, tenía claro su sueño, su ideal, quería vivir junto a Roberto, hacer su relación formal, tener hijos, ser jefa de hogar. Dirigió todos sus actos hacia el logro de estos sueños sin medir ni ella , ni su pareja, lo que implica mantenerlos, lo que implica ser independiente y tener responsabilidades, crecer. Lo quisieron, pero no pudieron esperar.

Si bien la adolescencia no significa en sí misma una etapa problemática, ni puede hablarse de crisis de la adolescencia para todos aquellos que la atraviesan, al menos no para la mayor parte de los casos, la crisis en la adolescencia se da por factores precipitantes que intensifican y alteran un proceso de duelo que se considera natural, afectando la adaptación a los cambios propios de la edad, la preparación para la vida futura y el logro de las tareas de dicha etapa. Algunos precipitantes de crisis o “la gota que derrama el vaso” pueden ser la pérdida de alguno de los padres, el divorcio de éstos, presencia de enfermedades, vivencias traumáticas, cambios en los grupos sociales a los que se pertenece, confirmación de embarazo, pérdida de la pareja, uso y abuso de sustancias tóxicas, etc. (Slaikeu 1996).

María , embarazada de 15 años, sufrió violaciones recurrentes por parte de su padrastro, fue testigo silencioso también de las violaciones de las que fue víctima su hermana, formaba parte de una familia disfuncional, sin control, sin afecto y con carencias económicas graves ¿cómo no acceder ante una nueva forma de sentir? ¿Cómo poner límites cuando nadie los ha puesto antes? Ahora, embarazada de su hermano lo extraña a él que huye de las autoridades. Ella no sabe qué sigue después de tener a su bebé.

¿Qué buscan las adolescentes cuando se embarazan?

Lo que busca todo adolescente es lograr su identidad, entendida de acuerdo al psicólogo Erick Erickson como la confianza acumulada de la persona de seguir siendo ella misma a través del tiempo, y que esta imagen que tiene de sí misma sea equivalente a la que tienen de ella los demás. La identidad suele manifestarse, más no exclusivamente, en la estabilización de una pareja sexual y la elección de una carrera. Lograr la identidad y por consiguiente la independencia implica integrarse en la sociedad con una ideología congruente con sus actos . Juana, por ejemplo, no soñaba solamente con estar con Roberto y formar una familia, sueña también con trabajar frente a una computadora. Catherín, madre a sus apenas 14 años de edad también desea estudiar pero no puede porque ha nacido su bebé.

Cuando el y la adolescente adquieren una identidad, aceptan de manera total su cuerpo, se enfrentan al mundo con el nuevo rol, y la conducta genital no se expresa sólo mediante el acto sexual sino a través de las actividades cotidianas, los adolescentes logran la identidad sólo a través del tiempo, mediante idealizaciones e identificaciones con otros, exploración de distintas facetas con sus iguales a manera de espejeo. Las niñas entrevistadas y que pertenecen al club de madres adolescentes en el CIPI (Centro Infantil de Protección Inmediata), han tenido dificultad para la exploración y identificación y reconocimiento propio a través de sus iguales, estos iguales además, atraviesan situaciones de vulnerabilidad y de falsa identidad, entendida esta como aquella creada a partir solo de la imagen de otros, sin independencia ni individualidad, lo que hace que la identificación con el otro sea negativa, corriendo el riesgo de una difusión de la identidad.

La difusión de identidad, contraria al logro de identidad, trae consigo un gran monto de angustia, que puede conducir al adolescente a buscar una identidad totalitaria, para sentirse alguien sin capacidad para posponer y enfrentar las experiencias e incorporarlas a la propia identidad: así parece ser el caso de Lidia, madre por culpa de un tipo que le triplica la edad prefiere no preguntar, no cuestionarse ni la edad ni lo que significa recibir el dinero, ni nada de la vida de él, de 42 años, todo es “natural”, la vida que le toca vivir es esa y no hay manera de cuestionarse; a Lidia le angustia pensar por lo que mejor es no hacerlo. La angustia se vincula a trastorno en la percepción del tiempo, característico de por sí en los adolescentes pero agravado cuando la angustia aparece, Juana no registra que el tiempo en que su novio embarazó a otra adolescente es el mismo tiempo en el que ella se integró al hogar de los padres de él, en la entrevista se lo señalan pero gana el no querer saber. Es el mismo trastorno en el tiempo, originado por la angustia, el que impulsa a las adolescentes a iniciar prematuramente su vida genital antes de lograr la elaboración de su identidad sexual: Para Lidia, a los 11 años “fue su primera vez”. El peligro de esto es que la joven que no consolida una identidad ni una ideología propia no podrá integrarse al mundo de los adultos como tal, aunque sus actuaciones en lo sexual se le parezcan.

