Opinión /

La revolución ha sido televisada


Lunes, 11 de marzo de 2013
Mariana Sánchez-Aizcorbe*

Cada vez que pienso en Hugo Chávez se me vienen a la mente las mismas imágenes: Chávez imponente en su mesa; Chávez con un micrófono; Chávez declamando un poema; Chávez lanzando un chiste cargado de humor; Chávez con su camisa roja convertida en uno de los grandes símbolos de su Revolución Bolivariana.

Durante 13 años, cada domingo, Chávez estuvo abocado a encantar a su público a través de su popular programa Aló Presidente.

No hay duda de que Chávez poseía un encanto y carisma particular. No es por otra cosa que una reveladora encuesta hace unos años decía que la mayoría de las mujeres venezolanas pensaban que Hugo Chávez era el hombre más sexy de Venezuela.

Tan atractivo parecía el alto, moreno, fornido y super poderoso presidente que las mujeres suspiraban al oir los rumores sobre su vida privada.

Un buen día empezaron los rumores de una relación sentimental con la guapísima actriz y modelo Rudi Rodríguez, rumores que se convirtieron en el centro de atención en mercados, peluquerías, reuniones sociales, y posiblemente también en los pasillos del palacio de Miraflores.

Chávez, era el soltero más codiciado de Venezuela. Y por eso cuando llegó el domingo y los comentarios se esparcían como reguero de pólvora, medio país esperaba una revelación del propio Chávez en el Aló Presidente.

“Andan diciendo por ahí que yo ando enamorado de Rudi Rodríguez”, dijo Chávez con una sonrisa pícara poniendo a sus pies a la tele audiencia expectante. “¡¡Yo solo estoy enamorado de Venezuela!!”, confesó el presidente, haciendo estallar una ronda de aplausos,sonrisas y hasta lágrimas de emoción de una anciana desdentada que estaba invitada a participar en vivo y en directo en el programa.

Hugo Chávez lograba transmitir una magia especial capturando la atención de buena parte de los venezolanos durante 4 o 5 horas cada domingo. Con la televisión encendida, las familias venezolanas departían con sus familiares en casa mientras escuchaban al comandante, en la sala o el comedor. Hugo Chávez era el centro de atención.

Aló Presidente, junto al dinero del petróleo (cuyo manejo se llevó a cabo en total hermetismo durante los 14 años de su gestión), fue una de las grandes herramientas de la presidencia de Hugo Chávez. Con ello logró llegar al corazón de los ciudadanos, transmitiéndoles su preocupación por mejorar sus vidas. Por eso “las misiones” o programas sociales, sobre todo en salud y educación, se convirtieron en temas centrales de Aló Presidente. Al promocionar las misiones, Chávez buscaba llegar a cada uno de los venezolanos y que cada individuo viera en ellas la concreción de sus promesas.

Llegaron los médicos cubanos a las puertas de barrios pobres, llegaron los cursos escolares y universitarios gratis. Para muchos fue la primera “señal” de la presencia del Estado en los barrios olvidados por el sistema político tradicional.

Aunque es discutible la efectividad de las misiones sociales del gobierno chavista, los efectos políticos eran palpables.

Empezaron a conformarse las milicias urbanas. Amas de casa, desempleados, jóvenes, defensores de la Revolución Bolivariana, se lanzaron a responder al pedido de Chávez de unirse y entrenarse para hacer frente a la inminente amenaza de una invasión “del Imperio”.

Se inauguraron campos de entrenamiento para que estos “reclutas” se convirtiesen en apoyo popular al ejército defensor ante “la amenaza del imperio conspirador norteamericano”, decía Chávez. Incluso alguna vez hubo despliegue de tanques y un desembarque anfibio como ensayo.

Esta tribuna dominguera reforzaba los ataques a sus adversarios políticos venezolanos y en especial contra el ex presidente George W. Bush, a quien llamaba Míster Danger (Señor Peligro).

Chávez gobernó a través del Aló Presidente desde que nació el programa el 23 de mayo de 1999. Fue el centro de su aparato de comunicación, dictando politicas semana tras semana. Le hacía sentir al pueblo que a través de las llamadas telefónicas en vivo, el presidente respondía con acciones directas a los problemas de su teleaudiencia: El comandante nombraba y destituía ministros en vivo y en directo; fiscalizaba gobernadores, directivos e instituciones.

Así también logró durante más de una década deslindar sus responsabilidades ante los errores achacados a sus ministros y a la vez hacerse del capital político cuyos réditos eran evidentes: a su llamado de salir a las calles la masa “roja rojita” (el color de los bolivarianos), miles de venezolanos acudían a su pedido de participación en elecciones presidenciales, referendums sobre la constitución o marchas en favor de la revolución Bolivariana. Chávez movía a sus simpatizantes con un micrófono.

Durante la campaña electoral de 2006 recuerdo a un anciano chavista, conocido allí en el barrio 23 de Enero como don Julián. Tocaba la guitarra y junto a algunos vecinos cantaban una canción que él mismo compuso: “Ay Dios mío, Dios mío, ¿qué haremos? no puedo encontrar leche, azúcar o arepas”, decía el coro. Sin embargo, ese barrio era un bastión chavista.

El mensaje televisivo le dio una fuerza tal a la revolución bolivariana que aliados como Rafael Correa en Ecuador y críticos como Álvaro Uribe en Colombia no dudaron en usar las mismas técnicas del micrófono y de la relación directa con los ciudadanos para cimentar sus figuras ante la opinión pública de sus países.

Recuerdo caminar buscando noticias por los barrios marginales venezolanos y preguntarme cómo era posible que un presidente fuera tan popular durante tanto tiempo cuando la situación bordeaba el desastre: Caracas es una de las ciudades más peligrosas del mundo, con índices de homicidios entre los más altos según la ONU; la escasez de productos alimenticios es parte de la vida diaria desde hace años, cuando no falta el pollo falta el harina o la leche o el aceite etc etc; la basura se acumula, la gente levanta rejas en sus puertas; poseer un celular a la vista es invitar a la muerte.

Quizá la magia que ejerció Chávez en sus simpatizantes tiene mucho que ver con los millonarios ingresos del petróleo que el presidente siempre distribuyó a su antojo y conveniencia, especialmente en épocas de elecciones y referendums.

Pero su carisma fue inigualable. Un carisma que lograba la unión de los chavistas a pesar de los males graves que aquejan al país. Con ello logró que muchos de los venezolanos que lo adoraban pasaran por alto la crisis que se vive en el país desde hace varios años.

Los críticos tienen claro su malestar ante la ineficiencia del gobierno chavista. Pero ahora los venezolanos que amaron tanto a Chávez, se quedan sin el líder que les hablaba al oído asegurándoles que todo estaría bien.

Pronto, cuando la realidad toque con más frialdad las puertas de los venezolanos con los dramas de la escasez, la inflación y la inseguridad, el bálsamo del Aló Presidente ya no estara allí.

*Mariana Sánchez-Aizcorbe, periodista peruana, fue corresponsal de CNN en Caracas durante cuatro años. Actualmente trabaja con Al Jazeera.

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