Opinión /

Su última victoria


Lunes, 11 de marzo de 2013
Ricardo Ribera

Leo que fue “derrotado por el cáncer”. Llorado por miles y miles, con la gente haciendo horas de fila para verlo por última vez, aunque fuese un par de segundos, despedido por las multitudes, en presencia de una treintena de jefes de Estado y delegaciones de todo el mundo, con 55 países decretando duelo nacional, difícilmente puede aceptarse la frase de que fue “derrotado por el cáncer”. En todo caso, la derrota la convirtió en victoria. Volvió a hacerlo. Sólo que esta vez lo ha conseguido más allá de su propia vida. Sigue venciendo después de muerto.

No es primera vez que Hugo Chávez transforma el fracaso en triunfo. Lo logró en 1992 cuando, al darse cuenta de que el golpe de estado contra la partidocracia corrupta no podía triunfar, en aras de que no se derramara más sangre inútilmente, pidió transmitir por las radioemisoras sus órdenes de rendición. Aprovechó para explicarle al país las razones de la sublevación militar y culminó su alocución con una frase que reflejaba ya su postura inclaudicable: “Por ahora no pudimos”. Cargó con toda la responsabilidad por la asonada militar y fue condenado a siete años de cárcel. Sólo cumplió dos. Lo indultó el siguiente presidente, ante la simpatía y el respaldo que había despertado entre el pueblo venezolano, condicionado también por el apoyo que formaciones de izquierda habían dado a su propia campaña eleccionaria.

Aquel desenlace negativo le sirvió al joven teniente coronel de paracaidistas para dejar la vía del golpismo que inspiraba al movimiento de jóvenes oficiales. La superó para desde entonces poner en el centro de su proyecto al propio pueblo. El sujeto histórico no podía ni debía ser sustituido por el elemento castrense. Era en todo caso la alianza entre pueblo pobre y ejército consciente, cohesionada por el pensamiento de Bolívar, el Libertador, el motor de la revolución que Chávez soñó para Venezuela. Creó el Polo Patriótico y el Movimiento Quinta República a fin de reestructurar el desprestigiado sistema político, promulgar una nueva Constitución y refundar la República.

Como punto de partida de su campaña política formuló una pregunta sencilla: ¿cómo es posible que en un país tan rico como es Venezuela haya tantos pobres? “Esto hay que cambiarlo” – aseguraba Chávez – proveniente él mismo de un hogar humilde. Conseguiría una resonante victoria en las urnas a fines de 1998. Con 57% de los votos asumió la Presidencia por primera vez el 2 de febrero de 1999. A esta primera victoria electoral siguieron varias más: la aprobación en 1999 de la nueva Constitución, ganó la elección presidencial de 2000 bajo el nuevo marco constitucional, el referéndum revocatorio de 2004 y las presidenciales de 2006 para su segunda reelección.

Antes había sido el golpe de estado del que fue víctima en abril de 2002. De manera increíble fue repuesto en el poder a las 48 horas, por la gran movilización popular y la reacción de sectores leales del ejército, tras haber sido capturado por fuerzas que lo primero que hicieron fue anunciar la disolución del parlamento, la no vigencia de la Constitución y demás leyes vigentes, pretendiendo gobernar por decreto. La derecha opositora golpista es la que siempre ha insistido en acusar a Chávez de dictador, pero lo primero que hizo cuando de manera efímera se hizo con el poder fue tomar medidas para desmontar la democracia.

Tras la traumática experiencia del golpe fallido, seguida ese mismo año por la huelga empresarial de 54 días, Hugo Chávez radicalizó su postura y lanzó el programa de socialismo del siglo XXI, más allá de la revolución bolivariana que había impulsado hasta entonces. Era la lógica respuesta a la agudización de la lucha de clases que había desatado la burguesía venezolana apoyada por la gran potencia imperial. El carismático líder se proyectaría todavía con más fuerza en la arena internacional, asociándose con las fuerzas antiimperialistas en el mundo. Hacía nuevos amigos al tiempo que crecía el odio de sus enemigos, que lo satanizaban.