Cuando una adolescente se embaraza, el que está hablando es el inconsciente, ha convertido en acto la necesidad de tener una identidad, se siente empujada por la falta de caminos viables para sentirse perteneciente a algo, para asumir y mantener un rol social y personal aceptable para ella y congruente con la imagen que de ella tienen los demás. Un embarazo a edad adolescente implica la interrelación de diversos factores: Baja autoestima, depresión, inestabilidad emocional, escasa comunicación familiar: principalmente en el aspecto sexual y la definición de límites y roles; Generalmente hay confusión de roles de los progenitores, impulsividad, baja escolaridad, alto riesgo o contacto con las adicciones, inadecuado manejo de la información sexual (se actúa partiendo de mitos que sustentan métodos de prevención ineficaces cuando estos se utilizan), inequidad de género y por supuesto, la existencia de madres adolescentes en la familia como un fenómeno intergeneracional: Lidia nació cuando su madre era aún adolescente. Catherin no confiaba en su madre porque no la iba a entender, Juana quería un benefactor que le satisfaciera necesidades mientras que su padre nunca se dio por aludido frente al hombre que cortejaba a su hija, los padres de Juana y de Roberto no pusieron ningún control que les ayudara a manejar su relación conforme a las posibilidades para su edad.

¿Un problema social o un problema personal?

El embarazo en la adolescencia si bien funciona como síntoma social, para la joven es más que un síntoma, es pasar del imaginario a la actuación: Es un modo inconsciente de satisfacer las necesidades de los miembros de la familia, lograr por ejemplo la perpetuidad de la casa del padre, darle al padre lo que se obtuvo de él es de llamar la atención que las familias suelen abandonar y castigar a las jóvenes durante el embarazo pero una vez que se produce el nacimiento reciben a las hijas y se hacen cargo del nuevo bebé quien funciona como objeto de perdón: Lidia, vuelve a casa una vez que nace su bebé, la mamá de Catherine parece que hasta disfruta la idea de ser abuela. El embarazo es un intento extremo de la joven para lograr una autonomía alternativa, pronto la realidad ha de confirmarle que ha sido todo lo contrario. El embarazo funciona también como un modo de expresión.

Desde lo social hay que tomar en cuenta que hoy en día, a la adolescencia se le considera población vulnerable, pasó de ser una etapa de transición de la niñez a la adultez que tan sólo décadas atrás no llamaba la atención a un símbolo de la edad ideal. Antes también, la adolescencia tenía claro un inicio y un término, determinado este último por ritos sociales a una edad específica pero en la actualidad, aunque persistan dichos ritos, han perdido su poder simbólico. La adolescencia se ha alargado temporalmente, la posibilidad para adquirir identidad e independencia es más lejana de lo que fue hace una de generaciones, lo que ocasiona dificultad en los y las adolescentes para asumir el proceso que lo lleva hacia la adultez, tolerando el cambio y posponiendo la gratificación.

Hay que considerar además, que el embarazo en la adolescencia no se ha considerado anormal históricamente, incluso ha funcionado como elemento de ajuste para integrarse a la comunidad. Al contrario de como lo vemos ahora, una muchacha de 15 ó 16 años, en comunidades de bajo nivel económico y de educación, el encontrarse sin pareja y sin descendencia es símbolo de soltería y fracaso social.

Desde lo social, representado por las instituciones, en donde se consideran los embarazos adolescentes como un síntoma del desorden social, la atención a las adolescentes embarazadas debe, precisamente, focalizarse en el restablecimiento de dicho orden en varias dimensiones:

  • Restituir a la joven a su proceso de identidad, una identidad muy específica ahora no solo como adolescente sino como madre también, sin asumirse social ni personalmente que se ha superado la primera a través del hecho de lo segundo pero que habrá que considerarse y entenderse ambas para construirse una identidad.

  • Propiciar espacios de reflexión y análisis para la toma de decisiones de lo que la joven quiere para su cuerpo y el desarrollo de su embarazo, esto implica acercarle alternativas y ayudar a la valoración de posibles efectos en los que participe de manera activa, aquí, surge la pregunta ¿la joven busca y conoce los servicios a los que tiene acceso? ¿El aprovechamiento de los servicios es de manera voluntaria? Considerando que son adolescentes ¿cómo la institución puede atraer su atención, cómo se respetan las características de su ser adolescente y los derechos elementales por los que se supone se le da protección: Lidia recuerda a los fiscales que llegaron a interrogarla al hospital San Rafael “Me querían mandar al ISNA y él meterlo preso. Decían que él era muy viejo para mi”... “Me dijeron que a la niña no me la iban a dar porque él no había llegado. Yo lo que hice fue llorar”. Se la entregaron tres días después.

  • Acercarle todos los servicios disponibles institucionalmente que le garanticen su salud e integridad.

  • Facilitar el vínculo con el nuevo ser (toda vez que haya decidido conservarlo a su lado, dato que no puede perderse de vista) y el vínculo social y familiar (posibilidad de seguir estudiando, acceso a servicios, instituciones de salud, etc.).

  • Es indispensable que las instituciones que se hacen cargo de las jóvenes regresen a la familia su responsabilidad inicial de otra forma, la familia deposita a la adolescente en otro lado para que resuelvan el problema pero no se hace cargo la familia de su función como organizador. hay que retornar a la familia esta función mediante programas de apoyo: Juana es llevada por su madre en una radiopatrulla y llevada al Centro Integral de Protección Inmediata, su madre nunca le explicó lo que pasó.

  • Trabajar en la concientización de la “masculinidad” desde una perspectiva de equidad de género: Evitar los prejuicios que ha generalizado la sociedad permitiendo a la mujer hacerse cargo de su propia victimización y desligarlo de su “Femineidad”: Esta idea de lo que es normal en un hombre o una mujer lo expresa Lidia lo expresa en varias ocasiones “yo lo veía normal, era un hombre cuentiando a una mujer”, “Mi abuela y mi mamá dicen que sería un pecado que yo estuviera criando a la niña yo sola”, “Yo ya no le podía decir mirá hasta aquí llegamos porque estaba esperando a la niña. ¡Y sola no me podía echar ese cargo tampoco!” A los siete meses se fue a vivir con quien la embarazó. En todo caso, el asumir la masculinidad y la femineidad es un proceso largo y debe abordarse como tal a nivel preventivo y de atención y limitación del daño porque será, en estos casos, lo que posibilite una nueva forma de relacionarse con el sexo opuesto y adueñarse del propio.

  • Otro aspecto a considerar es la creación y aplicación de programas para la prevención, atención y limitación de nuevos riesgos ya sean físicos, psicológicos y sociales: Una atención integral y multidisciplinaria.

La madre-niña y su bebé

Dice Lidia, al relatar la visita de los fiscales después de su parto y no le entregaban a su hija en el hospital: “Yo les rogué que me la dieran, pues sí, todo lo que me costó para tenerla y que después de todo el sufrimiento que no me la dieran…”

Uno de las dimensiones a considerar es el desarrollo del vínculo materno infantil. No es práctico alarmarse por la detección de ideación de aborto ya que prácticamente en todas las jóvenes embarazada puede darse la ideación de aborto, lo que no significa necesariamente rechazo al bebé sino rechazo a la situación que se está viviendo. El llevar al acto dicha ideación depende de situaciones ideológicas, presiones externas y los recursos disponibles. La falta de información al respecto puede poner en riesgo la vida de la joven, lo que necesitará ser abordado en un proceso terapéutico altamente recomendado.

El vínculo entre madre e hijo atraviesa una serie de etapas para su desarrollo e inicia desde mucho antes del nacimiento, incluso antes del embarazo, desde la expectativa de tener un hijo, y puede irse monitoreando a través de la relación madre-hijo durante el embarazo y después del alumbramiento: Un elemento que puede indicar un pobre desarrollo del vínculo es la incapacidad de la madre para proporcionarle nombre a su futuro bebé. Se entiende como Vínculo a la capacidad de establecer una relación emocional de un sujeto con otro, con independencia de los aspectos cutáneos o territoriales, es decir, de la distancia o cercanía con el objeto de la relación.

El vínculo no puede forzarse de manera interna o externa a la madre pero puede fortalecerse y desarrollarse una vez que se identifican rasgos de éste entre mamá-bebé. Hay vínculos negativos, destructivos para ambas partes, lo que deberá cuidarse con la joven es su capacidad para protegerse y permitir el desarrollo del bebé cerca o lejos de ella (si es que decide continuar con el embarazo). En algunos países, existen leyes que garantizan a la joven tomar una decisión en la que puede hacerse responsable de las decisiones que tome con su cuerpo, en Francia incluso, hay buzones en los hospitales con adecuada ventilación, iluminación y seguridad para la vida de un bebé abandonado por la madre.