A la vez, potenciaba instancias de unidad latinoamericana para una andadura propia, sin imposiciones imperiales. Iniciativas como Petrocaribe, ALBA, UNASUR y otras que han dado cohesión y empoderado a toda América Latina, nacieron por las ideas y el impulso del liderazgo continental de Hugo Chávez. La derecha mediática mundial le critica su protagonismo tildándolo de caudillismo, ataca por populistas sus ambiciosas políticas sociales, incluso su estilo ha llegado a ser calificado de narcisismo-leninismo por alguno. No obstante instituciones serias como ONU, CEPAL, UNESCO, OMS, etc., le reconocen sus grandes éxitos en terrenos como salud, educación, erradicación de la pobreza extrema, etc. Es un diferente modo de hacer política, por un dirigente de una revolución sustancialmente distinta: por primera vez en la historia las ideas socialistas triunfan en una nación muy rica en recursos. Ocurre con el liderazgo de un militar de clase media baja, un mestizo, un “pardo”, chocante en sus formas y carismático para su pueblo, que le agradece su espontaneidad y su entrega a la causa de los pobres.

Protagonizó un estratégico acercamiento a Cuba. Pero sin copiar su modelo: promovió una renovada concepción del socialismo cuya marca distintiva es la de ser socialismo democrático. Combinó la gran propiedad privada (burguesa), con pequeña y mediana propiedad, propiedad cooperativa y gran propiedad estatal. Se trata más bien de un sistema de economía mixta, con mucho de capitalismo de estado. Ha nacionalizado empresas, en especial para responder a actitudes de bloqueo en sectores estratégicos como el petróleo, el cemento o los alimentos, pero nunca ha expropiado: las estatiza indemnizando, pagando su valor, comprándolas a la fuerza. Lo mismo con una serie de latifundios improductivos, parcelados y repartidos entre centenares de miles de campesinos sin tierras. Toda transformación socialista ha sido respaldada legalmente por mecanismos de consulta al único soberano: el pueblo de Venezuela.

Cuando éste vaciló y no lo respaldó con suficiente fuerza, en un referéndum para dar vigencia a más de sesenta reformas a la Constitución, a fines de 2007, Hugo Chávez aceptó el fiasco y supo sacar lecciones del mismo: la vanguardia no puede pretender caminar más allá de lo que el pueblo está dispuesto, debe avanzar pegada a él, sin despegarse del mismo, educándolo y al mismo tiempo aprendiendo de él. Dialéctica esencial entre partido y masa popular, entre dirigentes y población, donde como decía Marx no debe olvidarse que “el educador necesita, también él, ser educado”.

De ahí la importancia de su valiente y abnegada decisión de participar, pese a lo duro de su enfermedad y lo desgastante del tratamiento médico, en las últimas elecciones presidenciales de octubre del año pasado. Las ganó ampliamente, con más del 54%. El resultado era incierto con otro candidato, esta vez que la oposición se había unido en torno a la candidatura de Henrique Capriles. Fue su último gran sacrificio, dejar en un segundo plano su propia salud personal y meterse de lleno en la desgastante lucha eleccionaria, para asegurar la consolidación del proceso revolucionario. Consciente de su agravamiento posterior, no dudó en dirigirse a la nación para comunicar su estado y designar en qué manos dejaba el timón, preparando así las condiciones para el postrer triunfo político. Es el que sobrevendrá en las anunciadas elecciones del mandato 2013 al 2019, del que se prevé una marea roja incontenible a favor de Nicolás Maduro como futuro presidente electo. Es la crónica de una victoria anunciada.

Sin necesidad de ser adivino, puede profetizarse este futuro, que constituirá la última victoria del comandante. Su estrella en lo alto, como otra polar en el oscuro cielo de la actual centuria, señala brillante el rumbo a pueblos y navegantes. En sentido contrario a la estrella polar pues, para la mayoría de la humanidad, “nuestro norte es el sur”. Con palabras del propio Hugo Chávez, que copio del periódico español El País (para nada sospechoso de chavismo), podemos concluir: “A los que me desean a mí la muerte yo les deseo larga vida, para que vean cómo sigue la revolución avanzando, de batalla en batalla y de victoria en victoria.”

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