En América Latina es más complicado, las opciones se limitan muchas veces a lo que las prácticas religiosas permiten, incluso a lo que legalmente está autorizado, en México por ejemplo, en el mejor de los casos, la joven contrae matrimonio para tener acceso a la seguridad social ya que esta la pierde si deja de estudiar y pierde los estudios en caso de embarazo, un círculo vicioso que dificulta la toma de decisiones libre y responsable aun cuando se dispone de tratamiento y apoyo familiar. Por todo esto, las adolescentes embarazadas son una población tres veces vulnerable: Por ser mujeres, por ser adolescentes y estar embarazadas (Pesqueira-Salum 2002)

La importancia de un “nosotras”

El grupo permite al individuo la identificación con sus iguales y de sus iguales con él ó ella, lo que le da mayor seguridad en sí mismo/a. En los adolescentes el grupo promueve el desarrollo de la individuación adulta. El grupo que logra constituirse en equipo que aprende, logra implícitamente una cierta rectificación de vínculos estereotipados y, por lo tanto, un cierto grado de efecto terapéutico natural. Por ello, además de toda la atención médica que debe recibir toda adolescente embarazada, la integración de esta a un grupo de orientación, posibilitaría la reducción de la ansiedad provocada por la crisis de la fusión de dos procesos, el de búsqueda de identidad y el del embarazo así como obtener información y herramientas para el desarrollo saludable de dichos procesos mediante la habilitación de un proyecto de vida acorde a sus deseos y posibilidades.

Conclusiones

Se requiere abordar terapéuticamente a las adolescentes embarazadas por las connotaciones de su maduración y desarrollo de la identidad a un nivel que va más allá de su nueva condición de madre. Esta nueva condición debe ser incorporada y elaborada, pero la atención debe centrarse en ella y no solo en el aseguramiento de la vida y la salud física y mental de su bebé ya que de ella depende el desarrollo y salud del nuevo ser.

Algunos temas que se recomiendan para abordarse en grupos de madres adolescentes son las fases del embarazo, parto y puerperio, temores fundados e infundados, cambios físicos, emocionales y sociales de la adolescencia, lo que incluye imagen corporal, identidad, familia y límites; Etapas y características de la adolescencia y adultez, condición y circunstancias de la embarazo en la adolescencia que incluya adaptación al cuerpo y al nuevo rol; la pareja: elección, relación, inclusión; toma de decisiones; y por supuesto, características del vínculo materno infantil: aceptación, rechazo, fantasías; planeación de vida, derechos de la joven madre y el bebé, etc.

Si bien, el trabajo con madres adolescentes puede ser fluctuante, se sugiere que el trabajo tenga continuidad y sea permanente lo más posible durante el embarazo y aún después del nacimiento del bebé. Hay que tomar en cuenta que el logro de una adecuada alianza de trabajo además de la identificación entre las compañeras que propicia el trabajar en grupo, puede permitir ciertos logros tales como cambios de actitud, conciencia del vínculo establecido con el bebé, aceptación de la presencia de conflictos con la pareja, conciencia de ser adolescentes, limitaciones de las actitudes del grupo,restablecimiento de comunicación con personas que representan apoyo tal como la familia o la pareja, posibilidad para verbalizar emociones, manejo más realista y productivo de la ansiedad, así como la posibilidad de planear y construir una nueva realidad producto del fortalecimiento de la persona.

Por último, la sociedad a través de sus instituciones debe velar por:

  • Promover leyes que protejan a la adolescente embarazada y a su hijo.

  • Crear programas de apoyo y orientación a parejas y padres de adolescentes embarazadas, restituyendo su papel y fortaleciendo el vínculo y el respeto y manejo de límites siempre que sea posible.

  • Continuar con investigaciones y programas que apoyen el desarrollo emocional de la nueva familia: Padre, madre e hijos.

  • Crear estrategias eficaces de promoción para que las jóvenes acudan a voluntariamente a los servicios y completen procesos dentro de ellos.

  • así como implementar mecanismos que aseguren el respeto a las adolescentes y la restitución de sus derechos fundamentales.

¿Pero qué sigue después? se preguntan las adolescentes y se trata precisamente de eso, de ayudarles a saber que hay mucho más. Es seguro que perciben la vida partida entre un antes de embarazarse y un después, y es cierto que la vida les cambia, pero solo trabajando por restablecerla durante, e incluso después del parto, y proporcionando toda una serie de servicios incluyentes entre sociedad, familia, parejas futuras o presentes, la joven estará preparada para enfrentar activamente su nueva realidad y la de sus bebés. Se trata de ayudarles a que retorne, a favor de su desarrollo y maduración, la esperanza.


 

* Mexico-Salvadoreña, graduada de Licenciatura en Psicología por la Universidad de Guanajuato mediante el reporte de servicio social profesional titulado “Adolescentes embarazadas. Un modelo de orientación”. Cuenta también con un Master en psicopedagogía clínica otorgado por la Universidad de León, España, y con un diplomado en orientación familiar entre otras actualizaciones.
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